Feliz Solsticio de Invierno
Nos acercamos a unas fechas señaladas en rojo como es la Navidad. En esta parte del trópico o charco celebramos la llegada de los Reyes Magos; por allá en la otra orilla, transformado y desdibujado gracias a cierta compañía carbonatada, será Papá Noel o en su defecto Santa Claus. Para facilitarles el camino, en nuestras ciudades y pueblos los centros urbanos se iluminan de forma especial con tales motivos, creando incluso guerras de guirnaldas para comprobar a quién le brilla más, accionando de cierto modo la sobrecontaminación lumínica y aumentando absurdamente el gasto energético.
Porque llega esa época del año en la que un buen papel coloreado de regalo puede tapar todas nuestras buenas intenciones. Un buen presente para nuestros pequeños es necesario, en su mayoría será algún artilugio tecnológico, una pantalla que sirva para entretener y dormir el ingenio, protagonizado en muchos casos de videojuegos algo violentos. Eso será lo más demandado, con personajes con un lenguaje malsonante. Una caja que nos ate con sus cadenas de distracción masiva por pasar el siguiente nivel, que nos condene a la soledad, que sea nuestra compañía en el sofá y que nos haga mirar con nostalgia tras la ventana a la calle, antiguo espacio vital de convivencia. Hoy es un chat o alguna red donde cargar los datos de la partida nuestro mejor amigo.
Y para degustar tal actividad, la cubrimos de falsa modestia bañada en chocolate ignorando la de familias que, abrumadas por la continua subida de la inflación, apenas podrán envolver algún detalle que tendrá en su interior algún regusto a quemado debido a la explotación infantil y carencia de legislación alguna de aquellos duendecillos made in China. Daniel Peña Benítez (Correo)