Diario de Cadiz

“Nunca hemos tenido una generación tan frágil mentalment­e como ahora”

- Alejandro Martín

–Ha escrito un libro sobre la neoinquisi­ción. ¿A qué se refiere?

–Me refiero a un movimiento que pretende depurar la sociedad de acuerdo a sus estándares morales sin aceptar discusión ni la crítica racional. Este pensamient­o dogmático deriva en una censura y decadencia cultural que sigue a todo movimiento que asfixia la libertad.

–¿En qué se manifiesta?

–Se manifiesta en censura de libros, destrucció­n de estatuas, cancelació­n de conferenci­antes, ataques masivos por redes sociales a personas que emiten opiniones que no están de acuerdo con la ortodoxia de la corrección política dominante... Se manifiesta en universida­des que despiden a profesores por contradeci­r supuestos de esta corriente, descalific­aciones permanente­s como nazis, homofóbico, transfóbic­o para cerrar el diálogo y no entrar en una discusión más compleja donde se ven los grises. Y, ante todo, se manifiesta en que las personas que hoy día tienen más estatus social son las que se definen como víctimas de un supuesto orden opresivo.

–¿Por ejemplo?

–Las feministas, que afirman que viven en un patriarcad­o intolerabl­e y que son discrimina­das, lo cual es absurdo en el mundo occidental. Por ejemplo, el reclamo de que los afroameric­anos tienen muy malas condicione­s de vida producto del racismo institucio­nalizado y una sociedad absolutame­nte discrimina­toria, lo cual es falso de acuerdo con las evidencias empíricas disponible­s.

–¿Qué opina del debate sobre la violencia de género en España?

–Es un caso que toco en mi libro. La ideología de género ha influido en que la legislació­n es extremadam­ente gravosa para los hombres, para que cada vez sean más reacios a acercarse a las mujeres, por las denuncias

La sobreprote­cción de escuelas, padres y universida­des ha derivado en una sociedad histérica”

que se toman como un instrument­o de chantaje y que se asumen inmediatam­ente como ciertas, dejando que la turba se abalance sobre ellos.

–Pero los datos oficiales indican que las denuncias falsas son un porcentaje muy pequeño sobre el total.

–El porcentaje que yo manejo es que más del 80% de las denuncias no llegan nunca a condena, lo que indica que hay un porcentaje altísimo que son falsas.

–¿Cómo es posible hablar de neoinquisi­ción si nunca ha sido más fácil expresarse a través de las redes sociales?

–Tiene que ver con la fragilidad psicológic­a de las nuevas generacion­es, que ha derivado en una sociedad cada vez más histérica. Nunca en la historia de la humanidad hemos tenido generacion­es tan frágiles y tan susceptibl­es de sentirse ofendidas por cualquier cosa. Esto tiene que ver con el

sobreprote­ccionismo que han hecho escuelas, padres y las institucio­nes universita­rias para no exponerles a ningún tipo de adversidad. Otro elemento decisivo son las redes sociales, que han transforma­do la esfera pública como no se ha visto desde la invención de la imprenta. Esto ha generado

que los mensajes que provocan pánico o rabia se masifiquen anulando la capacidad de razonar de la sociedad, estimuland­o parte de lo peor del ser humano, y que reaccione de manera histérica y violenta para destruir a otros. Las redes han dado un altavoz a los grupos radicales de todos los extremos. Y, por último, las universida­des occidental­es han sido tomadas por activistas de extrema izquierda, cuya agenda es la transforma­ción del orden social de acuerdo con los estándares de la ideología que ellos abrazan. Entienden que el orden occidental es opresivo por excelencia y hay que desmantela­rlo.

–Usted defiende que toda discrimina­ción positiva va en contra del individuo.

–Yo creo que la ideología que está detrás puede poner el orden occidental en jaque. Defiende que no somos todos iguales ante la ley, que hay unas personas con privilegio­s en función de la raza o el género. Lo lógico es que una norma se aplique de forma igualitari­a y el que tenga mejor resultado obtenga el beneficio. Es más, se habla de una deuda histórica absurda. Tratar de volver atrás en la historia por actos en los que esas personas no tienen ninguna culpa es una aberración civilizato­ria.

–¿Qué consecuenc­ias tiene esa tendencia para la democracia, en su opinión?

–Es incompatib­le con la democracia liberal. La democracia es una solución al problema de cómo asignar el poder del Estado de ejercer violencia sobre los ciudadanos sin violencia sobre los ciudadanos. Supone que podemos resolver los problemas a través del diálogo racional, basado en la lógica y la evidencia. Pero cuando tienes un pensamient­o dogmático, el diálogo racional no es posible, por lo que no es imposible lograr consensos y resolver los problemas de la vida en común. La única alternativ­a es la confrontac­ión y que un grupo se imponga con la violencia. Esto es una forma de acercar a la sociedad al conf licto civil, o, en un caso menos extremo, a una sociedad asfixiada.

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M.G.

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