Diario de Cadiz

Carta de ajuste para la cadena perpetua

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No hay nada más analógico que este inmóvil cartón de rayas y redondeles que abría la programaci­ón, consiguien­do en su época pese a todo un 100% de cuota de audiencia. Era la carta de ajuste cuando habían pocas cartas que ajustar. Una imagen fija durante quince minutos con música clásica o cantos regionales que antecedía a la emisión de la Primera Cadena, a las dos menos cuarto y al filo de las siete de la tarde. Porque sí, hasta 1983 La 1 actual se iba a blanco (a sopa de electrones) a media tarde dirigiendo con su dedo a los espectador­ese a que se largaran a leer un libro o a irse a la calle. Y La 2, para los que tenían el UHF, comenzaba a las ocho de la tarde. Así fue hasta entrados los años 80. La televisión matinal se estrenó con el ingreso en la CEE, en 1986.

La carta de ajuste avisaba que la función iba a comenzar. Su presencia permitía ajustar con sus rayas y recuadros el tono y el contraste, que eran los botones que acompañaba­n al volumen del televisor y cuando el zapping era imposible. Hubo quienes sugirieron quitar la carta para poner en su lugar fotos de obras de arte sin saber de su utilidad.

TVE tuvo una carta de cartón (la que se acompaña a las imágenes pioneras) y una segunda electrónic­a en blanco y negro, estrenada en 1962. La que los veteranos podemos recordar en color fue el invento de un danés, Finn Hendil, que la perfeccion­ó en 1973 y en España se incorporó, con el color, en el 75. Se mantuvo durante más horas de espera, con chirriante pitido como el del fundido en negro cuando cerraba la emisión a medianoche (y con unas campanas añadidas para terminar de despertar a los dormilones del sofá ).

La carta de ajuste con su estampa de un dibujo técnico recortado con papel charol escolar era la televisión que no era tele. Esos minutos perdidos de espera tan de bostezo como otros tantos programas de la TVE del monopolio.

Con la llegada de las privadas en los 90 se estiró la parrilla hasta cubrir la madrugada y La 1 se nos convirtió en una cadena perpetua. Fue en 1996. La televisión se convirtió en un cuento sin fin, sin nada que ajustar ya./F.A.GALLARDO

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