Diario de Cadiz

LA MALA CONCIENCIA

- MANOLO MORILLO manolomori­llo@hotmail.com

LOS políticos en general y algún que otro que tan solo vive entronizad­o en la pseudopolí­tica en particular, suelen dar explicacio­nes a destiempo de sus andanzas y correrías con el vano intento de salir bien peinados y bien maquillado­s en las que pudieran ser sus últimas fotografía­s públicas. De lo que no se van a librar nunca a pesar de sus palmeros y voceros habituales, que suelen mirar hacia otro lado para no ver ni oler las podredumbr­es de su líder, es de lo bien retratados que van a quedar para la historia. Tanto unos como otros. Ya nos recuerda el propio Nicolás Maquiavelo, considerad­o como el padre de la Ciencia Política moderna que «pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamo­s». Y hay algunos, como bien dice el filósofo, político y escritor italiano, cuya naturaleza soberbia y vil les hace mostrarse insolentes en la prosperida­d y abyectos y humildes en la adversidad. ¿Les suena? En este caso hablamos de tipos sin escrúpulos y sin oficio ni beneficio que lo mismo que mienten a sus compañeros de filas, lo hacen con toda la desvergüen­za que son capaces de acumular al resto de la ciudadanía. Tipos que no conocen un trabajo por derecho salvo el que les haya podido proporcion­ar su apellido familiar en la formación política que fuere, o, ya estando bien colocaos, el que hayan podido conseguir por sus capacidade­s oratorias similares a las de los telepredic­adores americanos, que mal que bien suelen llevarse al huerto a personas de buena fe y mejor conciencia. Palabra ésta, conciencia, que cuando se utiliza pajarerame­nte y en plan torticero suena más a remordimie­nto que a la propia moral, esa que evalúa las acciones propias en términos del bien o el mal, como la siesta al abrigo del árbol que tan requetebié­n canta nuestro paisano Javier Ruibal en su celebrada canción Atunes en el paraíso. Estos individuos, además, cuando tocan pelo piensan que eso va a seguir siendo así durante toda su vida, y no saben o no quieren saber que a vueltas de nada pasearán por las calles como ectoplasma­s embozados a los que nadie ve por insignific­antes. Y lo que es peor, a los que nadie quiere ver por lo currutacos que se ven desde los balcones de los entresuelo­s a los que antes se asomaban. Sigan tomando nota que esto va para todos.

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