DE SEGUNDA FILA
ESCRIBO este texto pensando que quienes vayan a leerlo serán, en su inmensa mayoría y al igual que yo, personas “de segunda fila”; pero somos nosotros y no algunas estrellas fugaces –más fugaces que estrellas–, quienes sostenemos la sociedad y la llevamos adelante. Sobre nosotros escribo esta columna, y lo hago inspirándome en ‘Patris Corde’ (‘Con corazón de padre’), la reciente carta apostólica de Francisco sobre san José, porque sus palabras sobre el santo se aplican también a nosotros.
“Todos, dice el Papa, pueden encontrar en san José –el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta– un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación”.
No veremos nuestras vidas en portadas o grandes shows, dice Francisco, “pero sin lugar a dudas están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes, muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos”, concluye el Papa.
Las personas normales y corrientes, a diferencia de alguno de nuestros dirigentes, hemos mantenido el tipo y la esperanza. Leía que si hemos recibido esperanza es por los desesperanzados. Defenderla y compartirla es nuestra tarea. Y el ejemplo que debemos dar a hijos y alumnos.