“La Esmeralda debe tener una calle en Sevilla. Y ya vamos tarde”
–La transexualidad existe desde bien antiguo...
–Siempre. Este asunto se nombra hasta en un tratado de Astrología, en el que se habla de hombres que quieren ser mujeres porque nacen bajo el influjo de una determinada estrella. Lo que no existía es el concepto como tal.
–¿Cuándo surge ?
–En el siglo XX, con Magnus Hirschfeld, un sexólogo alemán que crea una asociación para la sexualidad deseable. Empieza con las operaciones de reasignación de género, mediante la extirpación del aparato productor masculino. Son los primeros balbuceos en la concienciación de la transexualidad.
–¿Un teólogo alemán fue el primer activista LGTBI?
–Siempre se ha dicho que Kark Heinrich Ulrichs, en el XIX, fue el primero en salir del armario. Aunque yo intento huir del presentismo histórico . Se trata de un teólogo y jurista. Lo más interesante de sus libros es que justifica su homosexualidad desde un punto de vista religioso. A él Dios lo ha creado así y Dios es un ser perfecto que en ningún momento se ha equivocado al darle esa orientación sexual.
–¿Qué aporta su libro a todo lo que se ha escrito ya sobre la transexualidad?
–En primer lugar, la historia de la transexualidad desde la civilización romana a la actualidad, analizándola según el contexto de cada época. En segundo lugar, darle voz a personas que no la han tenido nunca. Y, por último, exponer la problemática que aún existe con estas personas, al sacarlas del mundo del espectáculo e, incluso, de la prostitución. Porque, en suma, se trata de personas que quieren llevar una vida como el resto.
–En la transexualidad quedan por romper todavía muchos techos de cristal...
–Uno de los mayores problemas es el laboral. El mundo del espectáculo y el funcionariado suponen las únicas vías de trabajo para el colectivo. Raquel Martín, una transexual sevillana, narra cómo la echaron de su compañía de
Los problemas por aceptar a compañeros transexuales se dan en Primaria y primer ciclo de la ESO”
baile cuando comenzó su proceso de reasignación de sexo. Tuvo que irse de España para labrarse un futuro.
–¿Qué papel juega la familia en este proceso?
–En este aspecto es importantísima la labor de la Fundación Ángela Ponce, que se dedica a concienciar en centros de enseñanza y a las familias sobre la transexualidad, pues se sufre una desorientación profunda en este aspecto.
–¿Qué se hace en los institutos cuando un alumno dice no sentirse identificado con el sexo asignado?
–Ahí está el servicio de los departamentos de co-educación, donde se atiende este tipo
de necesidades. Y esto se hace con charlas, formación y con mucha sensibilización.
–¿Se le han presentado casos de este tipo?
–Por supuesto. Ocurre más de lo que la gente se piensa. Y no suele haber problema alguno. Se le atiende y se le empieza a tratar conforme a su sexo sentido. La gente joven,
al menos en los centros donde yo he trabajado, no provocan problemas. Tal vez porque la cercanía a estas personas hace que lo normalicen y no prime el “fenómeno”.
–¿No ha presenciado ningún acoso hacia este alumnado?
–No. Los mayores problemas de aceptar a compañeros transexuales se producen en
Primaria y el primer ciclo de la ESO. Ahí las familias tienen mucho que hacer, puesto que deben enseñarles a sus hijos a respetar la diversidad.
–El colectivo LGTBI se inclina siempre a la izquierda...
–Hicieron piña a finales de los 70 por la persecución sufrida con Franco. No obstante, en el libro recojo que una cosa era lo que defendían las bases de esos partidos y otra muy distinta lo que pensaban sus élites formadas con la mentalidad de los años 50 y 60. Tierno Galván llegó a decir que “lo que no es normal, no hay que normalizarlo”.
–¿Por qué Pedro Zerolo tiene una plaza en Sevilla y no la Esmeralda?
–La plaza a Pedro Zerolo está más que merecida. En cuanto a la Esmeralda, es un personaje sevillano que ya a finales de los 70, en uno de sus discos, reivindicó el matrimonio igualitario. Pero sí es cierto que he notado olvido e, incluso, maltrato hacia su figura. Por supuesto, Sevilla debería tener una calle con su nombre. Y, por desgracia, ya vamos tarde.
–¿Hay rechazo en el propio colectivo gay a la pluma?
–Mucho. La plumafobia existe. Está a la orden del día. Hay un libro muy interesante, La Sociedad Rosa, de Óscar Guasch, en el que ya habla del rechazo al afeminamiento. En la primera manifestación LGTBI de Barcelona a las transexuales las quitaron porque daban mala imagen del colectivo. El canon que se impone hoy en el mundo gay es el americano, marcado por una virilidad exacerbada y por un elevado nivel socioeconómico. Esto genera bastante ansiedad y exclusión.
–Es experto en religiosidad popular. ¿Las hermandades han sido en épocas difíciles el único refugio de homosexuales y transexuales?
–Ocaña decía algo muy interesante : el mundo andaluz es un cuadro surrealista. Una realidad que no acepta el
gaynormativismo. Conozco a transexuales muy integradas en hermandades. Andalucía, en muchos aspectos, ha sido muy adelantada por el hecho de normalizarlo todo, de querer integrar y no crear guetos, algo que en otros lugares de España no observo, pese a tener fama de libertad.