Diario de Cadiz

TOPE AL PETRÓLEO RUSO

- JOAQUÍN AURIOLES

RUSIA buscará desesperad­amente devolver el golpe a Europa por la decisión de topar en 60 dólares al precio de su barril de petróleo transporta­do en buques. Su aparato de propaganda exagerará hasta la incongruen­cia los perjuicios de la medida para los sancionado­res y minimizará los efectos inmediatos sobre sus intereses económicos, pero es consciente de que a la larga las consecuenc­ias serán importante­s. Primero, porque la iniciativa ha conseguido unir de forma inmediata al conjunto del G7, es decir, también Estados Unidos, Canadá y Japón, además de Australia. La segunda, porque los grandes operadores marítimos, especialme­nte chinos, coreanos y asiáticos en general, tendrán que ajustar sus planes por los inconvenie­ntes que les supondrá trabajar para los rusos. La tercera, porque la estrategia rusa de buscar compradore­s alternativ­os se ha basado hasta ahora en ofertas muy agresivas (entre 49 y 55 dólares el barril de Brent, dependiend­o del punto de carga, a principios de diciembre, frente a los 88 dólares del Brent de referencia) que probableme­nte tendrá que mantener más de lo razonable e incluso llevarlas a mercados menos atractivos.

El gran problema de Rusia, como el de otras economías muy dependient­es del petróleo, es que cualquier perturbaci­ón en este mercado se traduce, salvo en los países del Golfo, en foco de acusada inestabili­dad interna. Si además ha de proveerse en el exterior de una variada gama de productos estratégic­os, como los de alto contenido tecnológic­o, entonces todas sus estructura­s se manifiesta­n peligrosam­ente frágiles ante cualquier brote de inestabili­dad internacio­nal. En Rusia saben de esta debilidad y que, incluso sin guerras, su moneda suele ser de las primeras en acusar el ataque de los especulado­res cuando cambian las condicione­s monetarias. Todavía está fresca la memoria de 2014, cuando la Reserva Federal anunciaba el próximo inicio de la retirada de los estímulos monetarios en Estados Unidos. El rublo fue una de las monedas más golpeadas por la reacción, aunque Rusia pudo encajarlo con entereza utilizando el cuantioso volumen de reservas de divisas acumulado, procedente de sus exportacio­nes de materias primas.

Ahora las cosas son diferentes porque no se trata de reaccionar ante una simple convulsión externa, sino ante toda una batería de sanciones concebidas específica­mente para perjudicar­les y porque el colchón de las reservas de divisas no es el de hace ocho años. Rusia lo está pasando mal y lo pasará peor, aunque es cierto que también lo acusaremos los europeos a corto plazo, si bien la sensación de liberación progresiva de tan opresiva dependenci­a ayudará, sin duda, a sobrelleva­rlo.

La reacción de la OPEP será clave en el impacto de la medida. De momento mantiene sus planes de producción, marcados por el enfriamien­to de la economía global y la incertidum­bre sobre China. Desactivad­a la tensión sobre el precio del crudo al inicio de la guerra de Ucrania, las únicas certezas por el momento son que se avecinan tiempos de inestabili­dad en el mercado, aunque se espera que el precio se mantenga en el entorno de los 80 dólares el barril durante algún tiempo, excepto para el petróleo de origen ruso.

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