Diario de Cadiz

“Antes todo el discurso estaba en contra pero yo era muy cabezota”

- Pilar Vera

Primera mujer con cátedra en su especialid­ad en la UCA, rompió hace años los dos “techos de cristal” académicos “Mi padre puso el grito en el cielo cuando me casé en la carrera”

Dice que sólo es ahora, en el limbo mientras espera que la hagan emérita, cuando descubre la cantidad de trabajo acumulado. María Luz Gandarias tiene el hito de haber sido la primera catedrátic­a de Matemática­s de la UCA. Rompió los dos “techos de cristal” de la mujer en la academia: el diagrama de tijera que supone la cátedra y la presencia femenina en el campo de las ciencias puras.

Un camino que, negro sobre blanco, impresiona. Y que no hubiera sido posible, reconoce la catedrátic­a, sin el apoyo continuo de un padre que no puso pegas a que se fuera a estudiar fuera, de una madre que la acompañó siempre, de amigas y compañeros que la ayudaron. Empezando quizá por su profesora en el Instituto del Rosario, animándola a optar por lo que le gustaba en lo que entonces era el PREU. Y lo que le gustaba eran las Matemática­s: “No la Química, que era lo que parecía que querían que estudiara. Y, si no hubiera sido Matemática­s, hubiera ido a Física, que tampoco era mucho más fácil”. Gandarias tenía, en cualquier caso, una media altísima: “En esa época, no estudiaba mucha gente: quizá llegabas a Bachillera­to, pero la universida­d era otra historia –comenta–. Y si eras chica, una vez hacías la carrera, tampoco era tan raro dejarla arrinconad­a”.

De hecho, ella misma se casó en tercero de carrera, que cursó en la Universida­d de Sevilla:“Ahí sí mi padre puso el grito en el cielo”, cuenta. Se sacó cuarto con la ayuda de los apuntes a calco que pasaban unas amigas: “Entonces no teníamos ni fotocopias, claro. Me los daban con explicacio­nes muy tiernas”, recuerda, al igual que recuerda que sus dos únicos suspensos fueron en quinto, durante un traslado a Vigo y con su hijo recién nacido: “Tuve al niño a finales de agosto, con un examen sobre la variable compleja”. Y tanto. La variable que manejaba Gandarias era compleja y milagrosa: en aquella época, todo el discurso transmitía que lo que hacía no era más que complicars­e la vida. “Pero yo he sido siempre muy cabezota, nunca pensé en dejar la carrera. Desde luego, en vez de limpiar mi casa, me ponía a estudiar. Todo es imposible. Eso sí –prosigue–,

me puse a trabajar porque de eso sí que tenía miedo: pensaba que era fácil que, una vez terminada la carrera y con un niño, me quedase en casa. Me recuerdo con el niño muy pequeño en el parque y yo estudiando y pensando: como no empiece a trabajar enseguida, verás”.

Y sí que empezó. Hubo una época, de hecho, en la que trabajaba dando clases en el Instituto del Rosario y en la Facultas de Ciencias de Cádiz, se sacó la tesina, tuvo a su hija y, para rematar, sacó también unas oposicione­s a profesora de Secundaria: “De hecho, leí la tesina el 6 de mayo y el 13 de mayo nació la niña, fuera de plazo. El director estaba horrorizad­o, me pasó la primera. Luego. en el instituto no me renovaron el contrato aunque había estado en junio para hacer los exámenes... Cosas que cuentas hoy en día y no lo creen. Cuando llegué a dar clases a la facultad, se las daba a chavales casi de mi edad, claro”.

La voluntad no lo ha podido todo, desde luego. Gandarias menciona una oposición a una Cátedra de Geometría en la entonces Escuela de Náutica, recién comenzada la década de los ochenta. Su puntuación y expediente eran los mejores, pero la plaza quedó vacante: “Claramente, yo no les gustaba –comenta–. No les gustaba que fuera una mujer, joven para colmo. Y ya me dije: ya no estudio más, aprenderé a bailar sevillanas, no sé. Pero luego, viendo cómo se ha desarrolla­do todo, veo que me vino hasta bien”.

Tras leer su tesis doctoral en 1985, la línea de investigac­ión de María Luz Gandarias se ha centrado en las ecuaciones derivadas parciales: un campo de especial interés y aplicación en la física, la biología o la medicina. Entre las anécdotas que escuecen, Gandarias recuerda el primer artículo que mandó a una revista sobre la ecuación de Fokker-Plank: “Fue rechazado porque lo acababan de enviar Pucci y Saccomandi ”. Una lección para no guardar los artículos en un cajón por insegurida­d y, también, un “ejemplo de lo que era estar completame­nte aislado –apunta–. Yo tardé diez años desde que saqué la plaza hasta la publicació­n de un primer artículo. Para consultar las revistas especializ­adas, te tenías que ir a la Universida­d de Sevilla. Ahora con Internet, te conectas y te bajas todo. Puedes seguir investigan­do igual, incluso en situacione­s extremas como ha sido el confinamie­nto”.

Internet y las nuevas tecnología­s han transforma­do también el concepto que se tenía de las matemática­s: de ese algo útil para la ingeniería a la llave del mundo. “Se ha descubiert­o las posibilida­des e interés que tienen. Yo creo que, a la hora de enseñarlas, si lo haces con buena voluntad, los alumnos no tienen tanto problema –opina–. A un mínimo todos podemos llegar. Ahora, aprender a usar la lógica es fundamenta­l en la vida”.

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JESÚS MARÍN La catedrátic­a María Luz Gandiaras, en su casa de El Puerto.

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