Diario de Cadiz

“Los músicos tenemos que aprender a pedir lo nuestro”

- Pablo Bujalance

–¿Cómo se le ocurre juntarse con tanta gente?

–Pues antes de la pandemia me dio por pensar qué bonito sería hacer un proyecto como Zenetianos y nos pusimos a ello. Después no faltaron complicaci­ones, claro, pero pensé que tenía que sacarlo adelante como me llamo Antonio. Y así fue.

–¿Nadie le dio calabazas?

–No. Sólo hubo que aplazar la grabación con Sílvia Pérez Cruz porque se quedó atrapada en Madrid con la tormenta de nieve. Pero en cuanto pudo, vino y grabamos según lo previsto.

–¿No valoró en ningún momento grabar las voces en estudios diferentes para facilitar la cuestión?

–No. El proyecto está hecho desde el encuentro y el espíritu colaborati­vo. Se trataba de reunirnos y empezar a grabar, sin ensayos, o casi.

–Hombre, pero, así, en frío, sin calentar un poquito...

–Nada, cada uno preparaba las canciones un poco por su cuenta y una vez reunidos nos metíamos a grabar. Era importante que esa espontanei­dad, esa libertad con la que dos se juntan a cantar de pronto, estuviera presente en todo esto. Y creo que se percibe bien, especialme­nte en los vídeos. Piensa además que yo trabajo de manera independie­nte, así que no podía organizar un gran despliegue, de modo que se trataba de hacer de tripas corazón y de la necesidad virtud. Hemos contado con un mismo equipo de guerrilla tanto para el sonido como para el vídeo.

–¿Hubo algún invitado al que le diera palo pedir su participac­ión?

–No, pero en algunos casos sabía que estaba metiendo a la gente en un compromiso. Fíjate, hasta ahora no había conocido personalme­nte a Coque Malla, y eso que vivimos en el mismo barrio. Pues bien, un día le conté el proyecto y le pedí que cantara conmigo un tema con un dubidú jazzístico, y reparé entonces en que tal vez estaba pidiendo a estos artistas un esfuerzo mayor del que yo preveía. Para ellos aquello no dejaba de implicar salir de su medio natural y meterse en otro que no controlaba­n. Pero Coque y los demás tiraron de profesiona­lidad y oficio y lo dieron todo.

–¿Cómo fue el proceso de asignación de canciones a cada artista invitado?

–Hice dos montoncito­s con post-its, uno con los títulos de las canciones y otro con los nombres de los artistas, y empecé a atar cabos. Al principio pensé en ofrecer a cada uno varias opciones, pero entendí que era mejor no dar mucho que pensar y al final proporcion­é a cada uno sólo dos. Mi intuición debió funcionar bien porque no hubo que cambiar ni una sola canción de tono. En cuanto le ofrecí Contigo a Vanesa Martín, aceptó. Y respecto a El Kanka, fue él quien eligió Me gustas.

–Dado que con Zenetianos revisa toda su trayectori­a, ¿hay alguna canción que le haya hecho más ilusión recuperar de su repertorio?

–Sí, la misma Contigo, por ejemplo, que siempre me ha parecido una gran canción aunque haya quedado un tanto opacada detrás de otras como Soñar contigo. Me gusta ver cómo en los conciertos de la nueva gira la gente la hace suya y la canta tal y como me habría gustado desde el principio.

–¿Ha sido Zenetianos su mejor terapia posible contra la pandemia?

–Bueno, algunas grabacione­s, de hecho, las hicimos antes de que estallara todo. Se percibe especialme­nte en los primeros vídeos, en los que se nos ve abrazándon­os, sin mascarilla. Pero creo que mi verdadera terapia ha tenido que ver con la pintura. Primero, con la de brocha gorda, porque hemos aprovechad­o para reformar la casa. Y también con la que se hace sobre el lienzo.

–De hecho, tiene exposición de paisajes en el Centro Lázaro Carreter de Madrid. ¿Es usted pintor cuando no es cantante?

–El arte es para mí una necesidad y la pintura no lo es. De niño, en el colegio, yo era quien mejor dibujaba a Mazinger-Z. Y ahora me interesa, entre otros motivos, porque la pintura, al contrario que la música, se hace sin equipos, a su ritmo.

–Supongo que haber interpreta­do al joven Picasso forja el carácter.

–Pero es una casualidad maravillos­a. En un momento

dado tuve que elegir entre dedicarme al arte y una vida de furgoneta con el teatro y la música. Opté por lo segundo, pero mi trabajo de actor me llevó a Picasso.

–Volvamos a la terapia: ya que estamos, usted es también terapeuta...

–Eso también tiene que ver con las casualidad­es maravillos­as. En un momento dado empecé a estudiar Psicología. Lo abandoné, pero gracias a aquello me hice en su día terapeuta de drogadicci­ón. Y ahora estudio el doble postgrado de arteterapi­a y músicotera­pia.

–¿La música cura?

De niño, en el colegio, yo era quien mejor dibujaba a Mazinger-Z. El arte es para mí una necesidad”

–Ayuda. Cuando la gente te dice que en momentos muy duros se ha sentido acompañada con mis canciones, yo le doy una utilidad a eso. Ahora bien, los músicos tenemos aún que aprender a pedir lo que es nuestro. Estamos ninguneado­s. Una declaració­n de un ministro en el último año no basta. A nadie le importan cómo aguantan las 700.000 familias que viven en España de la música. No es justo.

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