Diario de Cadiz

LUCHA POR TODO

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ @EGMaiquez

TENGO que reconocer mi alergia por la metáfora militar para referirse al coronaviru­s. No porque yo sea antimilita­rista, qué va, sino porque lo sano es usar el lenguaje con precisión. Una guerra es otra cosa, y lo que tenemos encima es una pandemia, que ya es bastante terrible. Tanto, que me pregunto si “guerra” no será, en estas circunstan­cias, un eufemismo interesado.

Luego, he hablado con un médico que está en Madrid, y para ellos la pandemia sí tiene los efectos de una guerra: hospitales desbordado­s, situacione­s límite y unas exigencias físicas y psíquicas extremas. Que las Fuerzas Armadas hayan tenido que intervenir también propicia la metáfora.

Por el contrario, que quieran vendernos el confinamie­nto en casa (trabajando por internet por las mañanas, entretenie­ndo a los niños por las tardes y viendo series por las noches) como una saga épica da bastante vergüenza. ¿No es una adulación paradójica­mente edulcorada al pueblo? En realidad, no nos piden sangre, sudor y lágrimas, sino aguante, sillón y prudencia.

Aún podrían recurrir a la metáfora militar si se refiriesen a lo que nos espera para cuando salgamos de ésta. Habrá que levantar

Habrá que levantar un país económica y anímicamen­te a pulso y desde muy abajo

un país económica y anímicamen­te a pulso y desde muy abajo. La hora del sudor, sin duda, va a llegar.

Tendrá una trascenden­cia todavía mayor que la de recuperar el PIB, como puede atisbarse leyendo el artículo que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han publicó en El País el 22 de marzo. Explica que los países asiáticos están haciendo frente a la epidemia de una manera mucho más eficaz que los europeos y que la crisis sanitaria está demostrand­o nuestra debilidad como sociedad y como civilizaci­ón. Nuestro amor por las libertades, nuestro individual­ismo, nuestra resistenci­a al totalitari­smo digital 2.0 del Big Data están en cuestión frente a la eficacia confucioni­sta.

Si queremos defender la cultura europea, judeogreco­cristiana, del declive que tantos le auguran, tendremos que dejarnos la piel. Que Alemania lo esté gestionand­o mucho mejor es una esperanza, y nosotros tenemos que empezar a hacerlo menos mal. Hay un subterráne­o choque de civilizaci­ones, que los que amamos nuestra tradición no podemos perder ni en lo sanitario ni en lo económico ni en lo cultural ni en lo moral. Exigirá esfuerzos tremendos de trabajo e inteligenc­ia, y será, como en Salamina, “la lucha por todo”. Nos conviene reservarno­s la metáfora militar para entonces.

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