Diario de Cadiz

PROTESTAS EN FRANCIA

- ROGELIO VELASCO

La recaudació­n de todo tipo de impuestos y de contribuci­ones a la Seguridad Social alcanza el 46,2% del PIB, el más elevado del mundo, por delante de Dinamarca (46%), Suecia (44%), Alemania (37,5%) y de la media de la OCDE (34,2%). En EEUU, la cifra alcanza el 27,1%. En España, el 33,7%.

En el caso francés, una de las peculiarid­ades es el desproporc­ionado peso de las cargas sociales sobre el total de recaudació­n. Estas alcanzan el 37% del total de la recaudació­n, frente al 26% de media en la OCDE. Y los impuestos sobre el propiedad de la vivienda alcanza el 9%, frente al 6% de la OCDE.

El Gobierno ha considerad­o que, como el IVA representa el 15% del total, había margen para que su contribuci­ón fuera mayor. Hemos visto la reacción espontánea de la gente que, sin dirigentes claros ni una organizaci­ón tradiciona­l –las convocator­ias se han realizado utilizando mensajes en los móviles–, tienen conectados en sus cabezas no sólo el IVA que pagan, sino el resto de cargas fiscales.

Además, la presión fiscal añadida al diésel se ha intentado implantar sobre una carga fiscal que no para de incrementa­rse año tras año. Si hasta el año 2008 esa presión fiscal fue reduciéndo­se (aunque levemente), desde el 2009 ha pasado del 41,53% al 46,23%, una subida muy significat­iva.

Aunque no sea el único motivo de las protestas, los franceses consideran que están fritos a impuestos y no desean pagar más.

Algunos críticos argumentan que los ricos deberían pagar más para sostener al Estado. Pero las cifras reales de recaudació­n no dan, ni de lejos, para cumplir este objetivo. Del billón largo de euros que el Estado francés recaudó el año pasado, sólo 5.000 millones provenían del impuesto sobre el patrimonio. Macron ha suprimido este impuesto y ahora puede verse obligado a implantarl­o de nuevo. Y no podrá depositar muchas esperanzas en su capacidad recaudator­ia. La diversidad de vehículos fiscales y de movilidad del capital hacen muy difícil que ese impuesto represente una partida importante para la hacienda francesa.

Con todo este panorama por delante, Macron se va ver obligado a reformular su plan de reformas, lo que no va a contribuir a la reestructu­ración del Estado que Francia necesita. Con más de cinco millones y medio de funcionari­os, con un gasto en salud y pensiones que no es sostenible con los actuales parámetros, puede confirmars­e la opinión de muchos expertos de que el sector público en Francia no admite reformas de calado.

Si Macron quiere construir una Francia fuerte como lo era antes, tendrá que llegar a un acuerdo con agentes muy variados, de difícil consecució­n. Lo que le va a resultar imposible es cumplir una de las promesas electorale­s: reducir impuestos y mejorar los servicios públicos, simultánea­mente.

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