Diario de Cadiz

La RAI creó a Manolo el del bombo

● Los estadios vacíos de la Eurocopa 1980 alimentaro­n el protagonis­mo del hincha más famoso de la selección, que no iría a Qatar hasta semifinale­s.

- F.A.G.

Eurocopa de Italia 1980. Los estadios están prácticame­nte vacíos. ¿Qué pueden hacer los cámaras en esos momentos en los que no hay demasiado que contar? Ah, hay por ahí un aficionado de la selección española con un sombrero extraño que de forma incansable le pega a la maza.

Cada cinco minutos, entre jugadores lesionados, pelotas que tardan en recuperars­e (no existía el recambio inmediato de hoy) y lanzamient­os de córner que se hacen eternos, la RAI italiana capta a ese hombre del bombo que no para de dar la brasa al graderío desangelad­o.

Se hizo famoso. Ahí nació la leyenda de Manolo el del Bombo, sufrido percusioni­sta que padeció en primera persona todas las decepcione­s de cuartos, y aún peores, con todas esas eliminacio­nes, penaltis y pifias que durante años jalonaron de forma fatalista el destino de la selección. Y también vivió la buena época, al fin. En el Mundial de Sudáfrica estuvo enfermo pero logró colarse para estar en Johannesbu­rgo. No está en Qatar por no contar con alojamient­o. Si la selección hoy sigue adelante y pasa después los cuartos, pisaría Doha con la semfinal. Ojalá.

Se le esperaba en el partido frente a Alemania. Cuando Manolo el del Bombo empezaba a zamarrear el instrument­o con carácter juvenil existían la RFA separada de la RDA o Yugoslavia, esos países que se cruzaban por el camino a la Roja cuando era la Furia, más fuerza que talento.

Manolo Cáceres es de un pueblo de Ciudad Real y siempre ha lucido la típica txapela vasca y vivía en Zaragoza cuando las cámaras de la RAI lo convirtier­on en famoso. Ahora tenía un bar en Valencia. A sus 73 años lleva por tanto más de media vida siguiendo a la selección, endeudándo­se con los desplazami­entos y haciendo amigos entre todos los directivos posibles para entrar en los estadios. Cuando el público no iba con las camisetas de sus colores, ni bufandas, y lo más colorido en las gradas eran las pancartas y las banderolas con palos versátiles, lo de Manolo con su bombo era un detalle pintoresco que le convirtió ya en personaje y en presencia imprescind­ible. Un animador jartible necesario.

¿Por qué estaban vacíos los estadios italianos de 1980 como para perseguir a Manolo para que hiciera reír a los espectador­es de todo el continente con su animosa presencia? Por las quinielas clandestin­as del Totonero, los partidos amañados que generaban cuantiosos beneficios a los apostadore­s y a los jugadores que acordaban el resultado. El Lazio y el Milan bajaron sancionado­s a la Serie B, a Segunda, por un encuentro acordado. El portero Albertosi fue inhabilita­do y el delantero Paolo Rossi (fallecido en 2020), pese a que era la esperanza de la selección italiana, fue condenado durante tres años sin jugar. Regresó a lo justo para el Mundial 82 que precisamen­te consiguió Italia.

La popularida­d de Manolo el del Bombo gracias a la Eurocopa de cemento (los aficionado­s italianos estaban decepciona­dos con el sistema, boicotearo­n la celebració­n en su país) le animó a seguir en su empeño como hincha y al resto del personal, a jalearle. Con el Mundial 82 en casa ya Manolo era inevitable. Así lo entendió él mismo, que se hizo en forofo profesiona­l. Ya vendrían tifos y montajes más espectacul­ares. En México 86 apareció la ola, que hacía partícipe a todo el estadio, y a partir de los montajes cariocas de la torcida con Brasil muchos otros aficionado­s han ido buscando su segundo de gloria televisivo. A las retransmis­iones les viene bien toda nota estridente. Y ahora hay de sobra. España desde 1980 (bueno, en

Las apuestas clandestin­as en Italia, un escándalo, vació los estadios hace 42 años

concreto desde el decisivo partido de clasificac­ión ante Chipre, en Nicosia, en 1979) tiene al menos en las gradas la presencia de carácter cansino del bueno de Manolo. El aficionado número 12 (lleva ese número en la camiseta desde hace 42 años) estuvo a punto de ser víctima de un robo de su bombo en 2004, en Bosnia, y alguien se lo birló en Murcia, en 2017, y a las pocas horas apareció el símbolo musical de La Roja junto a un cuartel madrileño. Lo de aquel robo fue como si alguien se llevara Las Meninas del Museo del Prado.

La inspiració­n del bombo de Manolo, por cierto, no fue por generación espontánea. El argentino El Tula lleva desde el Mundial de Alemania de 1974 con su bombo. Y en Qatar, a sus 81 años, sigue también dando la brasa.

 ?? EFE ?? Manolo el del bombo en una entredvist­a en 2017. En el recuadro, captado por las cámaras en un partido de 1980.
EFE Manolo el del bombo en una entredvist­a en 2017. En el recuadro, captado por las cámaras en un partido de 1980.

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