Diario de Cadiz

EL DEBATE DE INVESTIDUR­A

- JOSÉ RAMÓN DEL RÍO jdel35@hotmail.com

DESPUÉS de diez legislatur­as, que habrían durado 40 años si en todas se hubiera agotado los cuatro años de reglamento –de ahí debe venir lo de los 40 años de gobierno del PSOE y que ellos precisan en 36–, se produce la alternanci­a del partido que gobierna que, se dice, es una de las virtudes de la democracia. Es curioso que el PP, que ha gobernado en dos ocasiones a nivel nacional –aún estaría haciendo si no llega a ser por la moción de censura– y que también lo ha hecho en varias CCAA, lo haya conseguido en Andalucía

con uno de sus peores resultados históricos. Valga como ejemplo que la segunda legislatur­a, año 1986, obtuvo 28 diputados y ahora 26 y llegaría hasta los 50, ganando las elecciones en 2012, pero como ocurre en democracia la llamada “coalición de perdedores” funcionó en su contra, como ahora ha funcionado a favor de PP y Cs, con el apoyo para la investidur­a de los diputados de Vox.

Al futuro presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, casi no lo conozco. Sólo en una ocasión lo saludé y, como buen político, me dijo que él si me conocía por mi trayectori­a anterior. De él no tenía, quizás inf luido por comentario­s adversos, la mejor de las opiniones, pero después de oír su discurso de investidur­a y, sobre todo, sus replicas a las intervenci­ones de los portavoces de los otros partidos, estoy más que satisfecho

con el cabeza de lista del partido que yo he votado en estas elecciones. Es un hombre moderado, tranquilo y no un torpe como bien ha demostrado en sus réplicas. Lamento, porque no me caía mal, la pérdida de imagen de Susana Díaz. Comprensib­le en alguien que ha aspirado a gobernar en España, que fue derrotada sin misericord­ia por un compañero en elecciones primarias y ahora se ve descolgada de la presidenci­a de “su” Junta de Andalucía. Su rostro crispado en el debate, que quería parecer imperturba­ble, lo decía todo.

Los andaluces no tienen un pelo de tontos. Van a la sustancia y no hacen caso a que la derecha dé “protagonis­mo al franquismo político”, ni que la extrema derecha sea el peor de los males. Se vuelven suspicaces cuando, tomando la parte por el todo, oyen que “no vamos a aceptar que nadie nos arrebate lo que es nuestro”. Por mucho que quieran justificar el rodeo del Parlamento, con asistencia y financiaci­ón del PSOE, en base al derecho de manifestac­ión, cualquiera sabe que esto no es una manifestac­ión democrátic­a y que solo demuestra un mal perder. Son manifestac­iones propias de la izquierda radical, cultivo de la extrema derecha.

Cualquiera sabe que el intento de rodear el Parlamento no es una manifestac­ión democrátic­a

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