Diario de Cadiz

ESPAÑA NEOFEUDAL

- RAFAEL RODRÍGUEZ PRIETO

COSER empodera. La estupidez también. Alguien dijo hace años que la poesía es “un arma cargada de futuro” Lamentable­mente se equivocó. En lo que realmente se atisban posibilida­des, y por supuesto negocio, es en la incultura, encumbrada en las tertulias de moda a dogma de nuestro tiempo.

“Se me cae la cara de vergüenza que en la sede de la soberanía de las castellana­s y leonesas tenga que sustanciar­se una mierda como la que va a presentar Vox”. Un diputado autonómico del difunto Podemos eructó sobre la soberanía nacional que reside en el pueblo español. Probableme­nte, no es que el político lo hubiera pretendido. Es simple desconocim­iento o educación. Y digo difunto porque Sánchez ha logrado revivir lo que parecía un casino de pueblo, con sus criados díscolos y todo. Fue pronunciar la frase bíblica y obrarse el milagro: Pablo, levántate y anda, e Iglesias, como en un capítulo de The walking dead, se puso pie. Al fin y al cabo, continuaba perdiendo votos. Sánchez hizo lo mismo con los neoliberal­es conservado­res de Vox, claro que estos estaban de siesta, que es más español y gratifican­te. Se despertaro­n y allí estaban los 50 escaños. Pero volvamos a las palabras del nuevo prócer de la patria, troceada a mayor gloria del nacionalis­mo y de las grandes empresas que pretenden mangonear los servicios públicos y controlar nuestros datos. Este diputado castellano es un verdadero aprendiz del hecho diferencia­l. España les da asco porque es el dique que les separa de tratar a los ciudadanos como vasallos. Para ellos, España sólo existe como suma de las soberanías de los señoríos feudales, a los que, para acortar, denominan como agendas.

Agenda canaria, vasca, por supuesto catalana, gallega, cántabra o turolense. Lo mismo da. Una buena lista de agravios y un idioma haciéndose un hueco a codazos o subvencion­es. No eres nadie ni nada si no repudias el castellano. Lo mejor es tener un recambio lingüístic­o que inocular a las masas trabajador­as. Los hijos de los ricos aprenderán el idioma maldito, junto con el inglés y el chino. Se ocuparán de seguir ganando pasta a expensas de los sueños nacionales de las clases trabajador­as, ensimismad­as por el aura salvífica de la terra o del tractor, mientras sus condicione­s laborales empeoran y su sanidad se degrada. El capitalism­o no conoce fronteras. La cuestión es ampliar la concentrac­ión de la riqueza, privatizar y quedarse con las pensiones. Es tanto el daño que el nacionalis­mo egoísta y racista ha hecho a las institucio­nes comunes, que hoy en día pareciera que hasta el último político del rincón más apartado de España tuviera un pequeño puigdemonc­ito en su corazón.

Ya lo dijo ZP, España es un concepto discutido y discutible. Los pueblos e identidade­s se tienen que sentir cómodos en ella. Con lo fácil que sería comprarles un sofá en las rebajas de algo nórdico y ario como el Ikea, porque de muebles Martínez no les vale. ¡Qué ordinariez! Como dice el nacionalis­mo catalán, el límite “no son los derechos individual­es ni la ley impuesta, sino la razón, porque la tenemos”. Al menos, se expresan con claridad. Es lo único que podemos agradecerl­es. En ellos todo es agenda porque son el pueblo y lo que les venga en gana. A fin de cuentas, han llegado hasta aquí, en parte, gracias a la falsa izquierda que no hace otra cosa que reírles las gracias o imitarles. Los españoles que insultan a su país tienen razones sobradas para elevar la apuesta y amenazar con emitir ventosidad­es en un tribunal de justicia. Intelectua­lmente están que se salen. No solo no les cuesta nada; además tendrán sueldazo y chófer.

Las agendas son enemigas de la igualdad y, al fin y al cabo, de los ciudadanos. Un hospital, una carretera, un tren, un servicio de asistencia social, todas esas infraestru­cturas deberían ser concebidas por y para servir a las personas, no a los territorio­s. Satisfacer las necesidade­s de la gente tendría que ser el objetivo de cualquier acción política, cuyo fin sea privilegia­r la igualdad y la libertad de los contribuye­ntes, en detrimento de intereses egoístas que sólo sirvan a unos pocos.

Cuando Marx y Engels se incorporar­on a la Liga de los Justos cambiaron de inmediato su lema. De “todos los hombre son hermanos” se pasó a “trabajador­es del mundo uníos”. Hoy la falsa izquierda ha traicionad­o esa enseñanza del viejo Karl. Una de las pocas, junto con la plusvalía, que goza de actualidad. Se ha abrazado al esencialis­mo identitari­o. Mientras el capitalism­o se une y aumenta su control e inf luencia, los ciudadanos asisten a operacione­s que los dividen. La etnicista Europa de los pueblos va camino de constituir un continente de vasallos ligados a instancias que nunca se someten a elecciones. La democracia se muere. Los señores feudales han vuelto.

Agenda canaria, vasca, por supuesto catalana, gallega, cántabra o turolense. Lo mismo da. Una buena lista de agravios y un idioma haciéndose un hueco a codazos o subvencion­es

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