El barrio del terrorista no se asemeja a las zonas turísticas de la capital alsaciana
Cherif Chekatt vivía hasta ahora en la quinta planta de un humilde y sobrio edificio en la calle Tite-Live del barrio de Hohberg, un Estrasburgo que no tiene nada que ver con el que muestran las guías turísticas. Es un barrio dormitorio a las afueras de la capital alsaciana, poco iluminado y sin anchuras, que estaba especialmente desapacible ayer. A poca distancia del inmueble había algunos jóvenes faltando a clase para curiosear tras el triste protagonismo de un barrio que nunca antes había salido en las noticias.
Entre los vecinos, Eddy, pintor que vive un piso por debajo del terrorista, ayer no entendía tanta expectación. “Éste es un sitio normal. Me enteré de lo sucedido, pero ya me ven, he ido a trabajar normalmente”, explicó señalando las manchas de pintura en su uniforme. Abdel, taxista nacido en Estrasburgo de padres marroquíes, mostraba su preocupación “un lugar tranquilo ahora empiece a tildarse de salafista”. “Voy a la mezquita y rezo, pero qué tiene que ver ser musulmán con ser terrorista”, dijo enojado por el discurso que “lanzan las cadenas de televisión francesas de extrema derecha”.
También Nadia, de 37 años, destacó la poca conf lictividad de un barrio donde dijo que existe “integración de todas las comunidades”.
Una opinión menos integradora la tuvo Bernard, un jubilado que se apura en aclarar que es votante de la ultraderechista Le Pen. Es “una vergüenza todo esto”, dice señalando con la mirada a un grupo de adolescentes de apariencia árabe en la calle. “Llegó uno y todos vienen del mismo sitio”. También es crítico con el devenir del barrio Rafed, que lamenta que la gente haya quedado totalmente desprotegida y que los políticos “se rían” de la población.