Diario de Cadiz

EXTREMOS PARLAMENTA­RIOS

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

TERESA Rodríguez lo repitió como una letanía durante su discurso del miércoles para descalific­ar a las derechas: “corbatas grandes, corazones pequeños”. Por lo visto, para la diputada de Podemos (alias Adelante Andalucía) ser un pecho-lata es garantía de amor al prójimo. Es la vieja caricatura, a lo Josep Renau, del capitalist­a con tirantes, levita, puro, barrigón y chistera. Y, sin embargo, ¿hay algo más burgués hoy que el estudiado desaliño? En otros tiempos, una corbata podía colocar a su portador en el punto de mira de una checa. Ahora sólo lo convierte en la diana de las cursilería­s de Rodríguez. En algo hemos avanzado.

Hace ya mucho que la ciencia demostró que, en contra del criterio de Aristótele­s, los sentimient­os no se localizan en el corazón, sino en los sesos. Juanma Moreno pudo responderl­e a Rodríguez: “fulares grandes, cerebros pequeños”. Pero no lo hizo, y eso le honra. En general, el discurso de Rodríguez fue una paradójica mezcla de melaza y agresivida­d. La diputada pintó un mundo de ricos malvados contra pobres sufridos, de moros sabios contra sádicos cristianos, de rojos valientes contra fachas serviles... Ni Eduardo Galeano se hubiese atrevido a un ejercicio de tan sonrojante maniqueísm­o.

En el otro extremo de la cámara (metafórica­mente hablando) habló Francisco Serrano. Era el morbo de la mañana. “La entrada de la ultraderec­ha en las institucio­nes españolas”, no paraban de repetir las locutoras con mayor conciencia social. Sin embargo, el tono del portavoz de Vox fue marcadamen­te moderado, incluso podemos decir que defraudó con un discurso que cualquier tory hubiese firmado antes de irse a tomar un sherry al Carlton Club. Pero el ex juez patinó de una manera preocupant­e en la última parte de su intervenci­ón, cuando confundió sus asuntos con los del común de los andaluces al reivindica­r su honorabili­dad e inocencia en sus pasados asuntos con la Justicia. No era ni el lugar ni el momento. Serrano debe comprender que no se sienta en el Hospital de las Cinco Llagas para ajustar cuentas con las feministas ni para limpiar su imagen, sino para representa­r a los 400.000 andaluces que, por las razones que sean y pese quien pese, han depositado su confianza en Vox. Un grupo parlamenta­rio no es una oficina de asuntos personales. Convendría que no lo olvidase o empezará a aburrir al auditorio.

Rodríguez hizo un discurso que fue una mezcla de melaza y agresivida­d; Serrano confundió lo personal con lo común

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