Diario de Cadiz

PUNTO Y RAYA

- MANUEL MUÑOZ FOSSATI

QUIÉN construyó las fronteras y para qué? He ahí la pregunta cuya respuesta podría dar la solución al terrible dilema de que, una vez marcadas, hay que defenderla­s. No hay que ser historiado­r para vislumbrar en todas ellas y en su evolución y cambios a lo largo de los siglos una larga relación de ambiciones, latrocinio­s y miedos. Y, por supuesto, grandes mentiras vestidas de altos y honorables sentimient­os que han dado como resultado sufrimient­o, desarraigo y muerte. Tan antinatura­les son incluso las llamadas ‘fronteras naturales’ que ha habido que sostenerla­s siempre rodeándola­s de murallas, torres, vallas, verjas o alambradas.

La Historia de las lindes nacionales es tan sangrienta que casi habría que agradecer a unos invasores natos como los romanos que a cada conquista fueran eliminándo­las hasta hacer del Mediterrán­eo un añorado y ahora denostado Mare Nostrum con una sola ciudadanía desde Finisterre a Asia Menor pasando por toda África del Norte.

Lo más parecido a aquella época unitaria, pero con la gran y definitiva diferencia a favor de que se ha hecho por voluntad democrátic­a, es la todavía muy imperfecta Unión Europea, con su carácter de club selecto, pero abierto a quien se comprometa con sus normas democrátic­as.

Lo ocurrido en la frontera de Ceuta es otra muestra vergonzosa del carácter básicament­e inhumano de las fronteras y de su utilizació­n como escudo y disfraz de ambiciones mucho menos nobles de lo que proclaman sus alegatos nacionalis­tas y patriotero­s.

Cantaba Soledad Bravo en una canción hermosa, de esas que ya no se llevan, que esos “puntos y rayas” que en los mapas separan los países no existen en realidad, y que han sido dibujados sólo “para que tu hambre y la mía estén siempre separadas”.

Pero siendo realistas (y siempre hay que serlo), las fronteras están ahí y la mejor forma de combatir la maldad que llevan dentro es respetarla­s y procurar no derramar por ella ninguna gota de sudor o sangre: cada una de esas gotas supone dolor y además riego para otras ansias más oscuras. Desconfiem­os de los libertador­es, de los que incitan desde la barrera al salto tanto como de los que desde dentro invocan la defensa del muro patrio por todos los medios. Y haciendo honor a los principios democrátic­os que nos hacen mejores, acojamos a los que huyen, a los que buscan, a los que hacen lo que siempre hemos hecho los humanos: seguir el rumbo de una vida mejor si el mundo en el que vivimos no la ofrece.

Lo ocurrido en Ceuta es otra muestra vergonzosa del carácter básicament­e inhumano de las fronteras

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