Diario de Cadiz

“Ha sido un viaje emocional porque me ha costado mucho perdonar al pueblo”

● El realizador algodonale­ño debuta en la literatura con ‘El último verano antes de todo’, una novela que nació del diario adolescent­e de su madre y que supone un reencuentr­o con sus raíces

- Tamara García

–¿Por qué una novela?

–Como dos semanas después de haber estrenado

que fue un fenómeno en Netf lix, yo estaba como muy sobrepasad­o, se sentaron conmigo de la editorial Planeta, porque les había gustado mucho la forma en que estaba narrada la película, y me preguntaro­n si tenía ideas para un libro. Al principio me causó rechazo porque, aunque siempre había fantaseado con escribir un libro, soy un gran lector y, por tanto, me daba mucho pudor escribir una novela, que no es lo mismo que un guion. Pero, finalmente, decidí formarme y acepté.

–Y escribió una historia muy personal

–Es que en ese momento yo acababa de perder a mi madre, se fue muy pronto, con 54 años, por un cáncer de pulmón muy agresivo... Ella se quedó embarazada de mí con 17 años, fue madre soltera, joven, en Algodonale­s, en los 80... Vamos, no lo tuvo fácil... Y justo en su velatorio mis tíos me regalaron su diario de adolescent­e, que abarcaba de los 14 a los 17 años, la última página, que está reproducid­a casi íntegra en la novela, es como una despedida de ella a mi padre, porque ya la había abandonado, y justo le acababan de decir que yo iba a ser un niño, y dejó de escribir... Así que quise hacer esta historia, hacer justicia con mi madre y llenar todas esas páginas en blanco del diario que ella nunca pudo escribir. Tres años y medio después, la he conseguido publicar.

–Si no sabía usted de ese diario, se quedaría de piedra...

–Efectivame­nte, y todavía más cuando vi que escribía muy bien. Mi familia es muy humilde. Mi madre era limpiadora, mi tía, también, mi abuelo agricultor, mi tío trabajaba en Francia, con las manzanas... Así que ahí descubrí lo bien que escribía mi madre, lo bien que organizaba las ideas, era muy concisa, escribía de puta madre, vamos. Y luego me invadió un sentimient­o mucho más feo, el sentimient­o de culpa, ¿por qué yo no sabía que escribía tan bien?. Ahora lo hablo mucho con mis amigos, les digo que le pregunten a sus madres qué querían ser ellas, con qué soñaban, qué aspiracion­es tenían, porque a veces damos por hecho que el sueño de sus vidas era ser madres y ya está... Fue devastador sentirnos tan culpables, mi hermano y yo, cuántas cosas pudimos preguntarl­e y no lo hicimos...

–‘El último verano antes de todo’ es un reencuentr­o con un lugar, su pueblo, y un momento, su adolescenc­ia. ¿No ha sido fácil, no?

–Ha sido un viaje emocional al pueblo, a los orígenes y al perdón, porque a mí me ha costado mucho perdonar al pueblo. A mí me pasó mucho lo que le ocurre a la pandilla de amigos protagonis­ta, que en el verano del 2000 estaba deseando salir para no volver. Ismael hace lo que hice yo cuando me marché a estudiar Periodismo, desmantela­r el cuarto entero. Yo no quería volver. Me ha costado mucho perdonar lo que pasó allí en la adolescenc­ia y en la niñez porque cuando creces siendo el diferente, cuando sufres bullying y homofobia, pues lo que en teoría debería ser tu hogar se convierte en un lugar muy inhóspito y hostil. Pero no se puede vivir en el rencor, y parte de la historia de la novela es abrazar los orígenes, perdonar y seguir adelante. Aunque cuando te pasan cosas terribles en un pueblo tan pequeño, pues no es fácil. De todas formas, parte d de la motivación de la novela era retratar esa adolescenc­ia y cómo el tiempo, la memoria, va cambiando la percepción de cómo contemplas ese lugar. De cómo el paso del tiempo va haciendo que Laguna, el pueblo de la novela que es una mezcla entre Algodonale­s y Zahara de la Sierra, se convierta en versiones diferentes para cada uno de los amigos, porque ninguno lo recuerda igual.

–Por lo que cuenta, sus vivencias no sólo están volcadas en Ismael también en otros personajes.

–Sí porque era un mecanismo mucho más interesant­e para llegar a la verdad de la emoción, que es lo que a mí me interesa. Si contaba las cosas con sus nombres y apellidos iba a tener más vergüenza y más cortapisas, así que pensé que lo más fácil era, además de nombres inventados, dividir a una persona en varios personajes. Obviamente, es muy fácil identifica­rme a mí como Ismael pero yo también tengo mucho de Raúl, del bullying que sufre, o historias como la de El Zapata, realmente, está basada en la historia de una chavala.

–Ismael se siente frustrado con su carrera en el cine, ¿se sintió usted así al principio, eso es real?

–Casi todo es realidad. Yo no adapté a Shakespear­e pero adapté a Ibsen. Yo sufrí mucho con mi primera película, de hecho, no sé si hubiera seguido teniendo una carrera si cuando la estrené, y fue un fracaso, no hubiera tenido rodada la segunda, que resultó ser un éxito y, a partir de ahí, salí disparado. A ver, el fracaso de Ismael no es mi fracaso. A mí la crítica me trató bien, pero fue un fracaso de público tremendo, literal, siete días aguantó en cartelera... Me petó mucho la cabeza y más cuando descubrí las envidias, la competitiv­idad, lo que supone estar expuesto, pero yo lo llevé de una manera más estable que Ismael gracias a la terapia y quitándome por supuesto de casi todas las redes sociales... La gente te insultaba o te deseaba la muerte porque no le había gustado la película... A mí eso me cogió de nuevas y yo no entendía nada. Así que sí, tuve una entrada en el cine bastante traumática, como la de Ismael.

–En la novela hay un asesinato, ¿tenía claro que el aire de thriller? –Pues surgió... Yo soy lector de thriller y esto no es un thriller al uso, pero sí tenía claro que había un muerto en el pantano y que eso cambiaba la vida de los personajes. Quería verlos reaccionan­do ante un asesinato y ante un montón de secretos que se iban descubrien­do conforme se desvelaba la verdad sobre ese asesinato. A mí es que me gusta mucho mezclar géneros porque pienso que la vida misma es una mezcla de géneros. También me acordé en el proceso de escritura que de pequeño mis amigos y yo estábamos completame­nte obsesionad­os con una casa cerrada que había en Algodonale­s y que en tiempos un vecino había matado a otro con un hacha en la cabeza durante la celebració­n de un Corpus Christi. Esa casa nos daba pavor pero, a la vez, nos pasábamos los veranos enteros fantaseand­o con qué había pasado ahí, qué lleva a un vecino a matar a otro de una manera tan violenta... Y como en la vida real no estuvimos implicados en la resolución de ese crimen pues pensé, ¿por qué no tenerlo en la novela? También está lo de los suicidios en el Tajo de Ronda, los cadáveres que no han aparecido, así que al final, al haberme criado con esas historias, tu mente, como creador, pues fabula con eso...

–¿Este es el comienzo de una buena amistad con la literatura?

–Ojalá... Me encantaría desarrolla­r una historia que tengo en la cabeza, que me gustaría que fuera una novela, no una película; pero, afortunada­mente, me va muy bien. Yo tengo ocupado ya hasta mediados de 2024... También me pasa esa sensación como de serle infiel al proyecto... Ahora, en dos semanitas, me bajo de nuevo unos cuantos meses para dirigir una serie aquí en el sur y quiero estar concentrad­o. Pero sí, me gustaría seguir desarrollá­ndome como novelista.

–Me ha puesto el caramelo, cuénteme proyectos

–De la serie no te puedo contar más pero sí que mi próxima película, si todo va bien, la rodaremos a finales del año que viene y la produce María del Puy, Malvalanda, nominada al Oscar por y estamos en un proceso creativo muy bonito con ella. Era un guion que debería haber sido mi tercera película pero cogió carrerilla en la pandemia y se coló. Así que estoy muy contento porque me he dado cuenta que poder elegir cuáles van a ser tus proyectos es el mayor premio que puedes tener. . La libertad... Es que he descubiert­o que soy bastante indomable...

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JULIO GONZÁLEZ El escritor y director de cine Jota Linares, ayer en Cádiz.
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