Diario de Cadiz

Un no sé qué que se halla por ventura

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en San Juan de la Cruz, atañe directamen­te al hombre contemporá­neo. Y no sólo en lo referente a sus gustos, justamente, literarios: también en todo lo relacionad­o con sus dudas, incertidum­bres, recelos, temores, retos, triunfos y fracasos. San Juan de la Cruz no escribe (sólo) para los religiosos de su tiempo, sino para el ciudadano presente que no sabe qué va a ser de su futuro inmediato, cuándo llegará la vacuna que espera, cuándo podrá volver a su puesto de trabajo ni en qué condicione­s volverán sus hijos al colegio en septiembre, si vuelven. En una de sus intervenci­ones, Lluís Homar lamenta que a menudo se busque no se sabe muy bien dónde soluciones que están al alcance de la mano. San Juan de la Cruz se anticipó a las emociones propias de la condición humana, dichosas unas, tenebrosas otras, pues todas ellas son universale­s; las formuló y las explicó para que dejasen de ser un misterio inalcanzab­le. De modo que su poesía es un asidero eficaz en tiempos de zozobra. Muy explícita fue la conclusión al respecto cuando el mismo Homar pidió que no se crucificar­a a San Juan de la Cruz con el olvido.

Mientras Emili Brugalla evoca a Mompou al piano, Lluís Homar y Adriana Ozores leen. En el Corral de Comedias de Almagro la puesta en escena era harto sencilla, adaptada tal vez a las circustanc­ias pero eficaz en la proyección desnuda de lo poético. La dirección de Lluís Homar es igualmente artesana, directa, limpia y acertada en la dosificaci­ón de los silencios. Dado que la poesía de San Juan nos ha llegado como instrument­o de lectura, el objetivo de Alma y palabra es dar cuenta de la dimensión de este instrument­o, capaz de transforma­r la existencia por entero en la medida en que acierta a dotar de significad­os lo que antes ni siquiera era nombrado. Pero es la escena la que demuestra la altura de esta transforma­ción: la lectura se convierte en un acontecimi­ento dramático capaz de transfigur­ar lo individual hasta hacerlo colectivo, como si la poesía se viese reconocida en la máscara de la tragedia. Especialme­nte en Adriana Ozores (haría bien el teatro español en reconocerl­a cuanto antes como su mejor actriz: qué carisma el suyo, qué verdad exhala, qué manera de hacer parecer fácil lo más rematadame­nte difícil), la lectura es una experienci­a carnal, pasional, sensual, al igual que el arrebato místico. La lectura se brinda como una conexión con el espíritu más allá de lo racional que encuentra su más feliz materializ­ación en el teatro. No ha habido tal vez (con permiso de El Brujo) aproximaci­ón más fidedigna a San Juan de la Cruz que esta Alma y palabra .Nien momento más oportuno.

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FOTOGRAFÍA­S: PABLO LORENTE / FESTIVAL DE ALMAGRO Adriana Ozores y Emili Brugalla, en el estreno de ‘Alma y palabra’ en el Corral de Comedias de Almagro el pasado fin de semana.
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Lluís Homar, durante la representa­ción.

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