Adiós España, adiós
No, no soy yo quien se va sino ella la que me está dejando. Y lo siento de veras pues no en vano nuestra relación viene de largo ya que son más de setenta años los que llevamos conviviendo. En cualquier caso no somos responsables ninguno de los dos del aludido distanciamiento. Si bien durante aquellas largas siete décadas nuestro país ha dado numerosos bandazos, algunos de ellos duraderos y de máxima gravedad, nunca hasta el extremo de propiciar una situación de tan alto riesgo como la que hoy vivimos. Una sola excepción, el 23 de febrero de 1981. Sin embargo, y por distintos motivos o propios intereses, existe un elevado número de personas que no solo no comparten esta opinión sino que apuestan, en su derecho están de hacerlo, por el nuevo rumbo que está tomando nuestra patria. No obstante lo dicho, sí observo que relevantes políticos de épocas anteriores y de uno u otro signo, ponen en tela de juicio e incluso discrepan abiertamente, y más todavía de un corto tiempo acá, de los peligrosos proyectos de futuro que pregona a los cuatro vientos el actual Gobierno en funciones.
De todos es conocido que el Estado, a fin de garantizar el correcto funcionamiento de nuestro país, ejerce tres importantes poderes; el legislativo o capacidad de elaborar leyes, el ejecutivo que garantiza la puesta en práctica de aquellas y la total disposición de gobernar, y el judicial que avala el debido cumplimiento de las leyes sancionando si hubiera necesidad de ello. Pues bien, a mi juicio, tales poderes no se ejercen con todo el rigor que debiera de hacerse propiciando situaciones que dada su gravedad y reiteración no pueden en momento alguno admitirse. En cualquier caso, así lo veo yo…
Pienso que los legisladores se quedan cortos, no es de ahora, en lo referente a la adecuación de ciertas leyes y normativas vigentes desde los tiempos de maricastaña, que hoy demanda la sociedad. Justicia demasiado benevolente impartida por jueces que quizás ejerzan su labor con las manos involuntariamente atadas por la legislación en vigor.
Siendo grave lo anterior lo que ciertamente me quita el sueño, como a alguno que todos conocemos y al noventa y cinco por ciento de los españoles, es el giro tan brusco protagonizado por el presidente en funciones en apenas unos pocos meses. De rehusar formar Gobierno, realizar nuevas elecciones y desacertadas encuestas con elevado gasto, y otros desatinos, ha pasado a abrazarse con el dirigente del partido a quien públicamente antes despreció, mendigar votos a fuerza de concesiones o talonario y hacer cucamonas a los independentistas.
Si Dios no lo remedia, adiós España, adiós.
Rafael Aguirre Grijalvo (El Puerto)