CUANDO UN COMUNISTA PONE LOS PRECIOS
O es monopolio de los comunistas, pero lo que ocurre cuando sus regímenes fijan los precios para que los productos básicos sean asequibles es que éstos merman. Los escaparates de Berlín Oriental eran tan grandes como una portería de fútbol, pero el género era tan mínimo como una latita de atún. Franco quiso que los españoles pudieran comprar pan a un precio asequible después de la Guerra Civil, intervino el trigo y casi los mata de hambre. Más que la destrucción bélica, las hambrunas de la década de los cuarenta se originaron por esa fijación de precios, los agricultores o no cultivaban porque no les salía a cuenta o lo derivaban al mercado negro. Todo esto es de primero de economía política, pero la ministra Yolanda Díaz no lo ha comprendido. En Cuba, que es un imposible llamado comunismo de rostro humano, falta comida, aunque, sobre el papel, el ciudadano tiene derecho a una cantidad variada, diaria y equilibrada de alimentos.
Díaz y el ministro Alberto Garzón son los ministros comunistas del Gobierno; en principio y, simplemente, por tradición, son más sensatos que los de Podemos, pero su pulsión regulatoria es un despropósito. El mercado es un dragón que conviene embridar, pero suele adjudicar con eficacia los precios de los productos. Fueron la liberalización de la economía española y la libre competencia las que permitieron salir de aquellos terribles meses de finales de los años setenta cuando la inflación superó el 30%. El más mercado que impuso la Unión Europea terminó por darnos décadas de estabilidad, hasta que ahora se han disparado los precios por los cuellos de botella sufridos tras la pandemia y la crisis energética.
Pero de la inflación sólo se sale con dolor, hay que aliviar a las familias en peores condiciones, pero hay que apartar las manos burocráticas de las listas de precios. Los efectos pueden ser perversos.
Perverso es lo que le ha ocurrido a Yolanda Díaz, en el sentido de que el efecto que ella buscaba ha sido el contrario. Carrefour se ha adelantado con una oferta que es puramente comercial, y ha terminado por enfadar a los pequeños comerciantes, que no tienen la capacidad de una negociación tan dura con sus proveedores como las grandes distribuidoras. Los agricultores y ganaderos tiemblan porque temen que todas las distribuidoras les aprieten aún más para contentar a la ministra comunista.
Yolanda Díaz tiene la imperiosa necesidad de lanzar cada día una propuesta mágica. Su problema ya no son los ministros socialistas, sino los de Podemos y, claro, de vez en cuando cae en despropósitos mayúsculos.
Fueron la liberalización de la economía y la libre competencia las que enterraron los meses de inflación superior al 30%