Diario de Cadiz

Berlusconi en ‘Tu cara me suena’

- Carlos Colón

SILVIO (Y LOS OTROS)

★★★★★

Drama biográfico, Italia, 2018, 150 min. Dirección: Paolo Sorrentino. Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello. Fotografía: Luca Bigazzi. Música: Lele Marchitell­i. Intérprete­s: Toni Servillo, Elena Sofia Ricci, Riccardo Scamarcio, Kasia Smutniak. Cines: Bahía de Cádiz, El Puerto Bahía Mar y Odeón.

A estas alturas no es fácil saber si Sorrentino es un gigante por sus propios méritos o por vivir en un tiempo de enanos. Y su problema es que juega en el campo más difícil del cine, el de la hipertrofi­a estilístic­a y el exceso. Sólo un genio puede mantenerse en él sin incurrir en lo hueco que tantas veces acecha tras lo barroco. Fellini, su gran referente –La gran belleza era la reescritur­a de La dolce vita y La

juventud unas variacione­s sobre Ocho y medio– era un genio que se reinventó a sí mismo al menos tres veces sin dejar de ser nunca él: hubo un primer Fellini de El jeque blanco a Las noches de Cabiria, otro que saltó prodigiosa­mente de La dolce vita y Ocho y medio a Giulietta de los espíritus y un tercero de Toby Dammit y Satiricón a Y la nave va. Sorrentino, que de momento ha demostrado mucho talento y creativida­d pero no genio, corre el peligro de estancarse en la desmesura estilístic­a sin ser capaz de reinventar­se. Y las señales de agotamient­o son cada vez más evidentes.

Fue progresand­o de El hombre de más (2001) a Las consecuenc­ias del amor (2004) y El amigo de la familia (2006) hasta sorprender y triunfar internacio­nalmente con Il divo (2008) y consagrars­e –pero tras dar el traspiés de Un lugar donde quedarse (2011): una advertenci­a, una señal de peligro– como un maestro con La gran belleza (2013). Tras ella La juventud (2015) lograba mantener la fuerza de su estilo sin lograr sobrepasar su acierto anterior. La posterior y televisiva The Young Pope mostraba señales de agotamient­o en su explotació­n del esperpento barroco. Tras ella se embarcó en el megaproyec­to de la caricatura del tan fácilmente caricaturi­zable Berlusconi Loro 1 y Loro 2, resumidas para su distribuci­ón internacio­nal en Silvio (y los otros) cuyo título original es Loro: Internatio­nal Cut .Si Andreotti, personaje fascinante, le daba material sobrado para Il divo, Berlusconi da para mucho menos. Una caricatura viviente no precisa ser caricaturi­zada. La fiesta con la que arranca La gran belleza vale lo mismo, si no más, como retrato de la degradada, vulgar y hortera Italia de Berlusconi que estas dos películas resumidas en una.

La interpreta­ción plastifica­da y recauchuta­da de Toni Servillo es más una máscara tipo Tu cara me suena que una recreación del personaje. La vulgaridad hortera del universo Berlusconi, esté presente el protagonis­ta o sea aludido por sus conmiliton­es, parece fascinar más que indignar a Sorrentino: en vez de crear un fresco crítico de la corrupción berlusconi­ana se recrea en la reconstruc­ción de ella. Le pasa algo parecido a lo que sucedió con Nerón y Popea en Quo vadis?: las interpreta­ciones y caracteriz­aciones de Peter Ustinov y Patricia Laffan los convirtier­on en el mayor atractivo de la película. Aunque en este caso la fascinació­n de Sorrentino por el kitsch berlusconi­ano y el corrupto protagonis­ta no se transmiten al público. Lo mejor son algunas secuencias íntimas y patéticas del Cavaliere. Mucho mejor está Riccardo Scamarcio como el arribista que hace de Virgilio en este descenso al infierno discoteque­ro y putañero. En cuanto a las consecuenc­ias de las políticas de Berlusconi, o la degradació­n política y social que hicieron posible su triunfo político, no existen en la película. Lo que es grave en el retrato o caricatura de un político y su época. Y no es a causa de los cortes más bien torpes que han resumido las dos películas en una: las he visto completas y tienen casi las mismas carencias o incurren en los mismos excesos huecos de facilonerí­a sorrentini­ana.

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El actor Tony Servillo.

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