LOS FANTASMAS DEL FALLA
Este año hemos perdido las coplas, las risas, los llantos, las intrigas y los navajazos también. En Carnaval siempre ha habido figuras reales y, además, muchos fantasmas, pero en este febrero pandémico, en este Coronaval como ingeniosamente lo han denominado los compañeros del diario, el Gran Teatro está poblado sólo por espíritus, benignos y malignos. El Falla se ha llenado durante un mes de ectoplasmas aburridos y nostálgicos que seguramente se habrán dedicado a cantarse unos a otros coplas antiguas.
Pero la única pérdida que se va a producir de verdad de verdad con la no celebración del Carnaval en 2021 es la que sufrirán en sus ingresos los artesanos del Carnaval, los maquilladores, los sastres, los autores y componentes de las agrupaciones, los trabajadores y empresarios de la hostelería, hotelería y comercios y todos los que obtienen en esta fiesta buena parte de su sustento. Esas son las pérdidas realmente importantes, por lo irrecuperable de la mayoría de ellas.
Todo lo demás es muy lamentable, cierto, pero recuperable, siempre y cuando el coronavirus y todos los demás enemigos que acechan nuestra frágil existencia nos permitan cantarlo.
Lamentemos aun así, no tanto que los carnavaleros tengan mono de coplas sino que tanto fantasma se vaya a ir de rositas de un año catastrófico. Lloremos la ausencia de las críticas, de los disparates salvajes a la yugular de tanto enemigo del pueblo, de los bocaos a la buena fama de tantos que no la merecen, del escarnio público de figuras públicas que sólo atienden a su bien privado, de la caricatura deformante del que presume de guapo de cara, de la letra profana contra el que sólo respeta su religión, de los asaltos a tronos arcaicos, del esperpento escrito contra el que es tan suyo que desprecia a los otros, de la sátira enemiga de los satirones. Todos estos, sí, descansarán una mijita más tranquilo, y eso sí es una gran pérdida para el mundo.