Diario de Cadiz

LA INSÓLITA APARICIÓN DE UN ACUEDUCTO

- JUAN CLAVERO

EN El Puerto ha sucedido un fenómeno sobrenatur­al, la aparición inesperada de un acueducto del siglo XVIII por donde se sabía que pasaba un acueducto del siglo XVIII. Algo insólito digno de ser estudiado por los más insignes expertos.

El acueducto de La Piedad se construyó a principios el siglo XVIII para abastecer a la ciudad, y a las galeras que partían hacia América, desde los manantiale­s de La Piedad, al pie de la Sierra de San Cristóbal. Una obra notable que incomprens­iblemente no está declarada Bien de Interés Cultural. El acueducto tiene varios registros y culmina en el parque de La Victoria, en el bonito depósito de la Caja General de Aguas. Es tan conocido que ha sido protagonis­ta de varias publicacio­nes y está protegido en el PGOU. No se puede alterar ni destruir.

Pero el sr. alcalde, Germán Beardo, licenciado en Historia, desconocía que por la antigua bodega de San José del Pino pasaba un acueducto, y otorgó licencia de obras para construir un bloque de pisos. La sra. concejala de Urbanismo, arquitecta ella, no sabía que la distancia más corta entre dos registros es la línea recta, y aprobó la licencia en ese trayecto. El sr. concejal que nos acabamos de enterar que lo es de Patrimonio -probableme­nte él también-, además de Fiestas, desconocía la existencia de ese acueducto, y ni tan siquiera encargó un informe a los técnicos de su concejalía sobre esas obras.

Y comenzó la construcci­ón de las viviendas que tenía previsto edificar el Grupo Q en el colindante Rancho Linares, pero que debido a su manifiesta ilegalidad y a la oposición de diversos colectivos ciudadanos, se paralizó, y las pasaron a esa parcela. Y apareció “por casualidad” un acueducto, y la constructo­ra no dijo nada, y lo desmanteló, y el ayuntamien­to no supervisó las obras, y ni se enteró. Lo más probable es que el alcalde estuviera enfrascado anunciando sus grandes e inexistent­es logros en las redes sociales; la concejala de Urbanismo negociando con los especulado­res cómo urbanizar y destruir el Rancho Linares; y el concejal de Patrimonio, bueno, ese estaba de parranda o buscando el bolso que conjuntara con la camiseta y los zapatos para la foto diaria de su Instagram. Si hubiera sido más hábil, hubiera montado “La fiesta del acueducto”.

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