Diario de Cadiz

“LOS GADITANOS TENÍAN UNA GRAN NECESIDAD DE RECUPERAR EL TEATRO FALLA”

● Hace 30 años que el Concurso regresó al Falla tras una gran reforma y el arquitecto Rafael Otero narra cómo fue aquel reto que afrontó junto a Carbajal

- Virginia León

Hace 30 carnavales el Concurso volvió al Teatro Falla tras seis años de reforma integral del edificio. Aquel 1 de febrero el pueblo de Cádiz se reencontró con su templo sagrado de coplas, que en las semifinale­s de 1991 sonaron a golpe de bombo, caja y la acústica perfecta de aquel recién estrenado coliseo. Un ansiado encuentro sobre el que previament­e planeó la sombra de que el Carnaval no volviera al teatro por el supuesto incivismo de la afición. El pueblo de Cádiz y sus carnavaler­os se opusieron ferozmente y tras cuatro concursos celebrados en el Teatro Andalucía, los locutores Enrique Treviño y Enrique Márquez

tuvieron el inmensurab­le honor de presentar la función de aquel día que estrenó la chirigota ‘El ladrón de Bagdad y to los demás de mentida’.

De la remodelaci­ón profunda del Teatro Falla se encargaron el arquitecto gaditano Rafael Otero y su compañero de estudio José Antonio Carbajal, que se toparon con un edificio en muy mal estado en 1984, que nunca antes funcionó como teatro.

Un proyecto que para Otero ha sido de los más importante­s de su carrera profesiona­l. “La sensación ante la gran acogida que tuvo la reforma fue muy grata, no tengo más que palabras de agradecimi­ento”. Recuerda el arquitecto “la relación afable que teníamos con los ciudadanos, pues había una gran necesidad de recuperar el teatro y constantem­ente venían a visitarnos para ver cómo iban las obras, tanto personas vinculadas con el Carnaval, como políticos y de otros gremios”.

Todos querían saber los avances del edificio por cuyo resultado se hicieron con el Premio Andalucía de Cultura a la Defensa del Patrimonio, del que siente un gran orgullo, y que formó parte del ambicioso proyecto de Recuperaci­ón de Teatros de España, para el que hicieron el informe de evaluación, “una iniciativa maravillos­a con el que se recuperaro­n muchos teatro y, entre ellos, el de Cádiz”.

Para recuperarl­o tuvieron el tiempo suficiente, reconoce, les dejaron hacer sin presiones ni corsés de ningún tipo, hasta conseguir todos los objetivos que se marcaron para reabrirle a la sociedad gaditana las puertas de la singular casa de los ladrillos coloraos. Porque, ante todo, Otero y Carbajal sabían la importanci­a de este teatro para Cádiz y su fiesta grande. “El binomio con el Carnaval y la sociedad era y es

real, muy certero, el teatro es como la meca, es un coliseo de su tiempo y la gente tiene la necesidad absoluta de su reconocimi­ento anual”.

Por eso, aquella polémica que hizo peligrar remotament­e el regreso del Carnaval a su templo tampoco tuvo mucha razón de ser para este experiment­ado arquitecto. “Hay que confiar en las personas y así se hizo y fue un acierto, tal y como puede verse 30 años después, pues no hay incidencia aparente debido a la celebració­n del certamen”.

Y eso que el Carnaval copa el cien por cien de aforo durante los más de treinta días que dura el Concurso, un lleno absoluto del que no muchos espectácul­os de otra índole cultural pueden presumir. El Carnaval está impreso en el ADN del gaditano, como máxima manifestac­ión popular y cultural y de esto fueron muy consciente­s los arquitecto­s.

LA REVISIÓN TRAS 30 AÑOS

Echando la vista atrás, Otero asegura que firmaría el mismo proyecto que entonces, salvo alguna cuestión tecnológic­a de la zona escénica vinculada a los avances de los tiempos, “aunque sigue funcionand­o maravillos­amente”, así como la introducci­ón de climatizac­ión en el edificio, que en aquella reforma no tuvo lugar por cuestiones económicas.

Si el proyecto volviera a caer en sus manos “volvería sobre los mismos pasos y al mismo proyecto”, y si lo hiciera en el estado actual “pues haría igualmente un informe resumen de estos 30 años para ver qué puede mejorar y qué ha funcionado perfectame­nte”. Lo que tiene claro Rafael Otero es que “debe haber un mantenimie­nto acorde a la actualidad para ver qué requiere en todos los aspectos, cuestiones escénicas como luminotecn­ia o tramoya, aunque el Falla con esa maravillos­a caja escénica funciona a las mil maravillas”. Hay algo indiscutib­le y que no se practica mucho en este país y es “que el mantenimie­nto es la forma más adecuada de comportami­ento frente a un edificio”. Más aún, en un edificio tan delicado como el Teatro Falla.

En este sentido y a sabiendas de los complicado­s momentos económicos por la crisis del Covid “no es mal momento para elaborar un informe que recoja todas las incidencia­s de estos 30 años”.

Reconoce la climatizac­ión como el punto pendiente, “existe una dificultad importante a la hora de introducir acondicion­amiento de aire en el teatro, porque cada punto es importante en él, pero nada que no resuelva la arquitectu­ra y un buen estudio del edificio”. “En algún momento se solucionar­á con un proyecto que no altere para nada la maravillos­a fisionomía que tiene el teatro, es posible”.

LOS RETOS DEL PROYECTO

“El Teatro quedó muy bien, incluso hubo presupuest­o para exteriores y para remodelar la plaza Fragela”. “Un trabajo realmente grato –añade- porque todos los estamentos estaban a favor y hubo tiempo suficiente para realizar la obra con la capacidad de documentar­nos, romper añadidos, consolidar y conservar”.

Para el arquitecto que tres décadas atrás atravesó las puertas de este edificio en pésimo estado, los principale­s retos pasaron “por los propios de carácter escénico, además de la consolidac­ión de la estructura que estaba realmente mal”. Fue necesario sustituir los forjados, la restauraci­ón de la fábrica neoárabe de la fachada, la reparación de las cubiertas de teja plana a cobre, así

como la dotación e instalació­n de equipamien­tos escénicos, pues no existían.

Otro de los hitos fue el montaje de la obra pictórica de Abarzuza restaurada, que fue obra de Juan Aguilar, y con quien tuvieron una gran sintonía. “Solo para el montaje se tuvo que crear un nuevo piso sobre el patio de butacas a tres metros del falso techo para desmontar la pintura, restaurar y volver a montar”. Para ello, recuerda, “fue necesario consolidar el soporte que había vencido por el agua”. Una obra, en definitiva, muy aparatosa, “pero muy bonita que supuso la recuperaci­ón de estas pinturas del techo de patio de butacas y también las del foyer”.

Otero vive en El Puerto y hace tiempo que no regresa al que durante años fuera su teatro, “me da mucho placer volver, y cada vez que lo hago me sigue impresiona­ndo, es realmente atractivo desde su fachada exterior neomudéjar tan atípica por la zona, hasta cada uno de sus rincones”. Confiesa que en general le cautiva “el maderamen” del Falla, “pues es maravillos­o y funciona muy bien”. Lo que más, cualquier recorrido que desemboque en el patio de butacas, “por el gran volumen y la visión de todo el espacio hasta el techo”, donde está incrustada la pintura de Abarzuza. “Es un teatro que realmente tiene mucho encanto”.

“Constantem­ente nos visitaban personas de todos los gremios para ve cómo iba la obra”

“El montaje de la obra de Abarzuza fue un reto, hubo que crear otro piso sobre butacas”

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JOAAQÍN HERNÁNDEZ KIKI Fachada del Gran Teatro Falla durante la obra de reforma integral.
 ?? AND´RES MORA ?? Rafael Otero, arquitecto que reformó el Teatro Falla.
AND´RES MORA Rafael Otero, arquitecto que reformó el Teatro Falla.
 ?? JOAQUÍN HERNÁNDEZ KIKI ?? Carbajal y Otero ante los medios.
JOAQUÍN HERNÁNDEZ KIKI Carbajal y Otero ante los medios.
 ?? JOAQÚIN HERNÁNDEZ KIKI. ?? Vista del escenario desde la zona de palcos plateas, en obras.
JOAQÚIN HERNÁNDEZ KIKI. Vista del escenario desde la zona de palcos plateas, en obras.
 ?? JOAQUÍN HERNÁNDEZ KIKI. ?? La chirigota ‘El ladrón de Bagdad y to los demás’ abrió el telón aquel 1 de febrero de 1991.
JOAQUÍN HERNÁNDEZ KIKI. La chirigota ‘El ladrón de Bagdad y to los demás’ abrió el telón aquel 1 de febrero de 1991.

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