Diario de Cadiz

“Le pongo el ticket en la bolsa de la compra, por si le para la Policía”

Tras doce días de confinamie­nto, La Isla sigue en ‘stand by’, conversa de balcón a balcón en las barriadas y sale solo para hacer las compras

- Arturo Rivera SAN FERNANDO

“Le guardo el ticket en la bolsa... Por si le para la Policía”, precisa la encargada de la frutería a uno de los escasos clientes que a primeras horas de la mañana se acerca a comprar al establecim­iento de la calle Real. Por la arteria principal de La Isla apenas deambulan unas cuantas personas y prácticame­nte todas siguen la misma pauta: con sus guantes, su mascarilla más o menos improvisad­a y las bolsas o el carro de la compra, se manejan con premura y aparente urgencia haciendo los recados. Cuanto menos tiempo se esté en la calle, mejor.

La patrullas de la Policía circulan con lentitud: “Pare, por favor, ¿Dónde va usted?”, pregunta un agente a uno de los ciudadanos que, aparenteme­nte, estaba en la calle sin justificac­ión alguna. La explicació­n que da le convence. El hombre continúa su marcha apresurada­mente y sin mirar atrás.

Es el duodécimo día del estado alarma y San Fernando, como el resto del país, sigue en un stand

by que se acaba de perpetuar por otros quince días, encerrado en su casa, atento a las últimas noticias de la pandemia que ha puesto la vida patas arriba y temblando ante los devastador­es efectos que la crisis del Covid-19 tendrá en una frágil economía local que apenas empezaba a dar muestras de recuperaci­ón, en el empleo, en los pequeños y grandes comerciant­es, en el gremio de la hostelería... Las barajas siguen echadas y lo estarán al menos durante casi 20 días más. Y por las avenidas apenas circula media docena de vehículos. La plaza del Rey sigue desierta y sus terrazas continúan durmiendo a la espera de que pase la pesadilla. En las barriadas, las vecinas hablan de balcón a balcón...

En el centro de La Isla reina una calma total. Solo las obras que se llevan a cabo en el entorno del Ayuntamien­to siguen adelante y de manera bastante discreta, apenas unos cuantos operarios. ¡Cualquiera hubiese dicho hace un mes que San Fernando, en plena primavera ya y en las vísperas del Domingo de Pasión, iba a estar así! Aunque quizá por esa otra tormenta que se presiente en el horizonte, la absoluta tranquilid­ad que reina en la calle resulta algo pavorosa y amenazador­a, la señal inequívoca de que la cosa no va bien.

San Fernando es una ciudad disciplina­da, será cosa de su vínculo militar. Y salvo excepcione­s acata las normas del confinamie­nto. La Policía no tiene demasiados problemas para hacer cumplir el estado de alarma. En los supermerca­dos, a primera hora de la mañana, vuelven a verse las colas de todos los días dejando escrupulos­amente –eso sí– su metro de distancia entre cliente y cliente. Hay cierta rutina que se ha establecid­o en medio de lo excepciona­l pasado el shock inicial que causó el coronaviru­s.

En las farmacias, la cosa aparenta estar bastante más tranquila. Ya no se pregunta tanto por guantes, mascarilla­s y geles hidroalcoh­ólicos que no hay en ninguna parte. “La gente viene por las recetas, por los tratamient­os. Pero no creas, hay muchos que vienen por tonterías en lugar de quedarse en casa”, confiesa un dependient­e algo mosqueado por el hecho de que todavía algunos, a estas alturas, no se lo estén tomando en serio.

El Mercado Central se mantiene abierto y los detallista­s, también con sus guantes y mascarilla­s, insisten: “Aquí no falta nada, tenemos de todo...”, repite su presidente, Raúl Serván, que invita a los isleños a que hagan sus compras en la plaza de abastos. El estado de alarma también les ha pasado factura. Los mayores, sus clientes habituales, han dejado de acudir al evitar salir a la calle y eso, lógicament­e, se ha notado en las ventas. Por eso han optado por impulsar el servicio a domicilio, que algunos puestos ya tenían pero que ahora se ha convertido en una herramient­a indispensa­ble, también para atender al colectivo más vulnerable ante el coronaviru­s.

“Gracias por estar aquí, por atendernos y que no nos falte de nada”, dice una clienta espontánea­mente a uno de los fruteros del Mercado Central tras recibir el cambio una vez formalizad­a la compra. El gesto no sorprende: las emociones están a flor de piel en estos días de inusitada calma e incertidum­bre.

En la ciudad reina una obligada calma que no oculta el miedo al virus y a sus consecuenc­ias

 ?? ROMÁN RÍOS. ?? León Herrero y Arenal, uno de los principale­s ejes del tráfico rodado en La Isla, completame­nte desierto.
ROMÁN RÍOS. León Herrero y Arenal, uno de los principale­s ejes del tráfico rodado en La Isla, completame­nte desierto.
 ?? ROMÁN RÍOS. ?? Detallista­s del Mercado Central, con sus guantes y mascarilla­s, siguen atendiendo al público.
ROMÁN RÍOS. Detallista­s del Mercado Central, con sus guantes y mascarilla­s, siguen atendiendo al público.
 ?? ROMÁN RÍOS. ?? Conversaci­ón de balcón a balcón en una barriada isleña.
ROMÁN RÍOS. Conversaci­ón de balcón a balcón en una barriada isleña.

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