“No se concebía que una mujer de vida cristiana se pintara las uñas”
–¿Cómo surge la idea de este libro y por qué ahora?
–Mercedes Montero, la otra autora, y yo llevábamos mucho tiempo queriendo publicarlo porque la historia de la mujer en el Opus Dei es muy desconocida. Existe una idea muy estereotipada sobre su papel, pero cuando uno va a los documentos descubre que es algo totalmente diferente, por lo que se trata también de hacer justicia con esas mujeres.
–El impulso de la mujer en el Opus, en sus inicios, fue bastante complicado...
–Eran los años 30 y todo resultaba muy complejo. Primero, porque la relación que tenía un sacerdote con una mujer era exclusivamente a través del confesionario. Y segundo, porque el tipo de religiosidad femenina estaba muy relacionada con la vida monástica. No se entendía el mensaje de santidad en la mujer sin necesidad de retirarse del mundo.
–El prejuicio, dentro de la Iglesia, a la mujer que se emancipaba también jugaría en contra...
–Había muchas medias tintas, por el hecho de que no se contemplaba ese liderazgo femenino religioso si no era en la vida contemplativa, pero debemos precisar que las primeras en las que cala el mensaje del Opus tienen ya cierta edad y son autónomas. No eran amas de casa, sino mujeres que tenían o buscaban una independencia laboral y económica.
–La residencia de estudiantes fue un hito.
–Esa residencia empieza a funcionar en 1947 con 12 mujeres. Entonces sólo suponían el 12% del alumnado universitario. Las que estudiaban sabían que cuando encontraran marido no iban a trabajar. A partir de ese centro se cambia la visión, pues se apuesta por que la mujer tenga también su desarrollo profesional.
–¿Era un escenario hostil?
–Sí, y por lo que decía antes de las medias tintas. No se concebía que una mujer que se involucrara en la vida cristiana
El feminismo no es exclusivo de ningún partido y puede haber muchas maneras de entenderlo”
se pintara las uñas. Y luego porque para poderse mover necesitaban el permiso del padre o del marido.
–¿Se puede calificar de “progresista” el mensaje de Escrivá sobre el papel de la mujer en esa época?
–Precisamente porque era un mensaje avanzado maravilló a esas mujeres, que en esos momentos el único horizonte que tenían era casarse y dedicarse al hogar, algo que para San Josemaría era también importante: el papel de la mujer en las familias. Pero él va más allá y habla de mujeres que evangelizan desde sus puestos de trabajo. E incluso apuesta por mujeres arquitectos, periodistas, directoras de hospitales y de colegios.
–Eso era romper el techo de cristal.
–La cita es de 1943. Arquitectura era una escuela superior en la que no había mujeres, pues las universitarias estaban en Filosofía y Letras, Ciencias y Farmacia. También habla de cocineras, peluqueras y carniceras, pues se trata de lanzar la idea de que se puede ser santa en el mundo desde cualquier profesión.
–¿Qué es lo que más le llama la atención de esa época?
–La flexibilidad, pues había mujeres que podían permitirse estar todo el tiempo en un centro del Opus, pero otras, no. Se trata de mujeres que saben que allí donde están el Opus son ellas y gracias a sus mensajes y trabajo se acercan muchas jovénes.
–Eran mujeres “empoderadas”...
–Sí, aunque a mí me gusta más hablar de liderazgo femenino.
–¿Por qué entonces existe esa imagen de que el Opus es obra de hombres?
–Porque en el imaginario colectivo se ha quedado el concepto de organización del Opus en los 50, que, al igual que la sociedad de entonces, era machista. La emancipación de la mujer no empieza a ser realidad hasta los 70. Cinco años antes, Escrivá habla ya sobre la importancia de que la mujer participe en política y de que influya en la sociedad a través de su trabajo.
–¿Cuál es el poder de la mujer en la Obra?
–El Opus se organiza a través de dos ramas separadas: los hombres por un lado y las mujeres, por otro. La estrucutra de gobierno es paritaria.
–¿Qué tiene que decir a los que cuestionan los colegios diferenciados del Opus?
–Creo que tanto este modelo como el de la co-educación son válidos, pero la diferenciada puede aportar una ventaja, ya que en la co-educación, a determinadas edades, las niñas, frente a los niños, se retraen y no desarrollan todo su potencial. Todavía prevalece la idea de que en colegios no mixtos a los alumnos se les enseña a ser científicos y a las alumnas, sólo a cocinar.
–¿La politización del feminismo juega en contra?
–Hace mucho daño. El feminismo no es exclusivo de ningún partido político y puede haber muchas maneras de entenderlo, siempre que se tenga en común la defensa de derechos y oportunidades.
–¿Qué opinión le merece el lenguaje inclusivo?
–Creo que no tiene nada que ver con el feminismo, especialmente cuando metemos la “e”. No obstante, es bueno hacer un esfuerzo por visibilizar a la mujer en el lenguaje sin caer en el ridículo. Lo que intento es utilizar palabras inclusivas. Por ejemplo, en vez de profesor o alumnos, emplear los términos profesorado y alumnado.