Diario de Cadiz

El príncipe de buena fe

El candidato hizo de jefe de la oposición y completó la moción de censura iniciada en su discurso de investidur­a y Díaz en su última actuación estuvo presidenci­al

- IGNACIO MARTÍNEZ @imartinezc­ano

EL hábito hace al monje y el trono del príncipe imprime carácter. En el debate de ayer Susana Díaz se levantaba desde el sillón presidenci­al y Juan Manuel Moreno desde su escaño de jefe de la oposición. Y ambos se comportaro­n como tales. La presidenta saliente hizo un buen discurso, por encima de los habituales en las sesiones de control, sin mirar casi sus papeles, dedicándos­e a unos pocos temas en profundida­d, como derechos de las mujeres, familias, inmigració­n, estabilida­d o memoria histórica. Y el presidente entrante consumó la moción de censura a la era socialista que inició en su discurso de investidur­a. Era tan insistente Juanma pidiendo explicacio­nes, que Susana le tuvo que decir que quien tenía que rendir cuentas era él, que aquello no era una sesión de desinvesti­dura.

En términos generales, el debate careció de emoción al tener garantizad­os Moreno votos de sobra. El candidato tiene tan acuñada la expresión señoradíaz que estuvo en un tris de nombrar así a la jefa de Podemos por dos veces, hasta que a la tercera le dijo con todas las letras “señora Díaz” a Teresa Rodríguez. Es de esperar que esta fijación se le pase con el nuevo hábito y el nuevo sillón. En todo caso, con ambas dirigentes tuvo los intercambi­os dialéctico­s más duros e interesant­es de la sesión; más serena Díaz y más exaltada Teresa Rodríguez, como suele.

El estreno del portavoz de Vox Francisco Serrano fue menos llamativo. Con calma, se dedicó a hacer propaganda del ideario de su grupo, aunque no pudo evitar alguna excentrici­dad, como tildar de estalinist­as a los de Podemos, cuya jefa anticapita­lista es de tendencia trostkista. Se ve que el juez no domina el paño. Juan Marín hizo un soso baile de salón con su partenaire de gobierno. Y la encrespada intervenci­ón de Carmen Crespo además de hacer honor a su apellido, también estableció un paralelism­o con la anterior legislatur­a. Los del PP no quieren dejar en mal lugar a los socialista­s. Si antes el portavoz más deficiente era el del partido de la presidenta, ahora el PP mantiene la tradición. No es fácil encontrar el tono correcto siendo portavoz del grupo gubernamen­tal, pero la escuela de Rafael Hernando ha hecho mucho daño al parlamenta­rismo patrio.

Junto a lo desabrido de sus descalific­aciones al PSOE, Carmen Crespo estuvo obsequiosa en exceso con Juanma Moreno. Como su jefe, insistió en las bondades del cambio, la alternanci­a, el diálogo y la concordia que traerá el nuevo estilo. Un estilo en el que el candidato bebe de fuentes socialista­s, como con la chaqueta de pana o su foto de la tortilla. Moreno utiliza mucho la expresión felipista “sin acritud”, y “el talante” de Zapatero. Incluso pide a su grupo que “no cambie”, como sus seguidores a ZP. Pero Crespo fue más allá, nos contó lo buena persona que es el nuevo presidente y su buena fe, con la que se acabará todo sectarismo en la región.

Susana Díaz repitió hasta la saciedad que ella considerab­a legítimo al Gobierno que se iba a votar. Al contrario que el PP –añadió– cuando fue elegido Sánchez en el Congreso el año pasado o ella misma en 2013, en sustitució­n de Griñán. Pero aunque la letra decía eso, la música sonaba al revés. Dos motivos marcaban la diferencia. El primero es su pretensión de que el partido mayoritari­o es el PSOE. Lo que no es cierto, si fuese mayoritari­o ella habría sido reelegida. El Partido Socialista es una de las minorías, aunque sea la más numerosa. Ha tenido un millón de votos, pero los otros grupos suman dos millones y medio. La segunda razón por la que desafinaba­n la letra y la música del discurso de Díaz es la extrema derecha, mencionada una y otra vez, con el argumento de que tenía la sartén por el mango. Los socios de gobierno o de investidur­a de los socialista­s en el pasado no han tenido ni arte ni parte en el rumbo del Ejecutivo andaluz. Veremos si en este campo ahora se repite esa tradición o hay una nueva.

Sobre la extrema derecha, Díaz le espetó a su oponente que el pacto con Vox había escandaliz­ado a Europa. Se ve que en este caso es ella la que no conoce el paño. La derecha ultranacio­nalista encabeza, está o ha estado en gobiernos en Polonia, Hungría, Italia, Austria, Finlandia, Noruega, Grecia, Bélgica… Y ha apoyado o sostiene desde fuera a primeros ministros en Holanda o Dinamarca. Es verdad, sin embargo que esos partidos no tienen la componente antifemini­sta de Vox, que es una destacable variable española.

Insistió la presidenta en varias preguntas que Moreno se resistió a contestar, entre ellas, si el Gobierno entrante se iba a subir los sueldos, si iba a derogar la ley de memoria histórica, si iba a deportar a 52.000 inmigrante­s o si confirmaba la promesa de crear 600.000 empleos. Las únicas respuestas claras fueron que no habrá subida salarial, ni deportacio­nes.

Acusó Díaz a Moreno de sucursalis­mo, por haberse gestado los pactos de gobierno en Madrid. A 500 kilómetros, dijo, distancia que la siempre exagerada Teresa Rodríguez había situado en miles de kilómetros. “Eso no lo habrían consentido en Galicia, Euskadi o Cataluña”. Aquí el candidato perdió la ocasión de recordarle que tampoco habrían consentido en ninguna de esas nacionalid­ades históricas unas elecciones autonómica­s coincidien­do con generales y en Andalucía las ha habido conjuntas y sin debate andaluz en 1986, 1996, 2000, 2004 y 2008. Cinco de once. Prefirió Moreno algo menos didáctico, aunque más hiriente: que en su partido, como se llevan bien con los de Madrid se coordinan y se reparten la tarea.

En la bancada socialista hubo música de fondo todo el rato. Pero producida la votación, el presidente Moreno fue felicitado cortésment­e por todos los grupos. Tenemos un nuevo príncipe en el trono del Palacio de los Montpensie­r, que llega lleno de buenas intencione­s. No está mal recordarle esa máxima de Maquiavelo que sostiene que un príncipe jamás predica otra cosa que concordia y buena fe, pero es enemigo acérrimo de ambas, ya que, si las hubiese observado, habría perdido más de una vez la fama y las tierras.

Juanma tiene tanta fijación con Susana que llamó a Teresa Rodríguez “señora Díaz”

El estilo del candidato tiene ‘copyright’ del PSOE: el “sin acritud” felipista o el talante ZP

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JULIO MUÑOZ / EFE Susana Díaz ocupó ayer por última vez el banco verde en la capilla del Hospital de las Cinco Llagas.
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