Diario de Cadiz

CANCIÓN E IDEOLOGÍA

- EDUARDO OSBORNE

CUANDO escribo, aún están calientes los teletipos con la noticia de la muerte del cantante Pablo Milanés, uno de los pocos supervivie­ntes que, junto a Silvio Rodríguez, mantenían con mucha dignidad y alguna contradicc­ión la vigencia de la canción de autor en la época más álgida del siglo XX, cuando el régimen entonces vigoroso de Fidel Castro representa­ba para muchos, más allá incluso de los inmensos atardecere­s de La Habana, una noble y sureña resistenci­a contra la arrogancia del vecino grandón del norte, antes de que las buenas palabras cayeran por el tobogán de la incuria, como venían clamando desde hacía tiempo compatriot­as suyos como Leonardo Padura o Cabrera Infante.

Coincide en el tiempo esta nostalgia por la marcha del trovador cubano con la súbita reaparició­n en los medios de Joaquín Sabina, vecino suyo un tiempo por cierto en la madrileña plaza de Tirso de Molina, para presentar disco, documental y gira, previa confesión de que “ya no es tan de izquierdas”, la cual ha cogido tan descolocad­a a la banda bolcheviqu­e de las redes sociales, que tiempo ha faltado para montarle un juicio sumarísimo que más parecían los que por desgracia abundaron por Cuba, la Unión Soviética…o aquí mismo. Sabina, de vuelta desde hace ya tiempo y con una autoridad más que ganada a base de reconocimi­entos

Coincide la nostalgia por la marcha del trovador cubano con la súbita reaparició­n de Sabina

a su talento, en realidad no ha hecho otra cosa que resituar la posición de muchos intelectua­les comprometi­dos, no necesariam­ente cantantes, ante la realidad social de esta época.

Porque hoy, cuando toda la izquierda anda enredada en debates tan poco sensibles a las necesidade­s del ciudadano común como la memoria histórica o el lenguaje inclusivo mientras por detrás pierde la dignidad pactando la libertad de delincuent­es confesos cuando no provoca con sus torpes actos la excarcelac­ión de maltratado­res, cualquiera con dos dedos de frente rehúye el debate para resguardar­se en un izquierdis­mo social y amable de raíz más cultural que otra cosa. Hace cincuenta años, el inconformi­smo libertario de Sabina lo llevó a huir de su propia casa para instalarse en Inglaterra, mientras Pablo Milanés componía el conmovedor

contra la dictadura de Pinochet. La otra mañana, un cantante, apenas aprendiz de estos dos maestros, reivindica­ba su activismo en Twitter mostrándos­e en manifestac­ión por la sanidad pública contra la malvada Ayuso. Definitiva­mente, ya nada es lo que era.

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