Escrache a las puertas del Parlamento
Una manifestación feminista, promovida entre otros por el PSOE, cuestiona la investidura de Moreno
El ambiente mezcló reivindicación y fiesta y en el gentío predominó el tono violeta feminista Pese a las banderas partidistas, la mayoría se define independiente de partidos y sindicatos
Ochos años después de la manifestación que circundó el Parlamento de Cataluña –que obligó a Artur Mas a llegar en helicóptero a la Cámara– y siete después del movimiento Rodea el Congreso de los Diputados, el Parlamento andaluz se vio ayer abarcado por una concentración feminista, promovida entre otros por el PSOE, que quiso presionar al próximo Gobierno por lo que pueda venir. Para muchos, entre ellos quienes en el interior del Parlamento oían los gritos del exterior, la movilización fue un escrache en toda regla.
Hay quienes afirman que la calle se regula sola. Que no es necesaria la ley, vienen a decir, para que impere la paz entre los hombres. Y entre las mujeres. Ayer, fuera del Parlamento, estuvo la calle. Menos optimista que quienes confían en una infusa autorregulación, esta calle fue a hacerles saber a los reguladores que, a la hora de legislar, no van a estar solos, que las 3.000 personas que se congregaron en la primera jornada de investidura van a exigir ni una coma de retroceso en la normativa que reconoce los derechos de la mujer. Ni un paso atrás, dicen.
El ambiente alrededor de la Cámara fue una mezcla de reivindicación y fiesta. Un autobús estaciona en la Puerta de la Macarena procedente de Cádiz. Frente a él hay dos autocares más. Se divisa media docena: de Palma del Río, de Huelva... De su interior se apean centenares de personas que van uniéndose a la riada reunida en la calle San Juan de Ribera, donde el tráfico rodado aún fluye. La Policía contiene como puede a los manifestantes en la acera. Los agentes estarán preguntándose que cuándo se regula la calle sola.
Verónica espera a una amiga junto a un cartel que anuncia la presencia de un Frente Antifascistas del Aljarafe. “Estamos aquí para recordar que las leyes que favorecer a las mujeres no se revocan. ¿Que si creo que pasará? Es lo que han dicho, ¿no?”, dice esta sevillana que no va a “consentir una regresión en las leyes”.
Tan irrevocable como la ley de la gravedad está la de la transmisión de las ondas sonoras por el aire. A esta hora del mediodía, en pleno éxtasis anímico de pitos, cacerolazos y ritmos salidos de altavoces portátiles, hay que afinar el oído para escuchar las proclamas de los grupos presentes. La manifestación es un magma de gentes de toda condición. Jóvenes, estudiantes, gente de mediana edad, jubilados, amas de casa, trabajadores de ONG y otros círculos que no se prestan a definición.
Y los hay encontradizos: “No, de la concentración contra los recortes; no, te conozco de las pensiones dignas”, dicen mientras se reconocen. Son los asiduos.
Aunque predomina el color violeta, el tono preferido de Pedro Sánchez para sus corbatas, hay banderas de Andalucía, de Adelante, del PSOE, del PCE, Pacma, de la República, la del arco iris homosexual y, entre otras más, una celeste y rosa que, para quien no esté familiarizado, bien podría representar a un grupo concepcionista. “Somos una asociación trans, la de la LGTBI”, avisa Alejandro, un gaditano que, “por una sencilla cuestión de salud”, no cree justa la supresión, para él y para su colectivo, de “las operaciones y los tratamientos hormonales”.
De la reivindicación al jolgorio. Varias bailaoras, en torno al grupo de Carmela la Chocolata, ensayan en el pasaje del café bar La Galería “una pataíta de bulerías”, explican, un palo popular aunque por momentos añora vigilancias de garrote. Los silbidos mandan. En un sector de la multitud atronan gritos enérgicos: “¡Fuera los fascistas de nuestro Parlamento!” o “¡que no, que no, que no nos representan!”
En la Cámara estaban los representantes surgidos de la aritmética electoral atentos al discurso de investidura de Juan Manuel Moreno, quien será investido hoy presidente de la Junta con los votos del PP, Cs y Vox. Cerca de la puerta de acceso al Parlamento, un grupo de manifestantes es víctima de los gritos del resto. Es el Grupo Feminista Por la Igualdad Real Ya, que demanda la custodia compartida, que ayer no era bienvenido por “provocadores”. “¿Han pedido permiso para estar aquí?”, se pregunta una señora. La Policía echa mano del código democrático. “Usted piensa una cosa y ellos, otra”, dice un agente.
He ahí la calle, a la que a veces le resulta difícil regularse sola. Ana, llegada de Huelva, aunque de la CGT, insiste en que sólo la representa el grupo Mujeres 24 Horas, pues no ha querido llegar a Sevilla con los autobuses del PSOE ni de los sindicatos. Como Pepa, también onubense, celebra la práctica volatilización de los partidos en una jornada como la de ayer, pese a la presencia de ciertas banderas, y también que los hombres estén cada vez más comprometidos con la causa. El motivo, por ahora, es advertir al legislador de que, de aquí en adelante, no van a legislar solos. Al menos en materia de género.