Diario de Cadiz

EN LA FRONTERA DEL MIEDO

- ROGELIO RODRÍGUEZ

EL desgaste de las institucio­nes democrátic­as y el quebranto de los grandes partidos viene de lejos. PP y PSOE se mutilaron a sí mismos al abandonar la ruta de sus compromiso­s, además de propiciar y tapiar los innumerabl­es casos de corrupción que, en mayor o menor medida, cercenan su credibilid­ad. Los populares malgastaro­n sus mayorías aferrados a un conservadu­rismo inocuo, desfiguran­do sus principios y renunciand­o a promover reformas de fondo en el bastidor del Estado. Y algo similar, o peor, puede decirse de los socialista­s, a cuyo notorio extravío durante el segundo mandato de Zapatero le sucedió la catástrofe de elegir un líder tozudo y mudable que, en sus delirios de poder, ha emparedado al partido entre el nacionalis­mo separatist­a y los túrbidos intereses de la nueva izquierda radical.

Pero si ya eran cuantiosos los motivos que comprometí­an la estabilida­d del sistema, ha sido, sobre todo, el conf licto catalán, cultivado durante años en la omisión y la impunidad, el que ha debilitado las energías del país, exacerbado el fanatismo con acciones que emanan de ideologías extremas que parecían superadas y demolido la confianza ciudadana en la clase política tradiciona­l. Se han desvanecid­o los ideales y las conviccion­es. Ya lo decía Francesc Pi i Margall: “Las conviccion­es políticas son como la virginidad: una vez perdidas, no vuelven a recobrarse”. Todos los partidos han llegado al límite. Y también la resistenci­a de la España boyante que brincó de la dictadura a la democracia apoyada en la musculatur­a del consenso.

Estamos en esa frontera del miedo donde el desastre y la oportunida­d están a la misma distancia. La alarma es perceptibl­e en todos los partidos, incluidos los secesionis­tas, cuya unión comienza a resquebraj­arse, al igual que sucede en Podemos. El nexo del independen­tismo se sustenta en la figura de Pedro Sánchez. Ningún otro posible presidente les llenará las arcas de manera tan ofensiva para el resto de las regiones, ni toleraría su deslealtad institucio­nal. Sánchez ha conducido al PSOE al extremo de que ahora y tras unas próximas elecciones generales el único e insuficien­te sostén que puede encontrar son los separatist­as y los disminuido­s morados de Pablo Iglesias. El gran obstáculo del socialismo moderado es su líder, cautivo de los nacionalis­mos y de la izquierda populista.

La previsión es, asimismo, inquietant­e para el PP. Ocupar la Presidenci­a de la Junta de Andalucía mediante un pacto con Cs y con Vox no maquilla su clamorosa pérdida electoral. Juan Manuel Moreno, al que Génova pretendía defenestra­r casi al cierre de las urnas, es presidente de carambola, una casualidad que, sin embargo, puede ayudar a la recomposic­ión del gran partido de la derecha democrátic­a. O fenecer en el intento. Pablo Casado es un bisoño timonel en un proceloso mar de incógnitas. Ni Ciudadanos, que pronto buscará pretextos para exhibir sus diferencia­s en el contexto general, ni Vox, en su radicalism­o ultraconse­rvador, son socios estables a medio plazo. Las elecciones de mayo pueden alumbrar el principio del retorno a la estabilida­d o apagar los candiles que quedan.

El PP y el PSOE se mutilaron a sí mismos al abandonar la ruta de sus compromiso­s

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