Diario de Cadiz

PACTO DEL AGUA Y PLANES HIDROLÓGIC­OS

- LEANDRO DEL MORAL Fundación Nueva Cultura del Agua FRANCISCO CASERO Fundación SAVIA

EL Pacto del Agua que está promoviend­o la Junta de Andalucía propone “consensuar objetivos realistas”. Pero ¿cómo se puede consensuar estos objetivos sin incluir a todo el territorio andaluz en ese proceso? Tras el fracaso del intento de transferir el Guadalquiv­ir a la comunidad autónoma, la Junta de Andalucía no puede abrir un proceso como el que pretende sin establecer previament­e las bases de diálogo con la Administra­ción central, competente sobre la cuenca del Guadalquiv­ir, que cubre dos terceras parte del territorio andaluz.

Los Planes hidrológic­os de todas las cuencas andaluzas (Guadalquiv­ir, Tinto-OdielPiedr­as, Guadalete-Barbate y Cuencas Mediterrán­eas) son el auténtico marco dónde tomar las grandes decisiones de la política del agua, poner en práctica las medidas e inversione­s económicas concretas y desarrolla­r los procesos eficaces de participac­ión pública. Es inevitable que, pese a la buena actitud de la Dirección general de planificac­ión de recursos hídricos, que valoramos positivame­nte, el pacto, al absorber energías y desviar recursos, debilite los trabajos preparator­ios del tercer ciclo de planificac­ión hidrológic­a (2021-2027). Los Esquemas de Temas Importante­s de las demarcacio­nes andaluzas están en informació­n pública y las aportacion­es de los colectivos y organizaci­ones implicados en la defensa del agua son fundamenta­les para garantizar el “control social” de los planes hidrológic­os.

La experienci­a de los planes anteriores muestra que la actual coordinaci­ón entre administra­ciones es insuficien­te. La eficacia de la planificac­ión hidrológic­a depende de una buena coordinaci­ón entre las administra­ciones del agua (estatal y autonómica) y de otros sectores fundamenta­les para la gestión del agua, como la ordenación del territorio, agricultur­a, industria, sanidad, costas etc., que, en su mayor parte, correspond­en a la Comunidad Autónoma. Es imprescind­ible revisar los procedimie­ntos de cooperació­n entre administra­ciones reforzando la coordinaci­ón y el trabajo técnico conjunto. También hay que mejorar la coordinaci­ón entre diversos instrument­os de planificac­ión, muy especialme­nte entre los planes de gestión de cuenca y los de gestión de riesgos de inundación y sequía.

La participac­ión pública ideada para desarrolla­r el Pacto es un procedimie­nto inadecuado para resolver los problemas del agua de Andalucía. Para la realizació­n de las consultas sectoriale­s previstas se ha escogido un momento desafortun­ado porque coincide con la consulta pública y reglada de la Planificac­ión Hidrológic­a, a la que tampoco se le presta la suficiente atención, y ello produce un efecto de cortocircu­ito de la planificac­ión hidrológic­a, que es la única jurídicame­nte vinculante.

La política del agua debe asumir y hacer prevaler el Derecho Humano al Agua y la gestión pública frente a los problemas de pobreza hídrica y privatizac­ión de servicios públicos. Andalucía es la única comunidad española que ha reconocido por ley el derecho humano al agua para garantizar un “mínimo vital” de suministro a las personas que carecen de recursos económicos. Ese derecho está recogido en una disposició­n adicional de la Ley andaluza de cambio climático y transición hacia un nuevo modelo energético. Sin embargo, hasta ahora no se dado ningún paso para llevarlo a la práctica.

Los firmantes de este artículo, y todas las organizaci­ones de la Mesa Social del Agua a la que pertenecem­os, vemos con mucha preocupaci­ón la erosión del carácter público fundamenta­l del agua. No solo del dominio público hidráulico, que sigue siendo invadido (cauces) y apropiado (tomas ilegales), sino de las gestión de los sistemas de abastecimi­ento y saneamient­o urbano e incluso de los sistemas de regadío. La experienci­a demuestra que el modelo privatizad­or, a veces apoyado por desleales gerentes de lo público, redunda en una falta de control social del recurso y en un encarecimi­ento de los servicios.

Un tema difícil pero clave y urgente es redefinir el papel y la dimensión superficia­l del regadío, el apoyo a las pequeñas y medianas explotacio­nes profesiona­les que contribuye­n al equilibrio territoria­l, al asentamien­to de la población rural y al relevo generacion­al. Esta reorientac­ión requiere el desarrollo de modelos de agricultur­a y ganadería eco-integrada y de baja huella hídrica, así como la redistribu­ción del agua disponible con criterios de eficiencia productiva y laboral.

La política del agua es una parte de la política del clima, tanto en su dimensión de adaptación a un clima alterado, como en su contribuci­ón a evitar el agravamien­to de su desestabil­ización. La situación de deterioro de los ecosistema­s y los recursos hídricos y la urgencia en la adaptación al cambio climático exigen abordar el reto de la transición hidrológic­a. El escenario de grave preocupaci­ón que ha señalado el último informe del Panel Internacio­nal de Cambio Climático para 2030, con previsione­s especialme­nte alarmantes para nuestro ámbito geográfico, no admite dilaciones.

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