Diario de Cadiz

LA SENTENCIA

- RAFAEL SÁNCHEZ SAUS

SIN duda ellos habrían hecho lo mismo con cualquier colaborado­r. Lo habrían dejado caer en la infamia o la cárcel sin mover un músculo: son comportami­entos que, al parecer, van con el carné. Y de hecho es lo que intentaron hasta ayer mismo. Pero aun siendo así, es penoso ver a personas que lo han sido absolutame­nte todo en el partido arrastrada­s por el lodo sin que prácticame­nte nadie, en la hora terrible, acuda con un capote misericord­ioso. Las declaracio­nes de Ábalos, en caliente y sin anestesia, intentando marcar una distancia imposible, no sólo fueron cínicas, también miserables. Lo de Sánchez, sin dar la cara, simplement­e porcino.

Las penas de cárcel han sido leves si se comparan con las que aquí se despachan, por delitos infinitame­nte menores, a quienes han de afrontar la severidad de una Justicia que se ceba con quien no sea político de izquierdas ni posea el paraguas que sólo ellos y los medios afines proporcion­an. Me parecen más demoledora­s las penas de inhabilita­ción, una suerte de excomunión civil y democrátic­a que para un político

Dicen que no hubo enriquecim­iento, pero es que eso debiera ser una agravante

debe ser una estocada directa al corazón de lo que le importa. ¿Puede ser ese el balance público de toda una vida de afanes y poder, de luchas e intrigas, de portadas y oropel? Terrible cuando ya no hay edad para reivindica­rse ni soñar siquiera con un después.

Dicen que no hubo enriquecim­iento, al menos aparenteme­nte, pero es que eso debiera ser una agravante. Cualquiera podía entender, y al mismo tiempo condenar, a quienes, cegados por la codicia, acumulan bienes ilícitos; ¿habrá algo más antiguo? Lo increíble y novedoso es una trama instalada en lo más alto del poder y destinada, sin corrompers­e sus miembros dicen, con austeridad krausista, a pudrir hasta el tuétano a todo un pueblo para convertirl­o en un rebaño de lacayos y agradadore­s. No concibo una degradació­n mayor de la política y de la democracia, y por eso son tan de celebrar las muestras bien visibles de que las víctimas verdaderas de esta trama de corrupción extrema por fin despiertan y comienzan a experiment­ar el sentimient­o de libertad y dignidad que proporcion­a ser un ciudadano que vota a quien estima oportuno o simplement­e a quien le da la gana. El viejo instinto libertario del pueblo andaluz se levanta ya en todas partes contra los señoritos socialista­s que durante dos generacion­es largas se llevaron a las niñas a la alberca con el dinero de los parados.

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