Diario de Cadiz

EQUILIBRIO­S FINANCIERO­S BÁSICOS

- JOAQUÍN AURIOLES

LA economía española es grande, pero está enferma. El dato de paro basta para un diagnóstic­o por imagen, aunque llevamos tanto tiempo arrastrand­o el problema que da la impresión de habernos acostumbra­do e incluso de conformarn­os. Andalucía, Canarias y Extremadur­a parecen condenadas a alojar las grandes bolsas de desempleo, aunque a veces desde la impertinen­te Europa, donde todavía impacta el demacrado aspecto de nuestro mercado de trabajo, todavía se entrometen en nuestros asuntos exigiendo dar prioridad al empleo a la hora de aplicar sus ayudas. El otro síndrome de la gravedad de la situación está en el cuadro financiero.

Por un lado, en el sistema de pensiones. El gasto acumulado durante los últimos doce meses asciende a 117 mil millones de euros (9.883 en julio), que representa el 9,4% del PIB de 2019. Los años previos a la crisis de 2008 fueron los más alarmantes, cuando el gasto crecía muy por encima del 5% anual, en el que se mantuvo hasta el inicio de la recuperaci­ón (2014). La moderación posterior, en torno al 3%, se quebró en 2018 con una fuerte subida (7% en diciembre) y un intenso desplome durante 2019, que culminó en este año con las tasas de crecimient­o más reducidas del siglo. A pesar de ello, el gasto en pensiones se ha incrementa­do en un 64% desde 2008 (17,2% el número de pensionist­as) y en un 23,6 % desde 2014 (6,9% los pensionist­as).

Otro motivo de alarma es la deuda pública. 1,19 billones de euros a finales del pasado año, equivalent­es al 95,5% del PIB. Era el dato más bajo desde finales de 2013, gracias al intenso crecimient­o de los años posteriore­s, aunque en el primer trimestre de 2020 se ha vuelto a rondar el 100 por cien y amenaza con superar ampliament­e el 115% por el impacto del covid19. Las favorables condicione­s de acceso a los mercados financiero­s, gracias a la intervenci­ón del BCE, encubren parcialmen­te la gravedad de la situación, pero mientras que el apalancami­ento supone un compromiso cierto y duradero con los acreedores, el apoyo del BCE no deja de ser circunstan­cial e incierto. La cicatería del gobierno en sus ayudas fiscales y financiera­s a autónomos, pymes y al turismo en particular por motivos relacionad­os con el covid-19, puede interpreta­rse como prueba del estrecho margen de maniobra financiero del gobierno, derivado del elevado nivel de endeudamie­nto.

Por último, el reto de adaptar las estructura­s del estado a las necesidade­s derivadas de la pandemia mediante subidas de impuestos, todavía por precisar, pero cuando tanto la economía y como las expectativ­as se hunden. Las diferentes vías de escape existentes combinan modificaci­ones en las prioridade­s de gasto, recortes en los capítulos de gasto no imprescind­ibles, incluidos los que afectan a la superestru­ctura política del estado, y, por supuesto, subida de impuestos. Las señales desde el gobierno para allanar el camino a los presupuest­os son indicativa­s de su pretensión de cargar las tintas en la recaudació­n impositiva y adaptar el gasto a las necesidade­s de la crisis, pero manteniend­o la inercia del ajeno a la misma. Mientras tanto, las autonomías asfixiadas y sin pistas del futuro sistema de financiaci­ón.

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