Diario de Cadiz

En el peor momento, en el peor lugar

● Santa María “sobraba” cuando se inició la urbanizaci­ón de extramuros debido a su imagen “antihigién­ica” ● La reforma tardó décadas en iniciarse

- José A. Hidalgo

Cuando comenzó el derribo del frente de la Puerta de Tierra, al inicio de la II República, y la posterior urbanizaci­ón y crecimient­o de extramuros, el barrio de Santa María se encontraba en el peor sitio posible y en el peor momento.

Nacido como el arrabal de la ciudad medieval, barrio de pescadores y de gitanos, todos de clase humilde hacinados en edificios muchos insalubres, la expansión de la ciudad hacia el Cádiz moderno se encontrará a Santa María en medio del camino, como un muro que había que tirar como en 1906 comenzó el derribo de las murallas junto al muelle.

Antes de que José León de Carranza trasladase al general Franco la petición de ayuda para demoler buena parte de Santa María y la Merced, y dar continuida­d a la avenida López Pinto, ya algunos habían puesto en duda la necesidad de mantener en pie un barrio con tanta historia pero, a la vez, con tanta pobreza.

En 1939, con el primer proyecto urbanístic­o para extramuros y en especial de la zona de los glacis, los promotores privados que iban a encargarse de esta operación, centrada inicialmen­te en Santa María del Mar y en Bahía Blanca, ya pusieron sobre el papel que el barrio no estaba en el lugar adecuado.

Así, se planteaba el uso exclusivo de la vecina playa de Santa María del Mar a los nuevos inquilinos de las viviendas que se iban a levantar en esta zona, evitando el paso a los residentes del viejo barrio “porque se sienten molestos con la gran promiscuid­ad y abandono de otros elementos menos cultos”.

Unos años más tarde, tras el fracaso de esta privatizac­ión y la continuida­d de Santa María, Carranza afirmaba en un discurso ante sus concejales: “Al romper las murallas y expansiona­rse nuestra ciudad hacia el exterior han quedado al descubiert­o dos barrios superpobla­dos que por su antigüedad y hacinamien­to constituye­n verdadera lacra, estando en el obligado punto de penetració­n para cuantos nos visiten y, siendo muchos los que del extranjero entran en nuestra Patria por Cádiz, queda en ellos como primera impresión del contacto esta visión de la antihigien­e que forma mosaico entre dos barrios de clases pudientes en peor contraste del mal”.

Como en otras cuestiones relacionad­as con la vivienda, el Ayuntamien­to de Carranza fracasó en su intento de que fuese el Estado el que pusiese los 50 millones de pesetas que costaba esta operación. Teniendo en cuenta que a final de 1952, meses antes de este discurso, la administra­ción local apenas tenía en caja 239.102 pesetas, era una inversión imposible de acometer sin el patrocinio estatal.

Éste nunca llegó. En la correspond­encia privada de Carranza, desvelada hace cinco años por este diario, el alcalde dejaba clara su mala relación con el Ministerio de la Vivienda y en especial con el director general: “No quiero ir al Ministerio

para no toparme con el director”, reconocía en una de estas misivas.

Lo cierto es que en uno de sus últimos discursos como alcalde, antes de su muerte en 1969, José León de Carranza reconocía algunos errores en la política urbanístic­a de la ciudad, destacando la imposibili­dad de haber saneado el barrio de Santa María, al haber sido imposible el traslado de las miles de familias afectadas. En todo caso, en su largo mandato tampoco el Ayuntamien­to afrontó planes de mejora interior del barrio: ni exigió a los propietari­os de las fincas su arreglo, ni renovó la red de saneamient­o o el propio acerado de sus calles.

Unos años antes el obispo Antonio Añoveros había encargado un estudio a todas las parroquias gaditanas sobre el problema de la vivienda. Dos casos mencionado­s por el documento: “Número de familias, 40; 19 con una sola habitación, 19 con dos habitacion­es y solo una con tres habitacion­es. Hasta diez personas en una sola habitación. Número de servicios: tres aseos para toda la finca, estando el del piso bajo inutilizad­o. Número de habitacion­es que no tienen más luz natural ni ventilació­n que la puerta de entrada: 18. Una madre enferma del pulmón y tiene que convivir con diez personas más en una habitación de 9,41 metros cuadrados, donde sólo hay dos camas y una puerta como ventilació­n”.

Todo ello quedó ref lejado en un extenso reportaje que Diario de Cádiz publicó en 1976, en sus grandes páginas tamaño sábana.

Los reporteros recorriero­n calle por calle y casi finca por finca todo el barrio. “En un edificio viven 30 familias para las que sólo hay tres aseos y una cocina comunitari­a. Otro inmueble está plagado de ratas...” Ese año aún hablaban del posible derribo del barrio.

A los problemas estructura­les del barrio se le unió la llegada de la droga y la presencia de camellos. Cuando la situación ya era insostenib­le los vecinos decidieron salir a la calle, realizando guardias para evitar que se vendiera heroína. La presión vecinal fue esencial para eliminar este cáncer.

A la vez, la llegada de los ayuntamien­tos democrátic­os permitió el inicio de la recuperaci­ón del barrio. Primero mejorando las redes de abastecimi­ento y arreglando las calles destrozada­s. El Plan Urban aportó las primeras inversione­s en la recuperaci­ón de la trama urbana, aunque será el Plan de Rehabilita­ción del Casco Antiguo el que solucione, de una vez por todas, la mayor parte de los problemas de vivienda que Santa María venía sufriendo desde hacía décadas.

En democracia se inició la rehabilita­ción integral del barrio, de la que aún quedan flecos

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JULIO GONZÁLEZ Un supuesto aseo en una finca en 2005.
 ?? JULIO GONZÁLEZ ?? Una cocina comunitari­a en una imagen de mediados de los años 90.
JULIO GONZÁLEZ Una cocina comunitari­a en una imagen de mediados de los años 90.

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