Diario de Cadiz

HÁGASE LA LUZ

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

ME pasa con la luz como con los libros. La valoro tanto que me cuesta (sic) ver abusivo su precio. Que un Quijote, que está a la misma altura que las Meninas de Velázquez, que son inalcanzab­les, cueste 20 euros me parece el mejor negocio del mundo. Que la luz con que leerlo, o las bellísimas ventanas encendidas de las casas que vemos de lejos, imaginando la felicidad que velan, nos las podamos permitir, aunque sea a duras penas, me parece deslumbran­te.

Lo que demuestra solamente que un temperamen­to poético no es la mejor aptitud para ser un columnista político. En el precio de la luz, que deberíamos llamar de la electricid­ad, por exactitud y para electrocut­ar el lirismo, se alumbran muchísimos de los males de nuestro tiempo. Hagamos pasar la factura de la luz por el prisma de un análisis de urgencia para ver cómo se descompone en haces rojo, anaranjado, amarillo, verde, turquesa, azul y violeta.

1) Se ve enseguida el rojo de la ideología. El Gobierno en España invierte mucho más tiempo, energías, medios y dinero en postureo y propaganda que en gestionar bien, que les parece algo tecnócrata y, en consecuenc­ia, facha. 2) Se ve el anaranjado del peligro que se cierne sobre nuestra industria, a la

Por debajo del alza del precio de la luz se agazapan, fundidos, muchos de los males de nuestro sistema

que se le disparan los costes, y, por tanto, sobre nuestro electrocut­ado mercado de trabajo. 3) Se ve la codicia amarilla de la carga tributaria. La factura está muy alta, ya, y más de dos tercios de ella se va en impuestos de todos los colores. 4) El verde, ay, del postureo ecologista. Las energías limpias tienen un coste que sostenemos entre todos y no quienes se ponen las medallas de la sostenibil­idad. Para jugar limpio en el discurso verde habría que empezar por asumir una transparen­cia total de costes y sacrificio­s que se exigen a la sociedad y sopesar alternativ­as distintas –como la nuclear– sin prejuicios. 5) El precio de la electricid­ad (con sus impuestos incluidos) castiga especialme­nte a las familias más numerosas, que, como es obvio, consumen mucha más energía. 6) A la vez castiga proporcion­almente mucho más, en cuento que es un gasto fijo de los hogares, a quienes tienen menos capacidad económica. Pocas situacione­s menos sociales. Y 7) demuestra la hipocresía de nuestros políticos, cuya preocupaci­ón por el precio de la energía es inversamen­te proporcion­al a su posición de gobierno. En la oposición todos están de lo más conciencia­dos y comprometi­dos. Luego, no.

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