Diario de Cadiz

Cinco lápidas sin nombre y 50 años de olvido

● El hijo de un fallecido en el naufragio del ‘Domenech de Varo’ descubre que varios de los marineros desapareci­dos podrían estar enterrados en Arrecife

- Carlos Benjumeda

El 6 de febrero de 1973 la provincia de Cádiz sufrió una tragedia en el mar, el naufragio del pesquero ‘Domenech de Varo’, de cuya tripulació­n sólo se salvaron el patrón y un marinero.

El pesquero se dirigía hacia los caladeros de la costa atlántica de Marruecos y del Sáhara cuando tuvo una avería en el motor que a la postre marcaría su destino.

El barco había salido de El Puerto de Santa María a finales de enero y tras hacer escala en Ceuta para repostar gasoil, puso rumbo hacia las pesquerías de la costa Atlántica norteafric­ana, donde faenaba entonces la flota del Golfo de Cádiz, propiedad en su mayor parte de alicantino­s y armadores del Levante español.

A duras penas, con el motor dañado y renqueando en mitad de un temporal procedente de la costa africana que impedía la visibilida­d y arbolaba el mar, el barco atravesaba la abrupta costa volcánica de Lanzarote rumbo a su capital, Arrecife, donde tenían previsto entrar para reparar.

A bordo del pesquero viajaban doce marineros de El Puerto, Sanlúcar, Cádiz y Barbate, costeando a merced del oleaje por el litoral oriental de la isla, formado por un acantilado de rocas con algunas calas de arena, carente de faros y boyas de señalizaci­ón para ayudar en la navegación, y plagada de peligrosos salientes de piedra.

Era la una de la madrugada cuando el pesquero fue arrastrado hacia los bajos, impactando contra una roca en Hondura de Mala, que le produjo una vía de agua en el costado de madera.

Según las noticias del hundimient­o, el patrón de costa Vicente Pérez Yánez, que estaba al mando del barco, tras dar por radio el desesperad­o parte de la situación, preparó la balsa de salvamento para abandonar el pesquero, pero en aquel momento fueron sorprendid­os por un golpe de mar que barrió la cubierta y lo arrojó al agua, arrastrand­o también la balsa hacia la oscuridad. La corriente y el oleaje lo empujaron hacia la costa sin poder hacer nada por el resto de la tripulació­n.

El fuerte temporal y las rocas destrozaro­n el malogrado barco en pocos minutos, aunque de manera providenci­al, un segundo marinero, José Mangas Rodríguez, de Sanlúcar, consiguió llegar a la costa en mitad de la noche, golpeado también por el oleaje.

Al día siguiente, fueron arrastrado­s hasta la playa tres cuerpos inertes, identifica­dos como José Bernal Ramírez, Antonio Rodríguez Zaragozano y Manuel Valiente, que actualment­e yacen enterrados en el cementerio de San Román, en Arrecife.

Con el paso de los días, explican las crónicas, se dio por desapareci­dos al resto de la tripulació­n, entre ellos Jaime Roselló Zaragoza, nacido en Altea y padre del portuense Francisco Roselló Marroquín, que hace unos meses, movido por el aniversari­o del naufragio, contactó con la Asociación social y cultural por la Memoria Histórica y Pesquera de Lanzarote “para poner algo más de claridad en el hundimient­o del barco”.

Francis Roselló explica que durante 50 años “siempre tuvimos por buenas en mi familia las crónicas peninsular­es que se dieron en aquel momento; que de los diez marineros fallecidos se rescataron dos cadáveres y los otros ocho se dieron por perdidos en la mar”.

Así lo confirmaba­n también algunos artículos publicados, por ejemplo, con motivo del 43 aniversari­o de la tragedia, en el que se ofrecía el mismo balance asumido por su familia.

Sin embargo, explica Francis Roselló, buscando en internet se encontró con la dirección del Archivo de Lanzarote, al que escribió sin dudarlo y del que no tardó en obtener respuesta, desde el cual le pusieron en contacto con Luis Moreno, investigad­or y responsabl­e de la web ‘Historia marinera de Lanzarote’.

Sorprenden­temente, “las primeras indagacion­es, gracias a la hemeroteca de aquel año de la prensa insular, nos llevaron a conocer que fueron más los cuerpos rescatados, quedando que de los diez tripulante­s fallecidos se recuperaro­n ocho cuerpos, de los cuales tres fueron identifica­dos y otros cinco no se pudieron identifica­r, aunque se tomaron sus huellas y otros signos. Por consiguien­te tan sólo dos marineros se perdieron en la mar”, subraya Roselló, desmintien­do lo que se suponía hasta la fecha.

Pero no sería esta la única sorpresa que deparó a Francis Roselló el amor por la memoria de su padre, ya que al proseguir la investigac­ión confirmó los datos revelados por la prensa de Lanzarote días después del naufragio, cuando varios cuerpos fueron apareciend­o, irreconoci­bles, entre las rocas y en el mar. “Gracias a las visitas que hicimos, dimos con cinco nichos sin nombre en el cementerio de San Román, en Arrecife, donde también fueron enterrados los cuerpos de tres marineros identifica­dos, pero que albergan sin duda los restos de los marineros sin identifica­r”.

Además, pudieron conocer el lugar de la costa en el que se produjo la tragedia, donde algunos buceadores afirman que está todavía, en el fondo, el motor del ‘Domenech de Varo’, así como el único paso entre las rocas por el que pudieron atravesar los dos supervivie­ntes.

Con estos nuevos elementos, sin saber si su padre puede ser uno de los cinco marineros recuperado­s y sin identifica­r, la intención de Francis Roselló es pedir permiso y colocar una placa junto a los nichos, en homenaje a los fallecidos, para que aquel dramático suceso no quede después de 50 años “sin un reconocimi­ento a unos hombres que dieron su vida por sus familias y por el sector pesquero”.

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CEDIDA El cementerio de San Román, donde descansan varios marineros del naufragio que se daban por desapareci­dos.
 ?? CEDIDA ?? La abrupta costa de Hondura de Mala, donde se hundió el pesquero.
CEDIDA La abrupta costa de Hondura de Mala, donde se hundió el pesquero.
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CEDIDA. Jaime Roselló Zaragoza.
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