La tuna pasa
Estimado señor Santiago, tras leer su artículo Clavelitos no he podido dejar de sorprenderme ante semejante ataque gratuito y fuera de lugar que ha lanzado contra la tradición de la tuna, enmarcándolo en el contexto de una crítica sobre la política gubernamental en materia de universidades. Desgraciadamente, en nuestro país existe desde tiempos remotos la costumbre de intentar destruir o mancillar todo aquello que a un determinado grupo no le guste. A esta moda imperecedera se ha sumado usted, como en los 80 hizo sin éxito aquel Comité Antituna, cuyo único objeto era el de acabar con una manifestación artística. Por cierto ¿sabía que en esos años existía la Tuna Femenina de Filosofía y Letras de Cádiz?
Para ello, emplea adjetivos tan manidos y casposos como machista o arcaico, tópicos inciertos sembrados por quienes no conocen o, mejor dicho, no quieren conocer, la realidad de la tuna, y a quienes tampoco tiembla el pulso a la hora de cargar contra ella. Asimismo, censura su forma de ligar, pero ¿no hay libertad de que cada cual lo haga como considere? ¿Acaso las mujeres a las que les gusta este tipo de cortejo son víctimas de los tunos? ¿O hay también un insulto velado a esas mujeres? ¿Es de machitos emplear la música?
No quisiera despedirme sin regalarle algunos datos adicionales que, si bien conciernen a Cádiz, son aplicables con algunos matices al resto de España. La Estudiantina lleva en la ciudad al menos desde 1870. Surgió como un conjunto de carnaval, y a este permaneció unida hasta la Guerra Civil de 1936. Gracias a sus actividades, muchos estudiantes con pocos recursos pudieron matricularse o costear su título, se reunieron fondos para luchar contra enfermedades como la tuberculosis, o se alivió la situación de personas pobres. El Régimen se aprovechó de ella, usándola para recaudar en beneficio de comedores o becas, e incluso hoy se dona el producto de actuaciones y certámenes a causas benéficas.
La tuna siempre representó libertad. Dio a sus miembros la oportunidad de viajar incluso escasos de dinero, de relacionarse con toda clase de gente, de conocer el mundo en el más amplio sentido. A la tuna se la ha visto tanto en palacios como en los barrios más humildes, incluso en prisiones… Pocas instituciones lúdicas y artísticas puede haber con su trayectoria. Ojalá llegue a conocerla sin prejuicios. Héctor Valle (Correo)