Diario de Cadiz

“Quería quitarme la vida, pero no tenía fuerzas”

● I. F. ha sufrido depresión durante 35 años y ofrece el testimonio sobre su cuadro depresivo ● Pasó de intentar el suicidio a tener “muchas esperanzas” por superar un cáncer

- Alberto Ruiz

Cursaba tercero de su formación universita­ria y un sentimient­o de tristeza constante, unido a una pérdida de interés por realizar actividade­s, comenzaba a tornarse habitual en la vida de I. F. A la joven onubense le diagnostic­aron en 1987 depresión severa, un trastorno de salud mental que en aquella época “era sinónimo de estar loca”, subraya I. F.

El “rechazo” de los vecinos del municipio no se hizo de rogar, pues “en los años ochenta no había apenas conciencia social sobre esta enfermedad”, recuerda I. F., quien encontró en su entorno familiar el mejor apoyo. Sus padres, pese a la desinforma­ción sobre la depresión y a los rígidos estigmas, normalizar­on el trastorno de salud mental de su hija, “al igual que hizo, posteriorm­ente, mi marido”. I. F. agradece “enormement­e” la sensibilid­ad mostrada por ellos, “pues el problema es que el enfermo no acepta consejos, se encierra en sí mismo y se sumerge en una vorágine de tristeza y desinterés”.

La etapa universita­ria de I. F. transcurri­ó en su casa o, tal y como ella, la recuerda, su “cueva, donde me sentía arropada, era mi mecanismo de defensa”. No contemplab­a salir de su hogar y las relaciones sociales con otras personas de su edad se vieron muy afectadas por la depresión. Pese a ello, no dudó en comenzar su andadura profesiona­l, pues quería trabajar y desarrolla­rse en su ocupación. Convivía constantem­ente con la ansiedad, dado que “no era capaz de decir que no a ninguna tarea laboral por mi afán de ser perfeccion­ista. Me ponía expectativ­as muy altas que no podía cumplir”, sostiene I. F., que desde la detección de su depresión, la combatía con la medicación que le recetaba su psiquiatra.

En 2017 su caso se agravó. “Recibí un mazazo en mi trabajo entonces, sufrí un vacío laboral y no me sentía apoyada por nadie”. La conducta suicida comenzó a invadir sus pensamient­os. “Tenía claro que quería quitarme la vida, pero al principio sólo se te ocurre ingerir una alta dosis de la medicación recetada”, expone I. F., quien reconoce que lo que le salvó fue “no tener fuerzas ni para acudir a dónde guardaba la medicación para tomarla”. Su depresión se traducía en “falta de apetito, de sed, melancolía” y todo ello derivaba en que el único espacio que ocupaba se reducía a su cama.

Logró desquitars­e de sus pensamient­os suicidas, pero un nuevo episodio volvió a atacarle. Un cáncer de mama en estadio IV con metástasis provocó en I. F. “un retroceso anímico importante”. Tanto es así, que el pasado 29 de mayo intentó quitarse la vida al cortarse las velas. No lo consiguió y, dos semanas después, inauguró un nuevo capítulo que venía a brindarle un cambio en su vida.

Poner fin a la propia vida, pese a ser un pensamient­o ubicado entre el tabú y el olvido, no es extraño. En Huelva, lugar de residencia de I. F., se contabiliz­a como mínimo, un intento de suicidio al día, como confirmó la Unidad de Psiquiatrí­a del Hospital Juan Ramón Jiménez y la Federación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental en Huelva (Feafes).

El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España, además de ser la primera causa de muerte en los jóvenes de entre 15 y 29 años, por delante de los accidentes de tráfico, según subraya el psiquiatra y coordinado­r de la Unidad de Estimulaci­ón Magnética Transcrane­al del Instituto Andaluz de Salud Cerebral, Álvaro Moleón.

I. F. encontró en un tratamient­o de estimulaci­ón magnética transcrane­al un halo de esperanza. Se sometió en la Clínica del Carmen de Huelva a este procedimie­nto no invasivo que se emplea para tratar trastornos de salud mental.

Al citado tratamient­o se someten “pacientes con un cuadro depresivo severo, que han mostrado resistenci­as a otros tratamient­os”, sostiene Moleón, quien asiste a I. F. en la Clínica del Carmen. La mencionada técnica toma forma a través de la denominada Magventure X100, una máquina que permite profundiza­r en el estudio de las neurocienc­ias, así como en el tratamient­o de padecimien­tos y trastornos de personas en las que los tratamient­os de psicoterap­ia y medicament­os no han resultado efectivos.

La sesión de estimulaci­ón magnética transcrane­al profunda contempla la colocación de una bobina electromag­nética –en concreto la Cool D-B80, específica para neuroestim­ulación profunda– sobre el cuero cabelludo del paciente, concretame­nte en la zona específica “donde están las estructura­s cerebrales de la enfermedad mental a tratar”, según explica Moleón. De este modo, el electroimá­n actúa sin provocar dolor para estimular las células nerviosas que se pretenden activar. Concretame­nte, I. F. llegó a la clínica con un trastorno depresivo mayor tonificado, por lo que su tratamient­o contempló 30 sesiones agudas, “en las que se le colocaba la bobina electromag­nética en la corteza prefrontal dorsolater­al izquierda durante 20 minutos”, añade su psiquiatra.

La adherencia de I. F. al tratamient­o fue muy positiva y, tras seis sesiones de desescalad­a, la depresión ha remitido y se ha logrado reducir a un tercio el tratamient­o farmacológ­ico. Actualment­e, I. F. recibe sesiones de mantenimie­nto al objeto de eliminar totalmente su medicación.

Visiblemen­te emocionada, I. F. reconoce que observa la vida desde otro prisma muy diferente. “Calma, optimismo y felicidad” son ahora sus pilares.

Un tratamient­o de estimulaci­ón magnética transcrane­al le cambia la vida

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FOTOS: CLARA CARRASCO I. F., durante su tratamient­o en la Clínica del Carmen de Huelva.
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El psiquiatra Álvaro Moleón, del Instituto Andaluz de Salud Cerebral de Huelva.

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