Cuando alguien no quiere ser alcalde
● Nombramiento de Mariano Pardo de Figueroa, doctor Thebussem, para la Alcaldía de Medina Sidonia ● Traslado atado de manos hasta las Casas Consistoriales
Estamos en tiempos de elecciones y de buscar candidatos para rellenar las listas de los distintos partidos políticos y agrupaciones electorales que concurren a las mismas. Después llegará el tiempo de los nombramientos para ocupar los infinitos cargos de las Administraciones Públicas, casi todos bien remunerados.
Pocos son los que rechazan un cargo. Lo habitual es que el designado reciba el nombramiento con alegría, aunque posteriormente disimule diciendo que “no he tenido más remedio que aceptarlo”, o bien “no he podido decir que no”, o incluso “me lo han pedido los vecinos por las calles”.
Con las dimisiones ocurre algo similar. De vez en cuando un cargo público presenta a bombo y platillo una dimisión “firme e irrevocable”, que es retirada a la primera insinuación.
Sin embargo, en la provincia de Cádiz contamos con Mariano Pardo de Figueroa, doctor Thebussem, como ejemplo para rechazar y dimitir de un cargo público sin excusas ni condiciones.
Sucedió en enero de 1874. España había salido, con más penas que gloria, de la Primera República y de los cantones en algunos lugares de la península. El nuevo Gobierno decidió que las alcaldías de las diferentes poblaciones debían ser ocupadas por personas independientes y de cierto prestigio. Para Medina Sidonia pensó en uno de sus hijos más ilustres, Mariano Pardo de Figueroa, literariamente conocido como Doctor Thebussem.
En efecto, Pardo contaba con 46 años de edad, era doctor en Derecho y escritor ya reconocido en toda España. Sobre todo era una persona independiente, querido y respetado por toda la población de Medina. Pero había algo que el Gobierno había olvidado, que el Doctor Thebussem tenía aversión a cualquier cargo público.
La constitución del Ayuntamiento de Medina estaba fijada para las doce de la mañana del 7 de enero de ese año de 1874. Pardo de Figueroa había recibido noticias de que el Gobierno lo había designado alcalde, por lo que decidió encerrarse en su casa y rechazar todo aviso oficial.
El delegado de la autoridad militar y civil, González de la Mota, llegó ese mismo día a Medina para presidir la ceremonia y quedó enterado de la negativa de Pardo de Figueroa a recibir cualquier notificación. Llamó al capitán de la Guardia Civil, Melquiades Almagro, y le ordenó que llevara a Pardo de Figueroa, de grado o por fuerza, hasta las Casas Consistoriales.
Cuando Pardo vio a la Guardia Civil en su domicilio comprendió que no tenía escapatoria, pero apeló a la caballerosidad de Almagro para ser conducido hasta el Ayuntamiento atado y por las calles principales de Medina Sidonia . De esta manera quería demostrar a todos sus paisanos que era llevado a la fuerza y que su negativa a ocupar la alcaldía no era ficticia. Almagro, amigo personal de Thebussem, accedió gustoso a ello.
Al llegara al salón de plenos, el delegado de la autoridad ordenó que fuera desatado y que ocupara el sillón presidencial. Pardo de Figueroa obedeció y acto seguido dirigió unas palabras a sus compañeros de corporación y al numeroso público asistente. Comenzó pidiendo perdón a todos por la tardanza y rogando que nadie pudiera creer que se trataba de menosprecio al cargo de alcalde de Medina Sidonia. Añadió que era un inmenso honor ser alcalde de su pueblo natal, pero que tenía muy mala salud y muy pocos conocimientos administrativos para un trabajo tan importante. Los aplausos y ovaciones se sucedían en el salón de plenos del Ayuntamiento asidonense hasta que, de manera inesperada, Pardo de Figueroa cayó al suelo fulminado.
Hubo gritos, sustos, avisos al médico, y el bueno de Thebussem fue llevado, en el mismo sillón presidencial, hasta la casa de un amigo que estaba próxima al Ayuntamiento. El pleno municipal fue suspendido y todos marcharon a interesarse por la salud del alcalde.
Al cabo de un rato, Thebussem recobró el sentido diciendo “calma amigos que aún no ha llegado mi última hora. Venga una copa de Jerez y recado para escribir, que son las únicas medicinas que necesito”. Hubo risas y aplausos y en una silla fue trasladado a su domicilio acompañado de numerosos vecinos, que pronto comenzaron a dudar si el síncope de su alcalde había sido verdadero o ficticio. Su pronta recuperación y las risas que acompañaron al relato de lo sucedido nos hace pensar en lo primero.
Fiel a su nombre de Thebussem, embuste al revés, Pardo de Figueroa nunca quiso decir si el desmayo sufrido en el salón de plenos del Ayuntamiento de Medina
El presidente del Gobierno relevó al escritor de la obligación impuesta
fue real o ficticio. En su relato de estos hechos enviados para “Impresiones y Recuerdos”, tampoco deja claro el asunto.
Lo cierto es que Mariano Pardo de Figueroa utilizó ese “recado de escribir” para enviar una carta al presidente del Gobierno, el también gaditano general Serrano, duque de la Torre, para que ordenara al gobernador civil de Cádiz que lo relevara de la obligación de ser alcalde de Medina Sidonia.
Serrano era amigo de Pardo de Figueroa, con el que compartía afición a las cacerías de liebres, por los montes de Toledo, y conocía que el escritor asidonense era un hombre de mérito y gran inteligencia, pero que carecía de aptitudes para ocupar cargo público alguno. El jefe del Gobierno ordenó a su delegado en Cádiz que se olvidara de Thebussem y que lo dejara tranquilo en su “Huerta de la Cigarra”.
Así terminó el asunto, pero Pardo de Figueroa dejó claro con su conducta que cuando alguien no quiere ocupar un cargo político o desea cesar en el mismo, no hay problema para llevarlo a cabo. Basta con hacerlo.