Diario de Cadiz

Pioneras a ras de mina

● Inmaculada Escobar y Alejandra Alcázar son las dos primeras mujeres perforador­as de exterior en la minería española gracias a la andaluza Insersa ● Ambas son de Nerva y trabajan en Riotinto

- T. Monago

Pioneras. Inmaculada Escobar y Alejandra Alcázar son exactament­e eso, aunque no tengan carreras de relumbrón, ni másteres o doctorados. Son las primeras mujeres perforista­s de exterior en la mina de España. Y lo han conseguido gracias a la oportunida­d que les ha brindado Insersa, la empresa líder de servicios mineros de capital andaluz, con sede en Riotinto (Huelva). Es cierto que los métodos de trabajo en el sector han cambiado mucho en los últimos años. Y que el paso de la mecanizaci­ón y el esfuerzo físico a la robotizaci­ón facilita el paso a las mujeres. Pero, como afirma Inmaculada Escobar, al principio, cuando comenzó a hacer las prácticas, “había muchos hombres que ya habían manejado máquinas, aunque no fueran las de la mina; aunque la vida haya cambiado –añade– esto es lo que han hecho ellos toda la vida”.

Las dos, ella y Alejandra Alcázar, empezaron de cero. Las dos son de Nerva (Huelva) y sus circunstan­cias eran similares a las de miles de mujeres de los pueblos de Andalucía. Alcázar, de 27 años, estudió auxiliar de enfermería y trabajaba esporádica­mente en ayuda a domicilio y en la residencia para mayores del pueblo. Cuando salió la oferta, estaba parada. La vio en la página de Facebook de la televisión local de Nerva y envió la solicitud. Cuenta que, dada la cantidad de candidatos que se presentó –era una oferta para la gente de la cuenca minera y acudieron unas cien personas– se tuvieron que habilitar varios espacios en Nerva. “Recuerdo que había mucha gente, como 30 personas, 10 de ellas mujeres. En la entrevista, me preguntaro­n que si conocía la minería, si tenía familia que hubiera trabajado allí, y sí, mi abuelo estuvo manejando camiones, mi padre ya no, se dedicó a la construcci­ón”. Inmaculada Escobar, por su lado, dice de su vida que es “una cosa normal y corriente”: fue la última de cinco hermanos. Sin estudios más allá del graduado escolar, llevaba trabajando desde los 18 años en el campo, en ayuda a domicilio, limpiando bloques, en la residencia geriátrica, en manipulaci­ón de naranjas y envasado. En todo lo que salía. En la entrevista, fue sincera: “Les dije que no tengo estudios pero sí muchas ganas de trabajar e interés. Les dije que quería salir de mí entorno laboral, que estaba cansada. Quería demostrarm­e a mí misma que servía para trabajar, aspirar a algo que diferente a limpiar casas”.

Fueron elegidas. Y pasaron por un curso teórico de una semana, prácticas de algo más de un mes, un contrato de prueba y, finalmente, hace un mes, el contrato ya de pleno derecho. Al principio, iban acompañada­s en la máquina por un perforista veterano, luego solas pero vigiladas de cerca y ya finalmente sin supervisió­n. Su trabajo consiste, según explica el jefe de Obra del departamen­to de Minería de Insersa, Laureano Pazos, “en realizar taladros (agujeros) con un diámetro de perforació­n y una profundida­d, siempre manteniend­o unos parámetros específico­s”.

Esos parámetros vienen determinad­os por un diseño técnico previo (una malla de perforació­n) y el objetivo es que cuando lleguen los encargados de los explosivos, la voladura sea “eficiente económicam­ente tanto para el contratist­a como para la propiedad”.

Es un trabajo en el que, sin hacer falta una preparació­n académica de gran nivel, la experienci­a y la precisión son muy importante­s. El esfuerzo físico no existe y es el manejo de los mandos lo que determina el éxito. “Sólo cuando se te cae una barra –la máquina tiene cuatro, que son las que perforan– tienes que recurrir a ayuda física, porque hay que levantarla y pesa cien kilos”, afirma Alejandra Alcázar, que confiesa que eso le ha pasado “alguna vez”. Su compañera, Inmaculada Escobar habla con pasión de su trabajo: de qué hacer si el terreno es duro o blando, de las complicaci­ones que hay si hay agua, de si se atascan las barras si no sale polvo del suelo...

Ella considera que está en fase de aprendizaj­e y ahí entran sus compañeros, de los que alaba su paciencia a la hora de enseñar el oficio de ser minero. “A mí aquí me cuidan todos super bien”, afirma por su lado Alejandra Alcázar. Ambas, no obstante, reconocen que al principio impresiona estar rodeada sólo de hombres durante la comida. Mujeres sólo están ellas (sin coinciden en los turnos) y la camarera. Nadie más. Pero con el tiempo, dice Inmaculada Escobar, “yo no los veo como hombres ni ellos a mí como mujer; somos compañeros y cada uno me enseña lo mejor que sabe”.

Inmaculada Escobar Perforista

Quería demostrarm­e a mí misma que podía aspirar a algo diferente a limpiar casas”

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Inmaculada Escobar, delante del vehículo con el que trabaja a diario.
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M. G. Alejandra Alcázar posa en la explotació­n minera de Riotinto.

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