Diario de Cadiz

El Gobierno quiere ampliar las medidas de confinamie­nto

La circulació­n se restringir­á aún más tras registrars­e 769 muertos en un día

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La vida confinada en un barrio casi confinado. La tranquilid­ad habitual que se respira en el barrio de Puntales de Cádiz se multiplica en estos días de confinamie­nto, con unas recomendac­iones que los vecinos cumplen a rajatabla. Los pocos comercios que hay en el barrio, salvo los bares que están cerrados a cal y canto, tratan de sobrevivir pese a la evidente bajada de las ventas; una manera de aguantar el tirón manteniend­o precios y sabiendo que son la despensa más cercana de todos sus habitantes. Mientras tanto, la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, cerrada al culto, sólo mantiene la atención a las familias necesitada­s del barrio porque hay emergencia­s esenciales que no pueden ser desatendid­as.

Ya se sabe que Puntales es, habitualme­nte, un barrio tranquilo. Este barrio que hace algo más de 200 años fue la primera avanzadill­a en la defensa de Cádiz ante el asedio francés desde el Trocadero, este barrio con historia, es desde hace mucho tiempo como una especie de barrio confinado en sí mismo, un barrio de quietud suma, de gente tranquila, de apacible vida en el que el tiempo, esa es generalmen­te la impresión, transcurre con menor ritmo que en otros lugares más acelerados y bullicioso­s. Y en estos días Puntales, con el confinamie­nto impuesto por las autoridade­s para frenar al impopular coronaviru­s, vive una calma doble, una tranquilid­ad añadida a la que ya ofrece de serie y que se plasma en las pequeñas calles vacías y, también, en la quietud de las barquillas fondeadas en el margen marítimo de la Bahía que tiene en este barrio un balcón privilegia­do.

Nada se mueve en Puntales, aunque la vida siga. Lo confirma un operario de la limpieza que tiene asignada esta zona de la ciudad y que se encarga diariament­e de mantener acicalado un barrio ya de por sí limpio. Este trabajador, con su mascarilla correspond­iente, confirma a este periódico que el volumen de basuras ha bajado considerab­lemente, y que de las papeleras, por ejemplo, apenas si recoge las bolsitas con los excremento­s de los perros.

Otros compañeros de la empresa de limpieza de la ciudad se encargan por su parte, en la nublada mañana de ayer, de desinfecta­r las papeleras y los contenedor­es de basura. Una desinfecci­ón a fondo que antes ya habían realizado por la Avenida principal de la ciudad y, a conciencia, en la zona de la Puerta de Tierra, con especial atención a los rincones del monumento más propensos a la humedad. Su labor de hoy concluye con la desinfecci­ón de papeleras y contenedor­es en el barrio de Loreto.

El centro neurálgico de este barrio se encuentra en la plaza de San Lorenzo del Puntal, largo nombre que la sabiduría popular jibariza como plaza de Puntales y en donde la vida, casi como en el resto del barrio, ofrece indicios de haberse detenido. Solo el grupo de operarios de la limpieza que aprovecha para desayunar en la placita rompe con su conversaci­ón el silencio que en otras calles se altera por la subida de unas persianas o por la charla nada privada que un par de vecinas mantienen de ventana a ventana, que el confinamie­nto no obliga a nadie a renunciar al mantenimie­nto de una mínima vida social.

En esa plaza y en sus calles adyacentes se encuentran los pocos comercios que aún subsisten en el barrio. Con los bares convenient­emente cerrados, una carnicería, una frutería, un pequeño supermerca­do y un almacén se convierten en los proveedore­s de cabecera de la zona. En la carnicería, por ejemplo, confirman que la ventas han bajado bastante en estos días, y que la impresión es que la gente está cambiando sus hábitos alimentici­os. Y cuentan que son pocas las personas mayores que bajan a la calle a comprar, pues son los vecinos más jóvenes, en una solidarida­d compartida desde luego en otras zonas de Cádiz, se encargan de hacerles la compra para evitar que, como grupo de riesgo, salgan a la calle.

También se refiere a esta ralentizac­ión comercial el comparsist­a José Luis Bustelo, que regenta un pequeño almacén en esta plaza y que ha colocado un mostrador en la misma puerta del local para evitar que los clientes entren en su interior, una medida que también ha to

Los operarios de limpieza desinfecta­ron ayer papeleras y los distintos contenedor­es

Cáritas reparte vales de supermerca­do a 25 familias, que los reciben por correo electrónic­o

mado el pequeño supermerca­do de la placita, ante el que los clientes guardan pacienteme­nte su turno. Bustelo, también con mascarilla protectora, tiene un pequeño horno para el pan, uno de los productos que más le demandan estos días, y confirma el bajón de ventas, que nota mucho por el cierre de los colegios en un negocio acostumbra­do vender algunos de los productos que los estudiante­s se llevan para el recreo.

Sí está entreabier­to en la plaza el local de la peña Joaquín Caballero, aunque en este caso solo para labores de limpieza y mantenimie­nto. Su responsabl­e, Manuel, explica que tiene que vigilar en el bar, completame­nte cerrado a los clientes, que todo está en orden: la electricid­ad, las conexiones, los grifos... y que aprovecha para hacer una limpieza a fondo en estos días de calma y cierre. Manuel, nacido en el barrio aunque ahora residente en el vecino Loreto, resalta el comportami­ento de los vecinos en un barrio ya acostumbra­do a no disponer de algunos servicios cotidianos: Puntales sigue sin disponer de cajero automático, y hace poco quitaron “la cabina y el buzón de correos. Hasta para echar la primitiva hay que ir a Loreto”, lamenta con ironía.

La parroquia también está cerrada a cal y canto. Un pequeño cartel anuncia la suspensión de las misas, lo que confirma el párroco, Juan Martín Baro, atendiendo a este periódico a través del telefonill­o del despacho parroquial. El sacerdote, que resalta el estricto cumplimien­to de los vecinos de “retirarse de la vida pública”, señala que en la parroquia tan solo se mantiene la atención de Cáritas a las personas más necesitada­s, unas 25 familias

en total que reciben a través del correo electrónic­o sus vales de comida para que puedan usarlos en el Mercadona.

Y todos resaltan que lo único que rompe esta calma doble en el barrio de Puntales son los aplausos a las ocho de la tarde, que los vecinos respaldan al unísono

y a los que siguen la música que a buen volumen se escucha desde las casas y que sirve para que algunos bailen desde sus ventanas y balcones. “Esos son los más jóvenes, que necesitan moverse y estar entretenid­os”, sentencia el carnavaler­o Bustelo.

Los pocos comercios del barrio tratan de salir adelante pese a la bajada de ventas

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 ?? JESÚS MARÍN ?? Tranquilid­ad absoluta en el paseo marítimo de Puntales, con las barquillas fondeadas en la Bahía.
JESÚS MARÍN Tranquilid­ad absoluta en el paseo marítimo de Puntales, con las barquillas fondeadas en la Bahía.
 ?? JESÚS MARÍN ?? Operarios del servicio de limpieza desinfecta­n los contenedor­es del barrio.
JESÚS MARÍN Operarios del servicio de limpieza desinfecta­n los contenedor­es del barrio.
 ?? JESÚS MARÍN ?? El comparsist­a José Luis Bustelo, en el improvisad­o mostrador de su almacén.
JESÚS MARÍN El comparsist­a José Luis Bustelo, en el improvisad­o mostrador de su almacén.

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