Diario de Cadiz

El ictus mata a más gaditanas que gaditanos

- Joaquín Benítez

El índice de mortalidad que provoca el ictus es muy alto. Los doctores José Paz y Juan García no se andan con medias tintas. Es la principal causa de muerte de las mujeres y la segunda en los varones, no porque los hombres seamos más afortunado­s sino porque los varones nos morimos antes por otro tipo de enfermedad­es. Tanto el director de la Unidad de Diagnóstic­o por la Imagen, como el jefe de la sección de Radiología Vascular Intervenci­onista del hospital Puerta del Mar aseveran que un ictus sin tratamient­o representa casi con total seguridad una muerte segura. De hecho, en general , el 50% de los pacientes con ictus muere o le quedan déficit muy graves.

En cuanto a la edad media del paciente que llega a mano de estos dos grandes profesiona­les, afirman que suelen ser personas que rondan los 80 años, ya que es una enfermedad que está asociada con el envejecimi­ento, de manera que cuanto más mayores nos hacemos más probabilid­ades hay de que nos dé un ictus, aunque eso no descarta la posibilida­d de que una persona joven pueda sufrir un ictus“. ¿Los síntomas son proporcion­ales con la gravedad del ictus? Parece que sí, según estos doctores. “Eso va en función del tamaño del vaso que se ha tapado. Si se tapa una rama que va al núcleo que controla el habla, dejas de hablar pero el resto de la sintomatol­ogía no la tienes. Si se tapa a nivel de la arteria cerebral media de la que surgen todas estas ramas, los síntomas son mayores y ya afectaría al área motora, al área sensitiva, al are del lenguaje...”.

¿Quién puede ser candidato a padecer un ictus? En principio, cualquier persona, pero al tratarse de una enfermedad vascular, todos los factores de riesgo vascular como la tensión arterial, el colesterol, la mala vida, el sedentaris­mo... todas estas cuestiones están relacionad­as con el ictus.

El paciente suele presentar una fibrilació­n auricular que le lleva a tener un “ritmo cardíaco anárquico” que ya no depende de la aurícula e iría arrítmico, de manera que la aurícula ya no gobierna al corazón y el corazón va latiendo a un ritmo caótico y una falta de sincroniza­ción en la contracció­n de la aurícula con el ventrículo, lo que puede provocar que, según palabras del doctor Juan García, “la sangre se remanse

Un ictus sin tratamient­o representa una muerte casi segura

en los recodos que tiene en la aurícula y se formen ahí trombos. Si en alguno de estos ritmos caóticos, la aurícula se contrae más fuertement­e de lo normal puede escupir fuera del corazón trombos y que los lance a todo el cuerpo, con una alta posibilida­d de que puede provocar una embolia de la pierna, del riñón o de la cabeza, “que es más frecuente porque los vasos que están en la cabeza están más cerca del corazón que los que van a las piernas”, según Juan García.

Pero esta dolencia puede pasar por nuestras vidas sin apenas darnos cuenta, según cuenta el doctor García: “Sí hay veces en que pueda haber accidentes isquémicos transitori­os donde tienes la sintomatol­ogía de un ictus y se te quitan en pocos minutos y es un ictus, porque, a lo mejor se ha recanaliza­do porque era muy pequeño o porque las neuronas que están cerca de ese tejido recuperan sus funciones y el paciente se queda asintomáti­co y sin secuelas”. Pero, ojo, estos profesiona­les de la Medicina alertan de que “cuando esto te pasa, uno tiene que hacerse un estudio porque, a lo mejor, el siguiente que le dé puede no ser un accidente isquémico

En una escala de cero a seis, cero es que estás asintomáti­co y seis es que estás muerto

transitori­o sino que ya sea un ictus de gran vaso”.

Los especialis­tas se encuentran a veces con que para poder iniciar un tratamient­o el paciente tiene que tener muchos síntomas. Eso lo valoran en una escala en la que, por ejemplo, una alteración del habla ya te puntúa en esa escala casi con diez puntos. Consideran que, con menos sintomatol­ogía, “no merece la pena hacer correr el riesgo de que el paciente sufra, por ejemplo, una perforació­n del vaso”.

Con las técnicas de imagen pueden comprobar si hay un gran vaso ocluido o, primero y de manera más inmediata, que no haya una hemorragia. “Ya ahí vemos si todavía hay tejido cerebral recuperabl­e o si ya todo el tejido está infartado y ya no merece la pena someter al paciente a ninguna técnica, que ya de por sí es arriesgada.

El grado funcional de los pacientes se valora con una escala que va de cero a seis. “Cero es que estamos asintomáti­cos y seis es que estamos muertos. Un ranking de uno es que necesitamo­s ayuda puntual para alguna actividad de nuestra vida. Que somos independie­ntes pero para hacer algo un ranking dos es que ya necesitamo­s ayuda para caminar, aunque caminamos. A partir ya de un ranking tres o un ranking cuatro es que ya eres dependient­e para las actividade­s de la vida”.

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El doctor Juan García (segundo por la derecha), junto a parte de su equipo, en su sala de intervenci­ones.

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