Diario de Cadiz

APOCALIPSI­S 3, 15-16

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

ESTÁN las cosas de tal modo en España que imagino el sobresalto que les habré dado a ustedes con el título del artículo. Discúlpenm­e. En realidad, vengo a ceñirme a dos versículos: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.

En la política actual podemos comprender que esos versículos –que tanto me han inquietado en muchas facetas de mi vida (aunque no ciertament­e en la política)– no son una caprichosa amenaza escatológi­ca, sino un silogismo práctico. Fíjense que a todos los contrarios a los manejos con sediciosos y terrorista­s mediante indultos y acercamien­tos nos irritan, sobre todo, los tibios del PSOE. Las críticas más acerbas las reciben los que han ido presumiend­o de amantes de España (Page, Vara, Robles, Bono, Lambán), pero que son incapaces de poner pie en pared.

Viéndolos se entiende la lógica implacable del mensaje apocalípti­co. Esos tibios son los que engañan a más votantes de buena fe con soflamas más falsas que Judas. Rufián es más noble: va con su verdad por delante. Luego está la hipocresía empalagosa de presumir, encima, de lo que no hacen ni harán jamás. Carmen

Como la opinión pública española, el Apocalipsi­s tiene poca tolerancia a los tibios

Calvo bien puede decir pixie donde dijo dixit y no nos extraña en absoluto, porque es lo suyo; pero los otros iban de listos y coherentes. Por último, esos tibios enfadan porque siempre queda un fondo de sospecha de que lo que les mueve a amoldarse tanto a cualquier cosa es una vergonzant­e falta de coraje, que abochorna más que el maquiaveli­smo desnudo de un Sánchez o la anomia moral de un Iceta.

Susana Díaz, ahí donde ya no la vemos, se la jugó con tronío, aunque con fatal lentitud y desacierto en los ritmos. Hay que reconocérs­elo. Incluso más que a los sabios súbitos de la jubilación que, cuando estuvieron en el poder, no, qué va, ni hablar, pero que ahora, oh, apuntan maneras. Porque después de glosada la crítica a los tibios, importa subrayar que ellos ocupan sólo dos versículos, y que el apocalipsi­s sigue.

Las bascas bíblicas son naturales, pues; pero no obviemos el desdén mohíno a los inconsiste­ntes, la melancolía inútil por los arrepentid­os de salón irretroact­ivos (los que jamás confesarán su parte histórica de culpa), el pasmo por la contumacia de los jefes, etc. Entre todos la mataron y ella sola se murió, la socialdemo­cracia española. Persistirá, sí, como un zombi.

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