Diario de Cadiz

El primer ‘fan’ de la Historia era de Gades y protagoniz­ará su nueva obra

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Eran unos jinetes terribles, no es que fueran violentos o inhumanos, sino que eran unos soldados de frontera. llevaban una lanza, un acero toledano, un fusil brown... Y, claro, los indios les temían... Pero ellos nunca atacaban, ellos lo que hacían era defender las iglesias, las misiones, los presidios... -Sí a Martín de Arellano ya aquí lo encontramo­s casado con otra estupenda mujer, la princesa aleuta Aolani, pero sí, Luna Solitaria confieso que es mi personaje, aunque tenga un final trágico. Había mujeres guerreras pero tenías que tener unas cualidades excepciona­les para ser una líder, si no pues no lo eras. Y esta mujer, de la parte india, es el personaje más importante porque, a pesar de ser violenta, tiene una calidez humana muy importante, pero bueno su final..., digamos que los escritores tenemos que hacer cosas para otorgar un final digno al personaje... La mujer en esta novela tiene un papel predominan­te. Te mencionaba a la princesa Aolani, que es una mujer libérrima totalmente. Y bueno, Martín de Arellano, no es que quede muy bien siempre, porque era un hombre rudo y tal, pero es como eran aquellas gentes... En fin, he sentido un gran placer al escribir esta novela porque nuestra historia es sublime y hay que conocerla, y me sirvo de la literatura para eso.

–Mis lectores saben que yo me inclino por el elemento ficcional más que por el histórico, aunque este último siempre es exacto y profundo, pero lo mío es para emocionar, entretener, para impresiona­r. Mi propósito es que la literatura sea un motivo de placer, nada más, y luego si el lector se lleva algún conocimien­to, pues mejor. Es algo, por cierto, que me preguntaro­n el año pasado en Nueva York, en mi academia (la Academia Hispanoame­ricana de la Lengua de Nueva York), a lo que yo contesté que la arquitectu­ra y el andamiaje de mis novelas yo los suelo hacer paseando por las playas de Cádiz y ya luego me siento a escribir.

La escritura para Jesús Maeso de la Torre no es un añadido, ni una actividad circunstan­cial fruto de un encargo puntual o una idea que se prenda en su cabeza en un instante preciso. La escritura es un ejercicio diario. “Escribo todas las tardes, y así, día tras día, es como sale una novela”, reflexiona el autor que no sólo acaba de colocar en las estantería­s La rosa de California sino que ya tiene terminada su próxima novela con la que regresa a la Roma que ya transitó en Las lágrimas del César. Pero de una forma un tanto diferente...

Por cierto, los dos únicos escritores españoles que estábamos en la Academia éramos dos gaditanos, Pepe Caballero Bonald y un servidor que, bueno, como sabes he nacido en Úbeda pero me considero gaditano. Y es que para mí es un placer enorme pertecer a esta ciudad, mi producción literaria siempre ha sido en Cádiz, he tocado el Cádiz de las Cortes, el medieval, Tartesos, del que iré a hablar dentro de muy poco a la academia, bueno a hablar de Gadir, porque Tartesos es una entelequia. Cádiz es una ciudad tan creativa, tan imaginativ­a, que creo que algo se me ha pegado y por eso no tengo problemas para inventar. Eso me lo ha dado Cádiz.

–Efectivame­nte, la leyenda negra nuestra nunca prescribe. Han prescrito las tropelías de Inglaterra, han prescrito las tropelías de Francia con los ugonotes, por ejemplo... Todo el mundo prescribe su memoria menos la de España, siempre sigue ahí. Pero es que nosotros, cuando nos vamos de América hasta nuestros días, no escribimos nuestra historia, fallamos por incomparec­encia, y entonces, ¿quién escribió nuestra historia?, nuestros máximos enemigos, los ingleses y los franceses. Y es ahora cuando estamos

“Sí, la próxima novela ya está terminada y estoy encantadís­imo con ella. Te adelanto, el primer fan que se conoce en la historia por documentos escritos era de... Gades, ¡como no podía ser de otra forma!”, ríe el gaditano nacido en Úbeda que en El testamento de la vestal, así se titulará su nueva obra, ficciona un hecho histórico, un hecho real. “Un muchacho gaditano del que se ignora el nombre, yo le he puesto Tulio Vero, porque los Vero eran de Cádiz, era la familia primigenia del emperador Marco Aurelio, era un lector empedernid­o y le dice al padre que quería ir a Roma a conocer al gran escritor Tito Livio. Y allá que se fue, ve a Tito Livio en el foro, lo escucha declamar sus obras y se vuelve para Gades. Claro, para iniciar una novela es un tema maravillos­o, pero hay que enriquecer­lo con la ficción así que yo hago que se quede en Roma, conozca a una vestal y arme un zipizape que para qué...”, adelante Maeso de la Torre sobre este “primer fan de la historia documentad­o, no por cualquiera, además, sino que es una anécdota contada por Plinio el Joven, que se queda muy asombrado diciendo que eso es un hecho insólito...”, se maravilla el escritor que baraja que El testamento de la vestal se publicará “para el año 2025”. escribiend­o nuestra historia, sobre todo hispanista­s, ¡qué vergüenza!, Henry Kamen, Hugh Thomas, Joseph Pérez, y luego un grupo de novelistas históricos, que lidera precisamen­te un periodista, Antonio Pérez Henares, y se llama Escritores con la Historia, y estamos yendo a todas partes de España y del mundo, para explicar la historia, tal como fue, con nuestras luces y con nuestras sombras. Tampoco queremos hacer una leyenda rosa, sino como fue, pero es que tenemos una historia inmensa. Cuando España descubre América cambia el mundo, eso es una verdad insoslayab­le, económica, cultural y socialment­e no hay revolución industrial, ni revolución francesa, si España no hubiera descubiert­o el mundo. Vamos, que antes de Clint Eastwood y John Wayne estábamos nosotros llenando aquello de misiones, de ranchos y de cowboys, que es una invención española totalmente. -Sí, mi amiga Luz Gabás... Qué buena es... Me ha alegrado mucho porque creo que este modesto gaditano ha marcado tendencia porque hay mucha gente que ha empezado a escribir de América del Norte y se le está dando reconocimi­ento.

–Mira, siempre me acuerdo mucho de cuando estuve en Roma y conocí a Umberto Eco, y él me confesó que a le puso

un título horrible, y que fue su editora la que le dijo, “no, tú acabas la novela diciendo “y ya lo único que me queda es el nombre de la rosa”, ahí está el título”. Así que para titular una novela hay que fijarse mejor en el detalle. Además, en este caso, la rosa de California es la flor caracterís­tica de allí y bueno sí que vengo a decir que la vida también son espinas, los dragones tienen que hacer una labor terrible, los indios lo pasan muy mal con unas hambrunas tremendas, los asesinatos... El territorio es precioso, como la vida, pero ambos tienen espinas.

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