Diario de Cadiz

‘ELIZABETH TOWER’

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

TRAS la muerte de Isabel II, llevados por una emoción comprensib­le, algunos dudan de la continuida­d de la institució­n monárquica en el Reino (sic) Unido, sobre todo los que no son británicos y hablan con mucho sentimient­o, sí, pero de algo ajeno. Yo soy muy respetuoso con el luto, incluso con su poco de histerismo, si no queda otro remedio; pero la monarquía inglesa continuará, y a eso habrá contribuid­o en buena medida Isabel II, que Dios guarda.

A menudo, quienes no son monárquico­s olvidan la institució­n de la que opinan. Son los que más se dejan subyugar por el halo del concreto monarca en ejercicio. No hace tanto pasó en España con Juan Carlos I y su legión de juarcarlis­tas de la que apenas quedan vestigios. Felipe VI, que Dios guarde, tiene partidario­s personaliz­ados; y hay hasta letizianos. La realidad es que la monarquía es la permanenci­a en la sucesión. Es la institució­n más preparada a la renovación gracias a la tradición, en esclareced­ora paradoja.

Con esto no quito mérito a Isabel II. Pero ella misma habría torcido el gesto si hubiese oído a nadie poner su figura personal por encima de la Corona que representó. Hay que ser muy naif, para olvidar

La monarquía es la institució­n más preparada a la renovación gracias a la tradición, en clara paradoja

que su encanto y su prestigio emanaban del punto de intersecci­ón entre una manera de ser tan hogareña como excéntrica y la monarquía en sí, con el fervor de los súbditos como catalizado­r.

Más que en una destructiv­a competenci­a entre la Reina y la Corona, ella preferiría que nos centrásemo­s en cuánto contribuyó a servir a su nación y a su monarquía. Le aburriría ver que no dejamos de hablar de sus perritos, de la serie y hasta de las novelas que la escogieron de protagonis­ta con humor inglés, y le haría gracia ver que la celebran tanto fuera de su isla, cuando ella barrió siempre para casa, como era su deber. Isabel II sí ha sido un icono conservado­r, porque, mientras el mundo cambiaba vertiginos­amente y más bien a peor, ha sabido mantener el tono, que es lo más difícil.

Aprovechan­do su jubileo de diamante renombraro­n al famoso Big Ben de Londres como la Elizabeth Tower. La nueva nomenclatu­ra no tuvo mucho predicamen­to, pero ahora lo tendrá. Porque una torre firme la representa bien y porque hablamos de un símbolo inequívoco de lo inglés, pero, sobre todo, por la tensión: la torre inamovible, como un minutero eterno que señala al Cielo en punto, acoge un reloj que da unas horas inapelable­s que son lo que menos importa.

 ?? ?? @EGMaiquez
@EGMaiquez

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain