Pemán y la oscura memoria
Calificar a Pemán de franquista no es nada exacto Fue monárquico, católico, de derechas, enamorado de España, de Cádiz, de la cultura y las letras, y pieza importante de la Transición
MONÁRQUICO, católico, más bien de derechas, enamorado de España, de Cádiz, de la cultura y las letras, con una familia muy numerosa y pieza importante de la transición en nuestra reciente Historia. Estas virtudes (para unos) o defectos imperdonables (para otros) definen a José María Pemán.
Según la RAE, la Historia es la “narración y exposición de los acontecimientos pasados”. No deja de ser impresionante que la Historia no sea el acontecimiento sino su narración, algo que haría sonreír a cualquier escritor de todo tiempo, desde Homero hasta Borges. Y ya que el acontecimiento fue lo que fue, su exposición suele manipularse en el presente con el objetivo de cambiar la historia.
En este sentido, ¿qué es la Ley de Memoria Histórica sino un instrumento gubernamental de protección intelectual o jurídica para cierta revancha de todo aquello que tuviera que ver con el Régimen anterior? José María Pemán, mi abuelo, es un caso paradigmático de lo que estamos hablando, donde a la impunidad jurídica frente a un delito que podemos calificar de odio, se une no ya el desconocimiento veraz del pasado sino la imposibilidad de adquirir interés en conocer. La difamación sectaria y maledicencia ha dejado de ser barata para ser gratuita.
En la aplicación de la referida ley, en febrero de este año fue retirado el busto de Pemán de su casa natal, situada en la calle (aún llamada) Isabel la Católica; y ahora, con venezolana democracia, le ha tocado al teatro perder su nombre. El principal motivo para tales fechorías es su participación en el Franquismo.
Cualquiera que no conozca al escritor pudiera pensar que hablamos de un militar de alto rango a las órdenes directas del Caudillo. Evidentemente, el escritor tomó partido por una de las dos Españas en la Guerra Civil, aquella que militar, política y culturalmente luchó a vida o muerte contra un Comunismo exaltado.
Políticamente (si por esta palabra queremos entender un proyecto personal para España) Pemán fue un enamorado de su patria, que soñaba y luchaba por la restauración de la monarquía y de la democracia constitucional. Literariamente, tendríamos que hablar de él como poeta, autor de teatro, académico, orador con chispa y articulista con gracia (en un sentido tan sobrenatural como gaditano). Como intelectual, en una etapa especialmente compleja, hizo lo que pudo por construir desde los escombros un futuro cultural para los españoles.
Desde hace años se pretende dar a entender una especial sintonía del escritor con Franco, pero lo cierto es que la relación entre ambos –dentro de un gran respeto mutuo– no fue sencilla. Hubo discrepancias singulares, y algunas significativas. El fin de estas palabras es aclarar la Memoria Histórica para aquellos que, con rectitud de intención, a estas alturas de la historia y bajuras de la memoria, quieran conocer objetivamente esta página de la verdad.
El 14 de diciembre de 1966 se aprueba en referéndum la Ley Orgánica que ratifica la definición de España como Reino. Una Ley embrollada, compleja y carente del mecanismo suficiente para ser aplicada sin ambages. Una ley muy medida por Franco y, en opinión del escritor, con la indeterminación suficiente para que no hubiera apariencia de interinidad en su poder.
A José María Pemán, el futuro post–Franco le ocupaba mucho pues mucho le preocupaba el devenir de España. Franco se había convertido ciertamente en una Institución, y sólo otra institución suficientemente solvente podría aportar un elemento de moderación, equilibrio y automatismo sucesorio.
A raíz de esta Ley Orgánica, desde el 21 hasta el 27 de diciembre de ese mismo año tiene lugar una interesante batalla entre “los primeros espadas” de los periódicos ABC y Arriba, que define muy bien el alma política del gaditano y que es digna de ser recordada.
Con la publicación de su artículo La Sucesión (ABC 21 diciembre de 1966) expone: “Ni Napoleón, ni Mussolini, ni Hitler, ni Perón, acertaron a hacer de hombres del tiempo cuando anunciaron anticiclones y bonanzas, alguno incluso para un milenio, pero que nunca cuajaron”. Es por esto, por tratar de aportar certidumbre al futuro de España, que Pemán en su artículo trata de concretar aquella ley, no solo en la significativa palabra de Reino sino directamente vincularla a una monarquía y dinastía; evidentemente la de los Borbón, como fuera el deseo de Alfonso XIII trasmitido a Franco antes de morir exiliado en Roma.
En una época en la que los colaboradores de Don Juan de Borbón eran perseguidos y exiliados por el Régimen, sólo el prestigio y valentía pudieron hacer que Pemán se atreviera a escribir un artículo tan políticamente incorrecto sin temer represalias.
La reacción del diario del régimen Arriba no se hace esperar. Dos días después y de la mano de su mismo director, Manuel Blanco Tobío, en su artículo La dinastía del Pueblo, responde con dureza e indignación: «La definición de reino dada al nuevo estado español no puede ser confundida con una dinastía cuyo último reinante fue sucedido por la mayor catástrofe de la última historia de España. Ni la herencia que nos deje Francisco Franco, henchida de gloria, de prosperidad y de esperanza, puede ser comparada con el testamento dictado en una habitación del Gran Hotel de Roma”.
Al siguiente día, Nochebuena de 1966, Torcuato Luca de Tena, Director de ABC, salió en ejemplar defensa de la memoria de Alfonso XIII y de la libertad de opinión de Pemán: “Ni la monarquía fue la causa de la Guerra Civil española, sino la Republica; ni la forma monárquica de gobierno es una utopía, sino un deseo expresado por dos veces por el pueblo español, ni puede estar prohibido que un monárquico, bajo la responsabilidad de su propia firma, dibuje sus deseos apoyándolos en la modesta contribución de manuales de historia”.
Aunque la refriega periodística continuó, adquirió tal dimensión que hasta el propio Franco se pronunció al respecto. En un episodio recogido en el libro Mis conversaciones privadas con Franco, del que es autor el teniente general Francisco Franco Salgado–Araujo Pacón, Franco califica de intolerable el artículo de Pemán, pues da a entender un patrio acuerdo con el entonces infante Don Juan. Concretamente diría: “Esto es inaudito, y este deñor (Pemán) se merece una sanción o una llamada de atención, no considero al Infante Don Juan merecedor de la confianza del pueblo español”.
Este hilo de alta tensión es el que unió a Pemán con Franco los últimos años, hasta la muerte de éste el 20 de noviembre de 1975. Por tanto, de Pemán podrá decirse que luchó desde la cultura en el Bando Nacional en la Guerra Civil, que fue un referente de la cultura y de las letras durante el
Franquismo, un creador de opinión desde sus Terceras de ABC, un ferviente católico, un monárquico por convicción y “por acción” y un finísimo embajador de Cádiz allá por dónde iba. Pero calificarle de franquista precisamente… no es para nada exacto.
Tras fallecer Franco, España vivió una sucesión modélica. Don Juan de Borbón, habiendo recibido durante su larga etapa en Estoril las recomendaciones de su consejo privado, formado por más de noventa miembros y presidido justamente por Pemán, renunció a sus derechos dinásticos en favor de su hijo, quedando así restaurada la monarquía parlamentaria.
En diciembre de 1978, con altitud de miras, con generosidad, con visión de Estado, de servicio a la Patria y con la única intención
La difamación sectaria y maledicencia han dejado de ser baratas para ser gratuitas
Se da a entender una especial sintonía de Pemán con Franco, pero su relación no fue fácil
de mirar hacia delante, los siete padres de la Constitución –representantes al completo del arco político del momento– dejan a un lado sus diferencias para regalar a España un período de prosperidad y normalidad democrática que sigue siendo hoy día ejemplo para otros países.
El 16 de mayo de 1981, en reconocimiento a su lealtad a la institución monárquica, Pemán es nombrado Caballero de la Insigne Orden del Toisón de oro. Dos meses después fallece y en paz descansa (por ahora) en la cripta de la Catedral de Cádiz.
Normalmente los homenajes y reconocimientos llegan post mortem; pero este es uno de esos tristes casos en los que ocurre lo contrario. Con la llegada de la “nueva” política, los dirigentes de izquierda, animados por una revancha disfrazada de justicia universal, están diseñando una historia al margen de la Historia.
A cada nueva afrenta a Pemán (que, dicho entre paréntesis, a nosotros, su familia, tanto duele) crece su estatura moral, por lo manifiestamente ilegal de los argumentos en lo que sería una justa ley de memoria histórica, por la desproporción de fuerzas, por lo miserable de las formas… Las injusticias siempre pasan una factura amarga, y es frecuente –así nos lo enseña la Historia de verdad, la insobornable– que esa factura sea cara y la acabemos pagando todos.