Para Joaquín Ramos: se ha ido un grande

Qué disgusto nos has dado Joaquín. A esta maldita hora de la tarde de este miércoles tan triste, en la que intento decirte lo grande que has sido, ya te llevarán a hombros desde Talavera hasta el Cielo, los toreros y la gente de las dehesas esmorecidos de llanto y rotos de dolor.

Si Joaquín hasta el Cielo, hasta la cumbre donde siempre estuviste, porque después de tu paso por esta vida tú no puedes ir a otro lugar que no sea el mismísimo Cielo, a donde van las gentes tan buenas y tan legales como tú, querido Joaquín.

Nos dejas heridos, con el alma hecha jirones por donde se nos desangra sin poder contenerlo, todo tu afecto, tu alegría, tu optimismo vital, tu profesionalidad y toda tu verdad de hombre íntegro, sin siquiera poder abrazarnos por ultima vez a ti para no dejarte ir.

Hoy las dehesas están de luto riguroso por ti.

Hoy, en cada encina debe haber un crespón negro y los toros reburdean barruntando el dolor de tu ausencia, mientras vaqueros y mayorales se tragan su pena porque ellos no saben llorar, pero seguro que en cada embarque al amanecer, no faltara un padrenuestro para ti con un nudo de dolor en sus gargantas.

Es que eras muy grande Joaquín.

Eras la armonía humanizada. Esa armonía que derramabas por la vida y que tanto te gustaba ver en las hechuras y embestidas de tus toros.

Eras único, de verdad.

En tu profesión el número uno. Estudioso incansable y sabedor de donde estaban los sementales que mejor daban y las reatas de las vacas madres de los toros más bravos, desde Algeciras

hasta Salamanca, pasando por todas las ganaderías de la América taurina.

Tu libreta de campo era todo un tratado de genética del de los toros bravos, que debería ser libro de cabecera de todos los ganaderos y se debería estudiar en todas las Facultades de Veterinaria de España.

Parecía casi imposible tanto conocimiento… y que poco te equivocabas querido amigo.

Por eso los más grandes siempre recurrieron a ti. Los dos José, José Antonio y ahora Alejandro, al que estoy seguro que le traerás buen bajío, desde esas dehesas eternas del cielo.

Y después de cada triunfo apoteósico, que era tuyo también, te alejabas de los focos y de la algarabía y te tapabas en el burladero de tu sencillez y de tu discreción infinita. Te gustaba disfrutarlo sí, pero por lo bajini, a solas con los tuyos y tus más íntimos amigos. Y después sin pausa ni descanso a la carretera otra vez, a embarcar toda tu sabiduría de hombre de campo en un cajón de toros.

Los dos Antonio hemos sido testigo muchas veces de tus triunfos y hemos disfrutado y aprendido mucho contigo, querido Joaquín, por eso nos dejas hundidos, sin podernos creer aún que ya no te podremos volver a ver, para disfrutar de ti, de tus enseñanzas, de tu pasión por el toro y por la vida, de tu dedicación y entrega absoluta a todo lo que hacías .

No se puede amar más a una profesión como tú lo has hecho.

Y no se puede amar más a dos mujeres, a las que te entregaste hasta tu último aliento y a las que dejas destrozadas, pero a la vez satisfechas y orgullosas porque el hombre de sus vidas, tenía un corazón tan grande que no ha podido soportar derrochar tanta bondad por esta vida. Por eso, queridas Carmen y Triana, se ha ido dejando una legión de amigos que nunca lo olvidaran, porque desde hoy mismo, vuestro hombre, ya empieza a ser leyenda.

Triana –hasta para eso tuviste arte– y Carmen, lo sentimos muchísimo de verdad. Lo queríamos muchísimo de verdad. Hemos disfrutado mucho con él.

Sé que es imposible consolaros y curar vuestro inmenso dolor, pero el orgullo y el privilegio de haberlo tenido junto a vosotras toda su vida y haberlo podido disfrutar en vuestra intimidad, eso, eso... ni los años, ni la pena, ni el dolor que ahora sentís, ni nadie os lo podrá arrebatar, pues seguirá vivo con su armonía, su cariño, su grandeza y su eterna sonrisa de hombre bueno, en los recuerdos y en la memoria de vosotras dos, y de todos los que tuvimos la suerte de haberlo podido conocer.

Jamás lo olvidaremos, os lo juro.

Antonio Ruiz