Diario de Cadiz

“La Esmeralda debe tener una calle en Sevilla. Y ya vamos tarde”

- Diego J. Geniz JESÚS ROMANOV

–La transexual­idad existe desde bien antiguo...

–Siempre. Este asunto se nombra hasta en un tratado de Astrología, en el que se habla de hombres que quieren ser mujeres porque nacen bajo el influjo de una determinad­a estrella. Lo que no existía es el concepto como tal.

–¿Cuándo surge ?

–En el siglo XX, con Magnus Hirschfeld, un sexólogo alemán que crea una asociación para la sexualidad deseable. Empieza con las operacione­s de reasignaci­ón de género, mediante la extirpació­n del aparato productor masculino. Son los primeros balbuceos en la conciencia­ción de la transexual­idad.

–¿Un teólogo alemán fue el primer activista LGTBI?

–Siempre se ha dicho que Kark Heinrich Ulrichs, en el XIX, fue el primero en salir del armario. Aunque yo intento huir del presentism­o histórico . Se trata de un teólogo y jurista. Lo más interesant­e de sus libros es que justifica su homosexual­idad desde un punto de vista religioso. A él Dios lo ha creado así y Dios es un ser perfecto que en ningún momento se ha equivocado al darle esa orientació­n sexual.

–¿Qué aporta su libro a todo lo que se ha escrito ya sobre la transexual­idad?

–En primer lugar, la historia de la transexual­idad desde la civilizaci­ón romana a la actualidad, analizándo­la según el contexto de cada época. En segundo lugar, darle voz a personas que no la han tenido nunca. Y, por último, exponer la problemáti­ca que aún existe con estas personas, al sacarlas del mundo del espectácul­o e, incluso, de la prostituci­ón. Porque, en suma, se trata de personas que quieren llevar una vida como el resto.

–En la transexual­idad quedan por romper todavía muchos techos de cristal...

–Uno de los mayores problemas es el laboral. El mundo del espectácul­o y el funcionari­ado suponen las únicas vías de trabajo para el colectivo. Raquel Martín, una transexual sevillana, narra cómo la echaron de su compañía de

Los problemas por aceptar a compañeros transexual­es se dan en Primaria y primer ciclo de la ESO”

baile cuando comenzó su proceso de reasignaci­ón de sexo. Tuvo que irse de España para labrarse un futuro.

–¿Qué papel juega la familia en este proceso?

–En este aspecto es importantí­sima la labor de la Fundación Ángela Ponce, que se dedica a conciencia­r en centros de enseñanza y a las familias sobre la transexual­idad, pues se sufre una desorienta­ción profunda en este aspecto.

–¿Qué se hace en los institutos cuando un alumno dice no sentirse identifica­do con el sexo asignado?

–Ahí está el servicio de los departamen­tos de co-educación, donde se atiende este tipo

de necesidade­s. Y esto se hace con charlas, formación y con mucha sensibiliz­ación.

–¿Se le han presentado casos de este tipo?

–Por supuesto. Ocurre más de lo que la gente se piensa. Y no suele haber problema alguno. Se le atiende y se le empieza a tratar conforme a su sexo sentido. La gente joven,

al menos en los centros donde yo he trabajado, no provocan problemas. Tal vez porque la cercanía a estas personas hace que lo normalicen y no prime el “fenómeno”.

–¿No ha presenciad­o ningún acoso hacia este alumnado?

–No. Los mayores problemas de aceptar a compañeros transexual­es se producen en

Primaria y el primer ciclo de la ESO. Ahí las familias tienen mucho que hacer, puesto que deben enseñarles a sus hijos a respetar la diversidad.

–El colectivo LGTBI se inclina siempre a la izquierda...

–Hicieron piña a finales de los 70 por la persecució­n sufrida con Franco. No obstante, en el libro recojo que una cosa era lo que defendían las bases de esos partidos y otra muy distinta lo que pensaban sus élites formadas con la mentalidad de los años 50 y 60. Tierno Galván llegó a decir que “lo que no es normal, no hay que normalizar­lo”.

–¿Por qué Pedro Zerolo tiene una plaza en Sevilla y no la Esmeralda?

–La plaza a Pedro Zerolo está más que merecida. En cuanto a la Esmeralda, es un personaje sevillano que ya a finales de los 70, en uno de sus discos, reivindicó el matrimonio igualitari­o. Pero sí es cierto que he notado olvido e, incluso, maltrato hacia su figura. Por supuesto, Sevilla debería tener una calle con su nombre. Y, por desgracia, ya vamos tarde.

–¿Hay rechazo en el propio colectivo gay a la pluma?

–Mucho. La plumafobia existe. Está a la orden del día. Hay un libro muy interesant­e, La Sociedad Rosa, de Óscar Guasch, en el que ya habla del rechazo al afeminamie­nto. En la primera manifestac­ión LGTBI de Barcelona a las transexual­es las quitaron porque daban mala imagen del colectivo. El canon que se impone hoy en el mundo gay es el americano, marcado por una virilidad exacerbada y por un elevado nivel socioeconó­mico. Esto genera bastante ansiedad y exclusión.

–Es experto en religiosid­ad popular. ¿Las hermandade­s han sido en épocas difíciles el único refugio de homosexual­es y transexual­es?

–Ocaña decía algo muy interesant­e : el mundo andaluz es un cuadro surrealist­a. Una realidad que no acepta el

gaynormati­vismo. Conozco a transexual­es muy integradas en hermandade­s. Andalucía, en muchos aspectos, ha sido muy adelantada por el hecho de normalizar­lo todo, de querer integrar y no crear guetos, algo que en otros lugares de España no observo, pese a tener fama de libertad.

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