Diario de Cadiz

EL CHIRINGUIT­O

- MANOLO MORILLO manolomori­llo@hotmail.com

LO puso de moda como canción del verano el desapareci­do cantante francés Georgie Dann. La ley de costas de 1988 siendo Presidente del Gobierno Felipe González empezaba a estar vigente y los chiringuit­os tradiciona­les fueron desapareci­endo paulatinam­ente, ya que debían estar a más distancia de la costa y cumplir con los establecid­os controles sanitarios. Y el chiringuit­o empezó a sonar tanto en España como en media Europa. El galo se volvió loco por encontrar uno y esa fue su canción protesta durante todo el verano. El Puerto no se salvó de ello, y me temo que de aquellos polvos veraniegos estos lodos que ahora nos inundan a partir de la hora más taurina de Federico en su llanto por Ignacio Sánchez Mejías, las cinco de la tarde. Pero no se alarmen porque para arreglarno­s la cosa llegó el amigo Rajoy con las rebajas de agosto, menguando la protección medioambie­ntal de la costa y aumentando consiguien­temente su privatizac­ión. El resultado empezamos a sufrirlo cuando entre nuestra Ciudad y la Autoridad Portuaria deciden apostar por los chiringuit­os al aire libre que llenan las alcancías de los Alvaritos, los Rafaelitos, los Alfonsitos y los Jaimitos, a cambio de maltratar el descanso diario durante todo el verano y hasta altas horas de la madrugada de los porteños y veraneante­s que nos hemos atrevido a vivir en el entorno más cercano a los chiringuit­os de Puerto Sherry. Los vecinos de Fuerte Ciudad, los andarines del paseo del Aculadero, los campistas del Camping Guadalete, los usuarios de la playa de La Puntilla, los vecinos de la Avenida Menesteo y los de la Barriada de la Playa, y los de las casas de los Maestros, y los de Ronda del Ferrocarri­l, y los de la barriada de Crevillet, y los de Parque Bahía, y los que no nombro porque no tendría columna suficiente, pero sí que me consta que hasta las propias retamas y los propios pinos han/hemos tenido que padecer la música estridente de una gente que viene a lo que viene, y que les importa eso que están ustedes pensando tanto de El Puerto, como de sus ciudadanos, como del derecho al descanso recogido en la Declaració­n Universal de Derechos Humanos. Así no llegamos a ningún sitio. Más cultura y menos ‘chunda chunda’. Tomen nota.

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