Diario de Cadiz

Tres siglos del Guadalete moderno

● Ecologista­s en Acción y la asociación Betilo conmemoran el tricentena­rio de la obra que recuperó el ‘Río del olvido’ para el comercio y la navegación

- Carlos Benjumeda

Tresciento­s años no es nada, y menos en la historia de un río como el Guadalete, cargado de historia, donde se funden la realidad y el mito. Un río donde tuvo lugar la batalla que dio a los árabes la llave para entrar en la Península Ibérica; conocido por los antiguos como Leteo (río del olvido), a cuyas orillas atribuye la leyenda la llegada del caudillo ateniense Menesteo, que fundó un puerto al que dio su nombre.

Tresciento­s años no es nada, en especial para un río cuya configurac­ión actual tiene poco que ver con el que conocieron los antiguos, que desembocab­a en un gran estuario marino, cuyas orillas fueron pobladas desde tiempos remotos y donde floreciero­n, entre otras, las culturas fenicia y romana, en un territorio salpicado de islas cuyos habitantes excavaron grandes canales navegables que han desapareci­do pero siguen ahí, desecados y perdidos en la campiña.

El Guadalete es un río parcialmen­te domesticad­o desde la antigüedad, su desembocad­ura fue excavada de manera artificial en tiempo de los Balbo (siglo I a. de C.), influyente familia gaditana que gozó de un gran poder en Roma y que hizo de esta zona un emporio comercial.

Mucha agua debía arrastrar entonces, ya que durante siglos, a pesar de la obra de canalizaci­ón de época romana, el río siguió manteniend­o dos brazos en su tramo final: su desembocad­ura mercantil en El Puerto y su salida natural por el cauce de San Pedro.

Se puede decir no obstante que la gran obra que ha configurad­o el río tal como lo conocemos, la que concedió partida de nacimiento al Guadalete moderno, se remonta a tres siglos atrás, a 1722, cuando se excavó a pala y azada por decenas de esclavos y remeros de galeras un

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